Alberto Sánchez Gómez es consciente de lo que ha hecho, vive tranquilo, muestra una actitud completamente fría y no evidencia arrepentimiento, según los técnicos de prisión. El conocido como caníbal de Ventas permanece en la cárcel madrileña de Soto del Real tras descuartizar a su madre, comérsela, dar restos a su perro Koke y guardar parte de ellos alrededor de toda su casa.
Su vida diaria en el centro penitenciario cuenta con grandes particularidades como consecuencia de un perfil inusual. Por ello, los funcionarios le han otorgado protección completamente especial: en este tipo de casos se suele asignar un preso sombra. En el suyo, hay dos, que le vigilan durante las 24 horas del día para evitar que pueda hacerse daño a sí mismo.
Además, Alberto hace vida en la enfermería, aislado del resto de presos y en uno de los sitios más amables del centro. Con ello se espera su habituación paulatina ante su inestabilidad en la química cerebral. No hay que olvidar que el joven padece fuertes problemas mentales, cuenta con una tipología de personalidad psicopática, consumía estupefacientes y no tomaba la medicación.
La sala en la que ahora hace vida cuenta con pocas distracciones. Por el momento no tiene tele, radio o teléfono móvil. Tampoco nada para leer, ya que no ha solicitado ningún libro de la biblioteca. Además, no se ha apuntado a ningún taller o curso, tareas destinadas a la formación de los presos y a adquirir nuevos hábitos de vida y aficiones que favorezcan su reintegración en la sociedad. En esa habitación duerme en compañía del preso sombra de turno que se encarga de su protección.
Media hora de paseos por el patio y relación con los presos sombra
Alberto ha dejado atrás sus largas noches en el Parque Eva Duarte, cuando agredía a su madre y posteriormente se dirigía a la calle para dormir voluntariamente a la intemperie en compañía de indigentes.
Ahora, el autor confeso del crimen tiene menos oportunidad de ver la luz directamente. Todos los días sale al patio durante media hora, aquí completamente solo para evitar cualquier tipo de agresión. Cuando sale fuera, se dedica a pasear y pasear. Ya no queda nada de su consumo de estupefacientes, que no están permitidos: ni siquiera fuma tabaco.
A pesar de que no muestra sentimientos y es completamente frío, de que no se ha derrumbado en ningún momento ni a la hora de confesar el crimen; sí tiene la oportunidad de establecer relación con los dos presos sombra que se ocupan de su protección. Son las únicas personas con las que se puede comunicar y no lo desaprovecha, dada la gran cantidad de horas que comparten entre las paredes de Soto del Real.
Mientras tanto, Alberto continúa en la enfermería de la prisión de Soto del Real. Allí se mantiene siempre a los reclusos cuya integridad física se encuentra en entredicho o cuando hay que proteger a alguien muy mediático. Y todo apunta a que permanecerá allí, al menos, hasta que el juez decrete una sentencia firme.