El primer ministro de Portugal, António Costa, ha anunciado su dimisión este miércoles, 8 de noviembre, después de haber sido investigado en un caso de presunta corrupción, prevaricación y tráfico de influencias por presuntos tratos de favor a empresas relacionadas con el hidrógeno verde y dos minas de litio.
La Fiscalía ha ordenado la detención contra el jefe de gabinete de Costa, Vítor Escária, así como un consultor, Lacerda Machado y el alcalde de Sines, el socialista Nuno Mascarenhas entre otros. Además, se ha ordenado registrar la vivienda del mandatario. El primer ministro ha anunciado su renuncia en una comparecencia extraordinaria televisada y, previamente, ha comunicado su decisión de forma privada al presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa.
La investigación está centrada en las concesiones de explotación de litio en las minas de Romano y Barroso, situadas en el norte del país, cerca de la frontera con Galicia, así como un proyecto de una central de producción de energía a partir de hidrógeno y otro para la construcción de un centro de datos en Sines.
António Costa era uno de los principales apoyos de Pedro Sánchez a nivel europeo y esta caída se produce, además, en plenas negociaciones para alcanzar la investidura. El dirigente portugués fue un gran aliado, de hecho, Pedro Sánchez viajó en 2016 para buscar su consejo cuando Costa ya gobernaba en una coalición con una formación similar a Podemos pese a haber perdido las elecciones, una fórmula que después empleó Pedro Sánchez, cuando ya recuperó la secretaría general, para llegar hasta La Moncloa.
La caída de Costa también se produce cuando la Comisión Europea prevé transferir 50.000 millones de euros en materia de combustibles para la creación de infraestructuras de hidrógeno verde. Se trata de ayudas para el corredor H2MED, que aspira a erigirse como el mayor corredor de hidrógeno verde entre la península ibérica y el centro de Europa.
Chega
La caída de António Costa en Portugal abre el dilema sobre el futuro político del país. La crisis institucional derivada de la dimisión del primer ministro supone la disyuntiva entre la búsqueda de un sustituto entre su partido, dañado por la sospecha de la corrupción, o el adelanto de elecciones que lleve a una nueva mayoría parlamentaria.
Esta última opción parece, en estos momentos, más factible. En el contexto actual, un partido que podría verse especialmente beneficiado es Chega, una formación de extrema derecha similar a VOX. Se trata de un partido que ha experimentado un crecimiento notable durante los últimos años y que podría decantar la gobernabilidad del país vecino en la próxima legislatura, aunque aspira al 'sorpasso'.
Chega ha pasado de ser un partido marginal, desde obtener un 1,29% de los votos en 2019, cuando se inscribió y con un solo escaño (para su líder), hasta quedar en tercer puesto en las legislativas, con el 7,15% en 2022, cuando se adelantaron los comicios por la ruptura entre los socialistas y sus socios de gobierno situados a la izquierda.
El partido ha crecido notablemente con discursos contra las personas migrantes, LGTBI o las personas gitanas. La principal formación conservadora, el Partido Social Demócrata (PSD), se ha mostrado reticente, en principio, a unirse a este partido.
"No vamos a tener en el Gobierno ni políticas ni políticos racistas", expresó Luís Montenegro, líder del PSD en una entrevista con el diario El País en junio. Esto, además, se sumó a gestos, como negarse a votar una moción de censura contra el Gobierno de Costa que impulsó esta formación, que sí apoyó Iniciativa Liberal.
El contexto, sin embargo, ha cambiado ahora por completo. Los ultras podrían crecer en el contexto actual, como partido más votado o erigirse como llave de gobierno en el país que, hasta hace poco, se consideraba como una de las grandes excepciones ante la extrema derecha.