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Salen a la luz los vergonzosos secretos del joven Hitler, desvelados por su único amigo

Conocemos la faceta del Hitler el dictador, desconociendo su infancia y su vida anterior. Kubizek, amigo del dictador, cuenta algunos de sus secretos.

Salen a la luz los vergonzosos secretos del joven Hitler, desvelados por su único amigo

Adolf Hitler fue un político, militar, pintor y escritor alemán, de origen austrohúngaro; canciller imperial desde 1933 y Führer de Alemania desde 1934 hasta su muerte. Llevó al poder al Partido Nacionalista Obrero Alemán o Partido Nazi y lideró un régimen totalitario durante el Tercer Reich. Dirigió a Alemania en la Segunda Guerra Mundial, que inició con el propósito de cumplir sus planes expansionistas en Europa, según Wikipedia. Esta definición la conocemos todos, el Hitler antisemita y xenófobo; el dictador. Sin embargo, August Kubizek, con el que Hitler pasó parte de su juventud, escribió "El joven Hitler que conocí", libro con el que muestra otras versiones del cabo (no mucho mejores).

Kubizek nació en agosto de 1888, unos meses antes que Hitler. Como él, pertenecía a la clase baja y pasó etapas de su juventud rozando la pobreza. ¿Qué unió a August y Adolf?: la pasión por las artes. 

August Kubizek fue el único amigo de Adolf Hitler
"August Kubizek fue el único amigo de Adolf Hitler"

El comienzo de la historia

Según Kubizek, conoció a Hitler "alrededor de la festividad de Todos los Santos en el año 1904". Sin embargo, esta fecha ha sido calificada como falsa por diversos historiadores. De lo que sí tenemos constancia es que ambos jóvenes se vieron durante una ópera en Linz, Austria. Los dos competían por colocarse en una columna en la zona de paseo, en la que podían ver todo el escenario y, además, era de las zonas más baratas.

Kubizek le definió entonces como "un joven curiosamente pálido, delgado, de la misma edad aproximadamente que yo, que seguía con ojos resplandecientes la representación. No cabía duda de que era de una casa acomodada, pues iba siempre pulcramente vestido y se mostraba sumamente reservado". Asimismo, añadió que le asombró la manera que tuvo el dictador de comprender y mantener una conversación. Admite que, en aquel aspecto, era superior, pero a su vez reconocía su superioridad cuando la conversación se refería a temas musicales. Desde entonces, se encontraron en cada representación.

A partir de aquel momento y durante sus cuatro años de amistad, Kubizek logró retratar la personalidad Adolf. Según Thomas Childers, doctor en historia, en sus memorias, August mostró la imagen de Hitler sin añadir los datos más oscuros, por miedo a la censura, ya que quienes pidieron estos "recuerdos de infancia" fueron los seguidores del régimen nazi.

Intento de acercamiento

Al principio de sus memorias, Kubizek intenta que el lector empatice y comprenda al dictador. Destaca que odiaba que le fotografiaran, a pesar de que cuidaba mucho su imagen. Resaltó que los ojos de Hitler eran lo más llamativo: "Resultaba sorprendente cómo podían cambiar de expresión, sobre todo cuando Adolf hablaba".

Pero Hitler no era solo físico y expresión: su oratoria dejó perplejo a August, que admite que le escuchaba con gusto cada vez que hablaba: "No cabe la menor duda de que mi amigo Adolf fue, ya desde su primera juventud, un hombre dotado de una fácil oratoria. Y él lo sabía, hablaba a gusto y sin interrupción". 

Hitler odiaba que le fotografiaran, por ello existen pocas fotos de su juventud
"Hitler odiaba que le fotografiaran, por ello existen pocas fotos de su juventud"

Aunque la capacidad de la oratoria no implica que Hitler supiera discutir,y así lo plasmó August, que admitió que se limitaba a avasallar al contrario con sus pensamientos, sin dejarle argumentar su punto de vista. Si le llevabas la contraria, entraba en cólera. August admite que era común que diera golpes y destrozara aquello que pillara por delante. 

Oratoria, cólera y manías

Uno de los recuerdos que expresa August es el del carácter maniático del que sería el futuro Führer. Resalta que tenía que colocar sus pantalones planchados perfectamente, en el mismo lugar, todos los días. Según él, para que no se arrugaran. Tenía obsesión por salir bien vestido, aunque apenas tuviera dinero para comer. Sin embargo, no era problema, porque según August, "prefería saltarse un almuerzo o una cena en favor, por ejemplo, de ir al teatro". También dice que Hitler era una persona seria, aunque lo cierto era que su carácter ególatra provocaba que despreciara al resto. 

El fin

Cuando Hitler se trasladó a Viena, en 1907, vivió como un bohemio en un pequeño apartamento repleto de chinches, que podía pagar gracias a la pensión que le había quedado tras la muerte de sus padres y a que Kubizek compartía piso con él. Durante aquella etapa, Adolf Hitler se dedicaba a estar en cafés hasta las tantas y apenas dormir, con un carácter meramente irascible.

Convivieron desde febrero hasta julio de 1908, y durante aquellos meses Hitler despreció continuamente las opiniones y el trabajo del que había sido su único amigo. Por otra parte, no dejaba de repetir lo bien que le iría a él, que llegaría a ser un gran artista o arquitecto. La realidad superó a la ficción cuando Hitler presentó sus obras en la Academia de Bellas Artes y fue rechazado, no una, sino dos veces, mientras que Kubizek había sido admitido en el conservatorio.

Avergonzado y enrabietado decidió no volver a verle. Avisó, pagó su parte del alquiler, y desapareció sin dejar ninguna dirección de contacto.

La etapa siguiente no mejoró: vivió como un vagabundo. "Residió en las calles, dormía en los parques y en los cafés [...] y, a veces, encontraba refugio en los albergues para indigentes y en pensiones de mala muerte". El autor añadió que consiguió salir de aquella situación en 1910, cuando se estableció en una vivienda comunal sufragada, en parte, por judíos. Empezó entonces su nueva vida, que ya sabemos cómo terminó.

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