Cada persona disfruta de forma diferente de su cuerpo y de su sexualidad. Y es que, aunque no lo parezca, nuestra piel cuenta con un millón y medio de receptores gracias a los cuales tenemos la capacidad de sentir dolor o placer.
La cuestión es: ¿todos disfrutamos las mismas sensaciones de dolor o placer en las mismas zonas? Así lo explica Rosa Navarro, sexóloga de Diversual a los compañeros del diario ABC: "La respuesta sexual ante el contacto y estimulación de estas zonas puede tener una enorme variabilidad. Hay personas que tienen sus zonas erógenas muy acotadas a sus genitales, y otras para las que cada centímetro de su piel es erógeno".
Como siempre, el autoconocimiento es la clave para saber qué es lo que le gusta a cada uno y qué no. Al igual que en cada persona estos puntos pueden ir variando con la experiencia, también influye en cierta medida la pareja sexual, ya que puede hacer que sintamos o percibamos por ejemplo las caricias de diferente forma.
¿La base de un encuentro sexual cómodo? La comunicación, ya que lo que para uno puede resultar placentero para la otra persona puede ser doloroso, o viceversa. Explorar con el consentimiento de la otra parte y descubrir juntos qué es lo que le gusta a cada uno puede ser la clave.
¿Todas las zonas erógenas son iguales?
Los expertos diferencian dos tipos de zonas erógenas: primarias y secundarias. Las principales zonas erógenas de las mujeres son el clítoris, la vulva, los pezones, los labios, la cara interior del muslo, el monte de Venus, el rostro, la nuca, el cuello, las orejas y los glúteos.
Para los hombres lo son el glande, el pene, el escroto, el ano, la próstata, la cara interior de las nalgas, así como -al igual que ellas- los labios, los pezones y las orejas. También cabría destacar el perineo ya que en él confluyen muchas terminaciones nerviosas que pueden proporcionar placer si se les presta atención.
En cuanto a las zonas secundarias, se abre un mapa de placer por explorar: "Cualquier punto de nuestra piel y órganos externos tiene la capacidad de provocarnos un estado de alta excitación. Eso sí, esta potencialidad requiere una estimulación adaptada a cada persona. Lo que para unos puede ser muy placentero, para otra persona puede no serlo e incluso resultar desagradable", matiza Navarro.