Eurovisión ha pasado por sus horas más bajas como festival en su edición de 2024. La presencia de Israel, los intentos de boicot por parte de multiples personalidades y la expulsión del neerlandés Joost Klein avivaron el fuego de una final que, para muchos, era la antesala del fin del festival como lo conocemos. Sin embargo, como si fuera propio de un thriller taquillero, hubo que esperar al final del festival para encontrar una lectura afable, bonita y reivindicativa: la de la victoria de Nemo Metller representando a Suiza.
Suiza es uno de los países fundadores de la Eurovisión y, de hecho, el inicio del festival nace en Lugano en 1956, donde una jovencísima Lys Assia, también suiza, se alzaba con el triunfo en la primera edición en el Teatro Kursaal. Desde entonces, el país apenas podría conseguir otra victoria más, pero volvería a ser un antes y un después en el festival cuando en 1988 conseguían convencer a una joven canadiense para representarles en Dubín. Ella era Celine Dion, y su victoria rotunda con 'Ne Partez Pas Sans Moi' volvía a suponer un hito en el festival, con la garra y el vozarrón que luego le llevaría a ser una de las artistas femeninas más destacadas del globo.
Por eso, lo normal es pensar que Suiza siempre que gana, lo hace para hacer historia, y en 2024 no ha sido menos. El festival de Eurovisión lleva años abriéndose al mundo de los pronombres, y tratando con bastante cuidado los roles de género en el certamen. Sin embargo, nunca había tenido a dos artistas que se consideraran no-binarios en el top-10 del festival. En Malmö, a la victoria de Nemo se le sumaba el sexto puesto de Bambie Thug con Irlanda, primer top-10 para los celtas en muchísimos años, y lo que es más importante, la vuelta a los tiempos de gloria para la delegación que más victorias tiene el festival. Por eso, en un año tan delicado, Eurovisión, al menos en visibilidad, ha dado un paso gigante.
La neutralidad este año vale por dos
Las votaciones de Eurovisión este año tenían un punto de tensión especial. Ya saben que suelen ser el momento más seguido del festival, y la emoción es total cuando se reparten los puntos. Sin embargo, luego de la potente campaña propagandística de Israel, el temor a que un televoto desorbitado les hiciera ganadores corría por la mente de cualquier eurofan en cualquier parte del mundo. Al final, Nemo salvaría la papeleta.
Recolectando el segundo mejor jurado de la historia de Eurovisión, mejor que el de Loreen el año pasado y a nada del mejor, el de Salvador Sobral en 2017, la primera parte de las votaciones encarrilaba la victoria helvética, que aguantaba en el televoto en el quinto lugar y vencía la pugna al croata Baby Lasagna, que con una canción que criticaba el éxodo rural en los Balcanes acababa con su mejor resultado histórico como país pero sin ganar el micrófono de cristal.
Desde el momento en que Nemo gana Eurovisión, medios de medio mundo se interesaban por su historia, centrándose en su perfil y esa lucha entre el cero y el uno que relataba en su canción. Como persona no-binaria, abrazade a su bandera que tuvo que colar a escondidas al pabellón por las prohibiciones de la UER, Nemo no solo reivindicaba su historia, sino que dejaba claro a la UER cómo actuar de cara a futuro. Partiendo el trofeo del festival nada más recibirlo, comentaba que si "el trofeo se podía arreglar, Eurovisión también".
Non-binary finery ?????????????????????????????? pic.twitter.com/QO2nmRM1uZ
— Eurovision Song Contest (@Eurovision) May 11, 2024
En un año de profunda división, tensión y descrédito al festival, Europa había aupado a un chique que reactivaba debate sobre la diversidad, portaba el festival al territorio más neutral del mundo, y acaparaba portadas a base de carisma y mensaje. Por arte de magia, la UER confeccionaba un relato maravilloso impropio de un festival convulso y de tanta brega como el de Malmö.
Claro que Eurovisión debe iniciar un debate amplio de cara a 2025 y cambiar muchas de las cosas que casi acaban este año con el festival como lo conocemos. Pero de partida, la sede, el legítimo ganadore y el mensaje que dejan son un excelente punto de partida. Porque Eurovisión siempre fue el escaparate para ser quién quieras ser y ser abrazado como seas, y hasta en las horas más bajas, sirve de refugio.