¿Por qué es la foto del día?
Se conocieron durante la celebración de los Juegos Olímpios de Atlanta de 1996. Iñaki Urdangarín acudía como miembro de la selección española de balonmano y acabó alzándose con una medalla de bronce. La Infanta Cristina acudió a animar a los participantes españoles cuando, de repente, su vida cambió. Y se fijó en ese hombre vasco de origen catalán que años más tarde haría tambalear a toda la Corona española por sus casos de corrupción.
Su relación no fue todo un camino de rosas. El entonces Rey Juan Carlos I, padre de la Infanta, se oponía a ese noviazgo debido a las informaciones que le llegaban sobre su yerno. Incluso intentó lanzar una campaña mediática apoyada en periodistas afines para romper la relación. Pero no lo logró. Y su noviazgo se convirtió en noticia cuando la Infanta Pilar -engañada por un periodista- confirmó el compromiso entre ambos. Fue entonces cuando la Casa Real confirmaba la celebración de la boda real.
El 3 de mayo de 1997 se producía la presentación del enlace en los jardines del Palacio de la Zarzuela. Meses más tarde, el 4 de octubre del mismo año, se producía la mediática boda en la ciudad de Barcelona con una asistencia de 1.500 invitados entre miembros de la Casa Real, autoridades, familiares, amigos y representantes de casi todas las monarquías vigentes en Europa, así como procedentes de otros continentes. Según cifras del Ayuntamiento de la ciudad, salieron a las calles 200.000 personas. Unas cifras desmentidas más tarde por el que fuera coordinador de información del Departamento de Prensa del Ayuntamiento en aquella época, asegurando que solo habían acudido 70.000 ciudadanos.
Dos décadas después, 20 años más tarde, resultaría impensable que Barcelona acogiera la boda real entre la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarín. No solo por los casos de corrupción en los que se han visto envueltos ambos, con Urdangarin a la cabeza dejando la imagen de la Casa Real por los suelos. Tampoco resultaría suficiente la actuación del rey emérito Juan Carlos durante los últimos años de su reinado. El punto decisivo para que esta boda no se pudiera celebrar en las calles de la ciudad condal es más que evidente: el desafío independentista y la inminente declaración unilaterial de independencia por parte de la Generalitat.