El sexo con robots ya es una realidad. La industria tecnológica se ha rendido al servicio de los placeres más carnales viendo en este sector una gran fuente de ingresos. "En 2050 el sexo con robots será popular, las parejas humano-robot comunes y el matrimonio con robots legal", aseguraba David Levy, especialista en Inteligencia Artificial, durante el segundo congreso Love and Sex With Robots, celebrado a finales de 2016 en la Goldsmith University de Londres.
Dejando de un lado las predicciones, lo cierto es que la robótica va a influir mucho en nuestra vida sexual y no siempre en el buen sentido. La mayor parte de esta industria se basará en la creación de muñecas para el gozo y disfrute de los hombres, lo que sin ninguna duda llevará a objetivizar (más aún) a la mujer.
Como muestra, un botón. Durante la segunda semana de septiembre se celebró el festival Ars Electronica de Linz, en Austria, donde tuvo lugar un desagradable suceso que refleja los nuevos espacios de abusosque se abren.
El Ars Electronica es uno de los festivales de arte electrónico más prestigiosos del mundo, un encuentro completamente alejado de lo sexual y lo erótico. Esto no impidió que llevaran a una muñeca robótica sexual debido a lo innovador de esta nueva tecnología.
Dedos rotos y pechos destrozados
El robot se llamaba Samatha, una doll rubia, de ojos claros y un cuerpo exageradamente perfecto y estereotipado con cintura de avispa y pechos más que generosos. Muchos hombres se acercaron al lugar donde expusieron a Samantha para magrearla sin ningún tipo de pudor. Si bien la muñeca está programada para que la besen y la toquen, los asistentes sobrepasaron todos los límites.
La gente se restregó, la penetró con los dedos, le manoseó los muslos y los pechos e incluso se montaron sobre sus piernas. Como resultado, la muñeca acabó con dos dedos rotos, los pechos destrozados y magulladuras por todo el cuerpo. Al finalizar el festival, Samathan había quedado prácticamente inservible. Su creador, Sergi Santos, ha hablado de "experiencia traumática" para su robot.
La gente puede ser mala. Al no entender la tecnología y al no tener que pagar por usarla, trataron a la muñeca como bárbaros
Pese a este desagradable episodio, Samantha logró conquistar a varios propietarios de prostíbulos. Uno de ellos fue Peter Laskaris, propietario de un burdel en Viena quen, en declaraciones a Daily Mail, aseguró que está convencido que cada vez más y más prostíbulos irán incorporando robots a su repertotorio de trabajadoras sexuales. A pesar de lo caras que son -Samantha cuesta unos 4.000 dólares-, Laskaris está seguro que empiezan a convertirse en un "fetiche sexual de tendencia".