La invasión de Ucrania ha desatado el pánico a nivel global. Junto con la dramática situación que se está viviendo en este país del este de Europa, la posibilidad de que el conflicto incluso de naturaleza nuclear se pueda extender a otros países llegando a constituirse como la III Guerra Mundial ha hecho incluso que se dispare la venta de yoduro de potasio en las farmacias.
Bien es cierto que Putin recuerda, en todas sus pretensiones, a las que mantuvo Adolf Hitler con los Sudetes con Austria. Cabe recordar que, en 1938, Alemania, Italia, Francia y Gran Bretaña firmaron el Pacto de Munich en dicha ciudad, lo que supuso la aceptación por la parte francesa y británica de las demandas de Hitler: cederle los Sudetes, una región chechoslovaca limítrofe con Alemania en la que residía una importante minoría de población alemana, alegando la discriminación que sufría por parte del gobierno checoslovaco. Recuerda mucho al argumento del Donbas y Crimea.
Putin se ha mostrado hasta la fecha como un líder frío, calculador y a la vez implacable y sin medias tintas. Actuó con Chechenia y Georgia con una política en la que arrasó cuando los primeros querían independizarse y los segundos alinearse con el mundo occidental.
El caso de Georgia en 2008, como ya explicamos en este artículo, remite ahora a Ucrania y también por paralelismo en parte a la región ansiada por el dictador alemán, una tendencia que no sabemos si podrá repetirse en el futuro en Moldavia con Transnitria, aunque es muy difícil que pase, pero que explicaría que a Putin no hay quien le pare los pies.
Moldavia y Georgia, por cierto, ya han expresado sus voluntades de ingresar en la OTAN y la UE. Situación difícil, por otro lado, puesto que hay militares rusos desplegados en provincias de sus territorios y la inmediata incorporación supondría un conflicto diplomático.
Hasta la fecha, los únicos países que hacen frontera con Rusia y están en la OTAN son Letonia y Estonia. Es decir, aplicando lo ocurrido en Ucrania, Rusia tendría 'vía libre' con Finlandia y, más difícilmente porque le separa el mar, pero sí con capacidad de atacar, a Suecia desde Kaliningrado, por ejemplo, invadiendo la isla de Gotland. Si algún país de la OTAN interviniese para ayudar a Suecia y Rusia le atacase, cabe recordar lo que vamos a remarcar en el siguiente párrafo.
Si Moscú ataca a cualquier país de la OTAN, cualquiera de ellos, estará atacando a todos, tal y como recoge el artículo 4 del Tratado del Atlántico Norte. Si eso sucede, por cualquier circunstancia, entonces sí habrá un serio riesgo de entrar en una III Guerra Mundial.. ¿Pero realmente le interesa llegar a ello? ¿O simplemente le sirve con mantener la amenaza?
"Consecuencias nunca vistas"
Cabe predecir qué haría Putin tras Ucrania. Si llegase a un acuerdo similar al georgiano, en el que se anexionase finalmente Donbas y Crimea (o incluso una hipotética Ucrania del Este, llegados al punto que ha alcanzado el conflicto) , Putin fortalecería las bases para futuras asonadas militares y más teniendo en cuenta que Ucrania ha sido mucho más grave que Georgia.
Otro escenario peor sería que se extralimitara tras el control total de Ucrania puesto que el oeste no está bajo sus dominios. No parece lo más probable que Putin vaya a extenderse por países exsoviéticos, aunque ya nadie descarta nada. Menos probable, todavía, parece que ningún país vaya a arriesgarse a luchar contra Rusia cuando Putin ha amenazado con "consecuencias nunca vistas a quien se interpusiera". Que nadie descarte que el presidente ruso haya aprendido la lección y, a partir de ahora, se dedique nuevamente a controlar los países con 'golpes blandos', tal y como intentó en Ucrania con Yanukóvich, aunque de una manera menos evidente.
Estas "consecuencias nunca vistas" de las que Rusia advierte constantemente tienen una traducción muy clara para muchos en una potencia nuclear y en un líder que, para muchos, ha dejado de tener límites: una guerra nuclear. Todo el mundo tiene que perder, incluida Rusia, en ese conflicto.
Otro punto que Putin no preveía en esta guerra son las sanciones económicas. Si algo teme Putin es la inestabilidad interna dentro de una de las principales patas de poder que le sostienen, los oligarcas. Que todo Occidente esté llevando a su país prácticamente a la era del trueque está haciendo que crezca un malestar interno y tensión en su contra.
Llevar al país a una III Guerra Mundial, a pesar de que enardecería el patriotismo en el que sustenta gran parte de su retórica política, no sería precisamente el mejor de los escenarios para el presidente ruso. Quizás, la situación se esté enquistando demasiado para lo que consideraba como una 'guerra relámpago', como Georgia, que terminó en una semana y sin casi consecuencias. Ver cómo su liderazgo pueda tambalearse no es algo que deba hacerle especial gracia.
No parece que el mundo vaya a dirigirse a un conflicto de estas características, aunque es difícil prever nada en estos momentos. El pueblo ucraniano, por ello, no va a recibir el apoyo militar de la OTAN, a pesar de que es una población que, sin haber hecho nada, ha sufrido de repente a una potencia invasora que ha ocupado su territorio ilegalmente y ha masacrado a sus ciudadanos.
¿Un nuevo telón de acero?
Sí hay un gran riesgo de entrar en un futuro telón de acero. Hasta ahora, los bloques mundiales estaban definidos, pero eran permeables. A pesar de que Rusia no ha recibido apoyos explícitos (China se ofrece de mediadora), si por ejemplo China sigue el camino e invade Taiwán, sí podría materializarse una pinza entre ambas potencias y una desconexión mayor entre el mundo occidental y el autoritario.
China y Rusia llevan mucho tiempo llevándose a gran parte del mundo hacia su órbita, con una mayor actividad y ambición que Occidente. Rusia, por ejemplo, extiende sus tentáculos en la olvidada África ganándose el apoyo a través de la materia de seguridad, con el Grupo Wagner, que combate el terorrismo y la actividad criminal para después defender los intereses del Kremlin sobre todo en Mali, Mozambique y República Centroafricana. A cambio, el Estado o las empresas rusas obtienen importantes contratos comerciales, concesiones para explotar recursos naturales o espacios para bases militares.
China tira más por el aspecto económico y, también, por las infraestructuras. Es habitual que el edificio más alto de cada país del África subsahariana esté relacionado con alguna corporación relacionada con el país asiático. La conclusión: la mayor parte del continente se está alineando con estos dos países sin lanzar tanques ni reprimir a la población.
Por su parte, otros países como Afganistán han hecho lo propio a base de respetar el nuevo marco de los talibanes que, si bien supone una violación de los derechos humanos, también representa el resultado de más de una década en que la intervención de Estados Unidos se ha reducido a la política militar y no a la construcción de escuelas, carreteras y un largo etcétera que hubiese construido una sociedad que diese lugar a un estado que no fuese fallido.
Pero, ante esta pinza, Occidente también está sabiendo contraatacar. Estados Unidos, por ejemplo, ya ha ofrecido a Venezuela la posibilidad de reducir las sanciones para alcanzar acuerdos energéticos, algo que también le permite reducir la dependencia del petróleo ruso (todo, mientras Rusia se ve sin capacidad de garantizar las fortunas del régimen venezolano depositadas en la banca rusa). Sobre Irán, cabe destacar que su expresidente, Mahmoud Ahmadinejad, pidió a Putin parar la guerra a través de Twitter, un mensaje que quizás supuso hacer valer la posición de su país. Sin duda, el bloque se puede resquebrajar según se rearticulen las sanciones y la disposición de los países. Todo, ahora, es una incógnita.
Mr #Putin
— Mahmoud Ahmadinejad (@Ahmadinejad1956) March 3, 2022
Stop the Satanic war.
Otherwise, you will have no achievement but remorse.
China y Rusia llevan mucho tiempo siendo hábiles en ganarse a países que han sido olvidados por Occidente. Ucrania puede suponer un cambio en el paradigma internacional que, a diferencia del telón de acero, ha construido un mundo mucho más interdependiente entre sí. Si vuelve una división por bloques realmente marcada, cosa que por otro lado no parece realmente probable, el bloque autoritario habrá ganado muchos países con los que, hace una década, no contaba.