El uso de las redes sociales determina más de lo que creemos. A parte de su incidencia en nuestra salud mental, el uso generalizado de teléfonos inteligentes ha cambiado la manera en la que nos relacionamos y, por ende, nos mostramos al mundo.
Quizá por ello, la forma en la que interactuamos con este tipo de aplicaciones es fundamental para conocer mejor nuestro estado de ánimo. Los expertos llegan a señalar que, incluso, pueden ayudar a detectar posibles trastornos con mayor fiabilidad que los tests tradicionales.
Para calibrar nuestro uso de las redes sociales en función de nuestra salud mental, dos profesores de las Universidades de Vermont y Harvard han analizado los datos computacionales de 43.950 fotografías de 166 usuarios, entre los cuales 71 habían padecido depresiones.
Para conocer más detalles de este experimento, los investigadores utilizaron herramientas para analizar el color, los metadatos y algoritmos de detección de rostros. Y consiguieron datos que no creían posibles.
Entre ellos: el análisis consiguió una tasa de fiabilidad más alta que los tests incluidos en el DSM-V, el libro de cabecera de todos los profesionales de la salud mental a nivel internacional.
Además, guiándose por las fechas, consiguieron acertar a la hora de diagnosticar un trastorno psicológico mucho antes de que el médico comenzara a tratar su enfermedad y lograr un diagnóstico.
¿Qué comportamientos indican el peligro de una enfermedad mental?
Tras analizar los resultados obtenidos, los investigadores pudieron concluir qué tipo de comportamientos eran determinantes para diagnosticar una enfermedad de este tipo: el total de posts publicados al día, el número de comentarios o el filtro utilizado.
¿Sus conclusiones? Primero, que las personas que sufrían depresión aplicaban menos filtros a sus fotografías y, cuando lo hacían, el filtro más usado era Inkwell (en blanco y negro). Por el contrario, las personas con mejor salud mental utilizaban predominantemente el filtro Valencia, con tonos pastel.
Por ello, quizás, influye el tipo de luz que aparece en sus instantáneas: las personas diagnósticadas con depresión publican fotografías más oscuras y con tonos más grisáceos o azulados.
Por otro lado, las personas que publican con menor frecuencia cuentan con un mejor estado anímico... y las personas que toman instantáneas con más caras pero con presencia de menos personas cuentan con mayores probabilidades de padecer una depresión.
Esto último tiene una razón más evidente de lo que se podría pensar: el aislamiento en entornos sociales más discretos y pequeños es una característica indiscutible de las personas que padecen este tipo de enfermedades. Las personas con depresión acostumbran a alejarse de los entornos sociales, laborales o familiares; a favor del aislamiento personal.
No hay que olvidar que el propio uso de las redes sociales es uno de los factores de riesgo para desarrollar una enfermedad de estas características. Es lo que sucedió con la influencer Celia Fuentes, que se suicidó el año pasado con solo 27 años a cuenta de la presión social que sufría en las redes.
Los trastornos depresivos están en constante aumento. En el período 2005-2015, hubo un peligroso incremento del 18,4%; que ha hecho saltar las alarmas a una sociedad que poco a poco se siente más vulnerable a estas enfermedades.