El relevo de Jean-Claude Juncker al frente de la Comisión Europea está originando un fuerte conflicto dentro de las instituciones comunitarias. Los rumores han hecho que todo el mundo considere por descontado que la mujer que liderará este organismo será Ursula von Der Leyen, ministra de Defensa de Alemania y una de las personas más cercanas al entorno de Angela Merkel.
Pero su proceso de elección está siendo muy complicado y es fuente de tensiones en los complicados equilibrios de la Unión Europea. Sobre todo, porque von Der Leyen suena gracias a un intercambio de cromos entre gobiernos y no como vencedora de una lista.
Y no suena a ello, porque von Der Leyen ni siquiera se presentó a las elecciones. Quien hizo realmente campaña por liderar esta comisión fue un compañero de grupo en el Partido Popular Europeo, Manfred Weber, quien ahora queda relegado. Weber fue el responsable de enfrentarse a Frans Timmermans (de S&D, socialistas y demócratas) y Margrethe Vestager (el grupo de los liberales cercano a Macron).
¿Por qué se releva a la persona que ha recibido los votos y ha tenido la oportunidad de ganarse una imagen en el electorado, frente una desconocida ministra alemana fuera de las fronteras dirigidas por Berlín?
¿Cesiones al Grupo de Visegrado?
Algunas voces señalan que esa salida de Manfred Weber tiene relación con el pacto para repartir el poder en Europa con los socialistas. A priori, las intenciones eran mantener la presidencia del Parlamento para los populares en la figura de Weber y ceder la presidencia de la comisión al candidato socialista Timmermans.
Timmermans se ha caracterizado por las duras críticas que ha pronunciado en contra de las deficiencias democráticas de dos de los líderes del Grupo de Visegrado: Hungría y Polonia. Timmermans ha sido, además, un enérgico impulsor a la hora de forzar reformas para garantizar una apertura democrática en las instituciones de ambos países.
Hungría y Polonia se encuentran gobernados por partidos ultracatólicos y de ultraderecha, ajenos al movimiento populista encabezado por Matteo Salvini y junto a los que se sienta actualmente en el Parlamento Europeo el partido español VOX.
El papel de Hungría y Polonia en la UE ha sido complicado desde que entraron por la vía rápida en 2004. Ambos países, sobre todo el primero (dirigido con puño de hierro por Viktor Orbán), se han visto unidos por estos mantras: rechazo del corazón de la UE como un aparato burocrático que viola la soberanía nacional, rechazo de la inmigración irregular de la que culpan a Bruselas, una elevada presencia del catolicismo en su legislación y ciertos rechazos al pleno funcionamiento del Estado de derecho.
Pues bien, poco antes de apartar a Manfred Weber, la propia Angela Merkel vio cómo Hungría y Polonia (y el resto de miembros de Visegrado, Eslovaquia y República Checa), rechazaron ese plan de reparto de poder negociado en la cumbre del G20 de Osaka.
Poco después, la propuesta de von Der Leyen fue celebrada por un portavoz del primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, asegurando que "había puesto sobre la mesa un paquete que cuenta con el apoyo de un número cada vez mayor de países miembros".
¿Y ahora qué?
Ahora, la situación podría llevar a que Ursula von Der Leyen alcanzase el poder con el apoyo de Salvini y el resto de los líderes europeos de derecha y ultraderecha, lo que debilitaría y sobre todo comprometería su posición de cara a organizar la agenda de la UE durante los próximos cuatro años. Para evitarlo, von Der Leyen intenta hacer algunos guiños al europeísmo, la ecología y las políticas sociales, pero los socialistas se mantienen muy divididos ante la posibilidad de apoyar su candidatura.
Además, aún nadie sabe cuáles son sus intenciones y qué hoja de ruta quiere implementar desde su cargo ya que, repetimos, no se ha presentado en las elecciones y no ha llevado un programa electoral.
La otra alternativa es que, finalmente, su propuesta decaiga en el Parlamento Europeo. Sería la primera ocasión en la que se vive una situación de estas características dentro de la Eurocámara.
Si esto sucede habrá que esperar un mes para conocer un nuevo nombre y conocer qué ocurre a partir de entonces. En ese caso, probablemente, el poder omnipotente de Alemania en la Unión Europea también se podría ver comprometido.