Nuestro cerebro ha aprendido a percibir belleza en el mundo que nos rodea. En una naturaleza indiferente, esos llamativos colores, paisajes exuberantes, tonalidades y detalles que frecuentemente interpretamos como 'bellos' en la mayoría de los casos, en realidad son 'útiles'.
Dentro de estos curiosos casos se enmarca el que se ha convertido en uno de los virales más llamativos del verano: un caracol de vistosos colores que se mueven arriba y abajo recorriendo sus antenas, produciendo un efecto casi hipnótico. Sin embargo, la realidad detrás de este espectáculo de la naturaleza es mucho más aterradora: se trata de un caracol que ha sido infectado por un parásito.
Este atiende al nombre científico de Leucochloridium Paradoxum, un parásito que usa de huésped a los caracoles para que les lleven hasta su verdadero objetivo: los pájaros. Estos pequeños gusanos poseen un ciclo de vida que afecta a diferentes especies de animales a las que utilizan en su propio beneficio. Los moluscos solo serían su transporte para alcanzar las copas de los árboles y llamar la atención de tordos y mirlos, en cuyo recto pondrían larvas que se expulsarían en sus heces para volver a infectar a otros caracoles.
¿Cómo es la vida de estos gusanos?
El ciclo de vida de este tipo de gusanos es, desde un punto de vista antropocéntrico, bastante maquiavélico y se inicia en el estómago de pájaros como los zorzales, los mirlos o los tordos, donde depositan larvas que crecerán en en su interior y que finalmente serán expulsadas a través de las heces.
Los caracoles que se alimenten de ellas, introducirán involuntariamente a sus nuevos y terribles inquilinos que, crecerán en su interior y terminarán tomando el control, infectando su cerebro y cambiando su conducta e incluso su apariencia.
Un vídeo de National Geographic explica el proceso. Cuando el parásito infecta al caracol, toma posesión de su cerebro. Como su cuerpo es traslúcido, en realidad los colores que se aprecian en las antenas son el propio gusano, que se mueve dentro del caracol. En ese momento está guiando al molusco a donde los pájaros puedan verlos. Los caracoles no son la comida favorita de las aves -sobre todo debido a su caparazón-, pero gracias a sus colores, el parásito recrea cómo se verían las larvas de los gusanos que sí entran dentro del menú preferido de estos animales.
El caracol, bajo los mandatos del L. Paradoxum, se 'suicida' al dejarse matar por los picotazos -si bien algunas veces pueden sobrevivir y recuperar ciertas capacidades-. El parásito, por el contrario, se acomoda en su nuevo hogar: en los intestinos del ave.