Tom Stranger conoce a la que sería su novia, Thordis Elva, durante un intercambio de estudios hace 20 años. Entre ellos surge la chispa y todo es idilíco. Hasta que durante una noche de borrachera, Tom la viola: "era como un cuento de hadas, sus fuertes brazos me rodeaban [...] hasta que se quitó la ropa y se puso encima de mí [...] el dolor fue cegador. Creí que estaba siendo partida en dos".
A las niñas se las enseña que son violadas por una razón. Su falda era demasiado corta, su sonrisa era demasiado amplia, su aliento olía a alcohol
Tal y como recoge Playground, lo sucedido hizo que Thordis "cojeara durante días y llorara durante semanas". Esto provocó que la relación entre los dos se terminara y Tom volvió a Australia, mientras que su víctima permaneció en Islandia.
Sin embargo, había algo que contrariaba a Elva: "la violación no se ajustaba a la idea de violación que había visto en televisión", ya que todo "había sucedido en mi propia cama [...] Tom no era un loco armado: era mi novio". Todo ello, le llevó a sentirse "en parte culpable", puesto que "a las niñas se las enseña que son violadas por una razón. Su falda era demasiado corta, su sonrisa era demasiado amplia, su aliento olía a alcohol".
La única cosa que podría haber impedido ser violada habría sido que el hombre que me violó hubiera parado
Sin embargo, con el tiempo Elva ha llegado a la conclusión de que "la única cosa que podría haber impedido ser violada habría sido que el hombre que me violó hubiera parado".
Para ello, fue esencial retomar la relación con su violador: le escribió una carta y, tras nueve años sufriendo por aquello, Stranger contestó. Iniciaron así una correspondencia de ocho años, que sería el preludio de un encuentro. Un encuentro que ayudaría a Thordis a cerrar heridas.
Ambos pasaron una semana completa en Sudáfrica, un punto intermedio entre Islandia y Australia. Stranger se mostraba especialmente arrepentido. "Me sentía merecedor del cuerpo de Thordis", asegura. "Algunos hombes sienten que tienen un derecho tácito y simbólico sobre sus cuerpos [de las mujeres]".
El reconocimiento de la culpa
"Hice daño a esta maravillosa persona", reconoce Stranger. "Soy parte del grupo grande y sorprendentemente cotidiano de los hombres que han tenido comportamientos sexuales violentos con sus parejas". Todo este reconocimiento, considera, ayudó a Thordis, pues sirivió para "transferirme la culpa que ella tenía".
"Demasiado a menudo, la responsabilidad se atribuye a las supervivientes femeninas de la violencia sexual y no a los hombres que la promulgan". Por ello consideran que su experiencia puede servir para identificar mejor una violación y educar en el consentimiento. Eso sí, nunca como un camino a seguir entre violadores y víctimas: "Nadie tiene el derecho de decirle a nadie cómo manejar su dolor más profundo o su error más grande".
La implicación de los hombres
Tanto Thordis como Tom consideran que los hombres no tienen el mismo protagonismo en el debate social que genera este tipo de casos. Si embargo, "la mayoría de violaciones son perpetradas por hombres". Por ello, consideran que el tema ha de tratarse entre todos: "Imaginad el sufrimiento que podríamos aliviar si nos atrevemos a hacer frente a este problema".
Una lacra contra la que es fundamental luchar. En España, una mujer es violada cada ocho horas, tal y como publicó el Ministerio del Interior en 2016. Hasta el 60% de los casos no se denuncia. Y todo tiene consecuencias. Las víctimas de violación tienen el triple de posibilidades de sufrir depresión, seis veces más de padecer estrés postraumático o trece veces más posibilidades de abusar del alcohol. Por todo ello, es necesario que todos los casos se denuncien y establecer protocolos para identificar casos de este tipo.