Dinamarca, Holanda y Bélgica tienen los días contados. La mitad de Alemania y Reino Unido corre la misma suerte. El Delta del Ebro y la provincia de Huelva están completamente amenazadas.
El relato puede parecer apocalíptico, pero es la dura realidad que nos espera si continuamos con el intenso aumento de temperaturas que ha vivido todo el planeta durante el último siglo y que está dejando completamente diezmados los polos.
La parte más fría del planeta cumple una función básica: es el regulador de toda la climatología de La Tierra, la mayor reserva de agua y lo que permite que las temperaturas sean las necesarias para que nuestro planeta pueda albergar vida.
Sin embargo, las evidencias de que las cosas no son todo lo positiva que deberían, son toda una completa realidad. La Antártida está reverdeciendo, algo que sería impensable en cualquier época. Si ambos Polos se derriten, veremos cómo 24 millones de kilómetros cúbicos de agua comienzan a campar a sus anchas por todo el planeta sin que nadie pueda evitarlo. El resultado de todo ello es claro: el agua va a sepultar muchos territorios.
El Viejo Continente será uno de los damnificados. Sin embargo, la situación dependerá de las zonas. La Península Ibérica es una de las zonas más montañosas de toda Europa, por lo que el fenómeno se dejará sentir en menor medida.
Huelva será la provincia más afectada de España, ya que desaparecerá prácticamente por completo, al igual que parte de la provincia de Sevilla. En el resto del país, las circunstancias no serán especialmente graves, aunque desaparecerá parte de las localidades costeras como Benidorm, así como el Delta del Ebro.
Países enteros completamente sepultados
Sin embargo, la peor parte se la llevarán otras partes de Europa. Países como Holanda, Bélgica y Dinamarca serán completa historia después de que pasen a formar parte del fondo marino sin que nadie pueda evitarlo.
Parte de Ucrania, Reino Unido o Alemania, se verían igualmente afectados, así como algunas repúblicas caucásicas. Todo ello originaría una crisis humanitaria sin precedentes, con una marea de refugiados que ahora tendría que solicitar asilo y que, probablemente, tendría que rendir cuentas con lo sucedido en otras épocas de la historia.
Para que dicha situación se desarrolle, aún queda mucho tiempo, pero está en nuestra mano impulsar políticas que reviertan un cambio climático que, en unos años, podrá ser irreversible.
Mal camino
Para evitar estas situaciones, sería fundamental que los acuerdos por el cambio climático de París se cumpliesen de manera estricta, algo que no se va a hacer. Los compromisos que firmaron los países son una mera declaración de intenciones, y no conllevan ninguna sanción para aquellos estados que incumplan todo lo firmado.
Prueba de ello está en España, donde el Gobierno presidido por Mariano Rajoy decidió imponer un impuesto especial para las energías renovables. Una tasa que, precisamente, estaba penalizando a todas aquellas personas que precisamente contaminaban menos.
La postura de Estados Unidos es aún más radical, y el presidente Donald Trump, un negacionista del cambio completamente convencido, ya ha anunciado que su país abandonará los acuerdos. Una de las naciones que más contamina del planeta. La situación, por tanto, no es muy positiva.
