La vacuna contra el VIH se considera como uno de los principales puntos de inflexión en una pandemia que ha dejado más de 35 millones de muertos en todo el mundo desde que surgió el virus. Por primera vez en 10 años, un prototipo de vacuna consigue llegar a la última fase de los ensayos, la 3, en la que se debe determinar si en el mundo real es capaz de proteger frente a la transmisión del virus.
El fármaco está siendo desarrollado por Janssen y utiliza la misma tecnología empleada en su vacuna contra el coronavirus: se trata de un adenovirus modificado para que transporte al interior de las células del sujeto el ADN de sus proteínas más representativas de manera que el organismo del individuo cree anticuerpos contra ellas.
En realidad, el proyecto se compone de dos vacunas (una codificada con tres proteínas y otra con cuatro, que por esta mezcla se llama mosaico). Ambas han superado los estudios de seguridad y se ha visto que crean anticuerpos, como acredita el artículo que los desarrolladores han publicado en la revista científica The Lancet. Ahora falta comprobar si funciona en condiciones reales, su permanencia e intensidad de protección. El anterior estudio terminó en 2009, cuando se vio que solo evitaba un 30% de las infecciones, una tasa de protección demasiado baja.
El problema que enfrenta la lucha contra el VIH se encuentra en su forma de interactuar con el sistema inmunitario y su propia naturaleza. Cuando nuestras defensas atacan al virus, éste cambia completamente de apariencia externa y escapa. Aquí está la clave: cómo conseguir un antídoto capaz de atacar esa figura camaleónica a la hora de identificar a este patógeno. Por el momento se ha conseguido reducir la carga viral al mínimo y conseguir el nivel indetectable, es decir, que no se pueda transmitir el virus ni que ataque al organismo del paciente. Pero siempre quedan reservorios, es decir, restos donde el patógeno sobrevive y donde la medicación no llega.
En la actualidad, en España viven unas 150.000 personas con VIH, según la última estimación del Grupo Español para el Estudio del Sida (Gesida), una cantidad que va ligeramente en aumento cada año. El Plan Nacional del Sida calcula que en 2019 hubo más de 2.600 nuevas transmisiones, unas cifras muy altas comparadas con los países de nuestro entorno y que evidencian cierta relajación, aunque en una línea ligeramente descendente respecto a los 3.000-3.500 de hace una década.
Más prevención y estudio de otros métodos para los pacientes
Ante la espera de que llegue una vacuna, las organizaciones y los expertos inciden en la necesidad de ahondar en la prevención para evitar que el virus se propague. Los métodos como la profilaxis preposición (Prep), una pastilla que protege del VIH si se toma diariamente antes de las relaciones, es un buen método, aunque no exime de utilizar el preservativo, porque el resto de ETS sigue presentes. También la profilaxis post exposición, un método de urgencia que se ofrece en algunos hospitales, una pastilla de toma diaria durante 28 días cuando se produce una relación de riesgo, por ejemplo, con la rotura de un preservativo.
En cuanto a los pacientes de VIH, también se están estudiando otros métodos para mejorar la calidad de vida y a la vez reducir el estigma. El más importante es eliminar la toma diaria de una pastilla, lo que garantizaría la adherencia al tratamiento y facilitaría la vida diaria de los pacientes. Se espera poder sustituirlo por una inyección cada dos meses, que se suministraría en el hospital junto a las pruebas de control. Sería el único requisito que seguirían los pacientes, por lo que la calidad de vida aumentaría considerablemente.