La historia corrió como la pólvora: la multinacional de Amancio Ortega, había vendido un vestido en Estados Unidos con un ratón muerto cosido a las costuras. La afectada había conseguido denunciar, pero lo que le había sucedido rápidamente se propagó por todo tipo de medios tras saltar al New York Post, dañando la imagen de marca de la empresa gallega.
Todo sucedió el pasado 14 de noviembre pero ahora, ocho meses después, sabemos en qué quedó todo aquel periplo judicial: en nada.
Al parecer, tan sólo 11 días después y cuando el boom en los medios ya había pasado, la mujer acudió a los juzgados para retirar "voluntariamente" la demanda, tal y como aparece en la documentación oficial de la Corte Suprema de Nueva York a la que ha tenido acceso El Diario.
La demandante, que se había mostrado muy molesta por todo lo sucedido y exigía una compensación económica, de repente desapareció y no quiso dar más detalles. Zara tampoco ha querido dar más detalles, pero según el despacho Morelli, especializado en este tipo de casos, ha confirmado que ambas partes alcanzaron un acuerdo extrajudicial con el que evitar futuros trámites legales.
Sin embargo, la declaración de la joven aún pesa sobre la imagen de la marca: "Noté que algo me rozaba la pierna. y pensaba que era una costura. Cuando fui a tirar de ella, vi que no era un hilo, y que había algo más dentro. Al principio pensé que se les había quedado un sensor, pero cuando le di la vuelta al vestido vi que en realidad era un ratón", contó la joven que entonces tenía 24 años al diario New York Post.
La afectada había solicitado a la multinacional una compensación económica por daños emocionales y por una presunta erupción cutánea producida por el contacto con la pata del roedor, que la llevó a padecer, según afirmó, "la enfermedad de roedores".
El roedor, con un tamaño de cinco centímetros, llegó de una de las fábricas en Turquía donde se produjo esta prenda, tal y como se menciona en su etiqueta. El abogado de la demandante señaló el posible motivo por el que el animal llegó allí: "Zara pone los diseños que están de moda tan rápido en sus estanterías, que es posible que le estén falladno los mecanismos de control donde produce".
La compañía, mientras tanto, se defendió por aquel entonces asegurando que "la marca tiene implantados unos rigurosos procedimientos internacionales de control de calidad y seguridad en todas sus prendas y en todos los procesos de fabricación, desde la confección hasta el planchado". Ahora, todo se ha resuelto en un acuerdo extrajudicial entre ambas partes.