La policía de Chicago se encuentra en la búsqueda de cinco o seis hombres acusados de violar a una adolescente en grupo y retransmitirlo en directo a través de Facebook Live.
Los hechos han salido a la luz después de que la madre de la víctima denunciara el suceso ante las autoridades. Al parecer, la menor, de quince años, llevaba varios días desaparecida y fue encontrada por las fuerzas de seguridad en las cercanías de su casa. La joven fue traslada a su domicilio y el caso parecía resuelto, pero momentos más tarde la madre acudía a comisaría para denunciar lo ocurrido, aportando como prueba la grabación.
Según informa El País, "el comisario está especialmente consternado" con el hecho de que decenas de personas vieran el vídeo, pero nadie avisase a la policía. Y es que según informa el portavoz del cuerpo, al menos cuarenta personas habrían visionado la agresión en directo, pero no se tiene constancia de ninguna denuncia.
El suceso ha turbado a la comunidad, pero desgraciadamente no es algo nuevo. Un hecho similar tuvo lugar en Suecia, donde tres hombres violaron a una mujer y lo retransmitieron en directo utilizando la misma tecnología. En este caso el vídeo no fue compartido con todos los seguidores, sino que utilizaron un grupo privado del que formaban parte sesenta personas. Sin embargo, al igual que en el caso anterior, ningún participante dijo nada, de hecho se atrevieron a escribir comentarios tan deplorables como: "tres contra una, jajaj".
Y estos delitos no son los únicos que han saltado a la tecnología in streamig. Las imágenes de un joven con discapacidad mental torturado en directo a través de Facebook repugnaron a la opinión pública. El caso también tuvo lugar en Chicago, y por él fueron detenidos cuatro jóvenes. Al parecer, durante 30 minutos el grupo de agresores maniató y amordazó a la víctima, la agredió y la vejó. Todo ello difundido al mismo tiempo por la red.
Nuevos perfiles de agresor
La naturaleza inicua de los sucesos no deja de sorprender, pero dos puntos llaman sobremanera la atención. Por un lado, el agravante de demostrar la necesidad de emitir las agresiones en directo, lo que patenta un aspecto de la conducta criminal hasta ahora desconocido y perfila un nuevo tipo de agresor que siente la necesidad de mostrar con orgullo sus actos, que para más inri reciben la aprobación de la comunidad.
Por otro lado, podemos hablar también de la aparición de otra categoría de agresor. Un perfil sibilino, oculto detrás de la pantalla, que participa de forma silenciosa en actos agresivos. En este caso, podríamos hablar de dos subtipos, aquellos que disfrutan y realizan un visionado consciente, e incluso activo dejando comentarios, como es el caso antes expuesto, y otro movido quizás por la espiral del silencio. Esta teoría, obra de la politóloga alemana, Elisabeth Noelle-Neuman, habla de una sociedad donde los individuos adaptan su comportamiento a las actitudes predominantes sobre lo que es aceptable y no. De modo, que en este caso nos enfrentamos ante un problema social, ya que estos sujetos callan en presión de un paradigma que les han infundido como aceptable. De esta forma, encontramos que adolescentes pegan palizas que graban en vídeo y distribuyen, que agresores chantajean a sus parejas con difundir imágenes comprometidas, vídeos virales íntimos que atentan contra los derechos de las personas...
La tecnología se ha convertido en un arma de doble filo, que en muchas ocasiones se utiliza contra las víctimas. Cuando las redes podrían ser la plataforma ideal para denunciar casos de acoso, vemos como son utilizadas para difundir agresiones, como refugio para criminales, como herramienta de chantaje para someter a las víctimas. ¿Qué nos está ocurriendo? Quizás dentro de poco, el propio ordenador llegue a ser más humano que nosotros mismos.