Cuando hablamos de regímenes excéntricos pensamos inmediatamente en Corea del Norte pero, sin embargo, hay un país asiático que supera en represión y particularidades al país dirigido por Kim Jong-un. Hablamos de Turkmenistán, una república situada en Asia central y que acumula todo tipo de prohibiciones y una megalomanía que sorprenden a cualquiera.
La falta de libertad no es una simple apreciación. En 2018, el país se situó como la última nación del mundo en libertad de prensa y persecución de periodistas, superando al régimen de Pyongyang, según el informe anual de Reporteros Sin Fronteras. En la actualidad, se encuentra en solo un puesto por encima de la nación dirigida por el tirano Kim Jong-un.
Turkmenistán cuenta con una superficie similar a España y obtuvo su independencia en 1991. Desde entonces solo ha contado con dos presidentes. El primero, Saparmyrat Nyýazow, se mostró contrario a la independencia de la URSS buscando el paraguas de Moscú y, cuando el bloque comunista cayó, experimentó un rotundo giro hasta el punto de que ilegalizó y borró del mapa al Partido Comunista.
Murió en 2006 y, desde entonces, su sucesor es Gurbanguly Berdimuhamedow, su dentista, que mantiene las mismas extravagancias. 'Reelegido' con un 97,67% de los votos en 2017, creó expresamente el puesto de vicepresidente del Gobierno en febrero de 2021 para situar en él... a su hijo.
Con el primer mandatario, Niyazov, el país se sumió en una profunda megalomanía hacia su líder cargada con todo tipo de extravagancias. Entre ellas, un libro de poemas llamado Ruhnama que todos los ciudadanos deben memorizar de principio a fin para poder, por ejemplo, aprobar una licencia de conducir. Este libro también se encuentra en la capital, Asjabad, en forma de estatua, que por la noche gira y se abre, mientras que una voz en off narra algunos de los capítulos a quien se encuentra por allí.
En un país en el que el salario se sitúa en 200 euros mensuales y donde las tiendas de bienes de primera necesidad sufren grandes colas en determinados días la comida por falta de suministros, los sucesivos tiranos han vilipendiado las arcas del Estado en todo tipo de locuras. Por ejemplo, en la capital, Asjabad, podemos encontrar varias estatuas de oro dedicadas a sus dictadores. El último, Berdimunhamedov, por ejemplo cuenta con una en la que aparece cabalgando un caballo sobre una gigantesca estructura de mármol que alcanza los 21 metros de altura.
El mármol es uno de los elementos más preciados del régimen. La capital busca ser una especie de Dubái centroasiática, por lo que el centro se ha reconstruido con enormes edificios con fachadas de mármol. La ciudad impresiona por su arquitectura... y por su vida. Las calles están completamente vacías a todas horas, al igual que los museos, en los que se prohíbe la entrada la mayoría de las veces. Una especie de decorado en el que solo se encuentra la población local dentro de la zona vieja, con viviendas totalmente humildes y con condiciones muy alejadas de la ostentación de la que hace gala el régimen. En ocasiones, por cierto, el régimen ordena demoler y expropiar sus viviendas cuando le surge el capricho de construir una nueva torre cubierta de mármol, una nueva calle desierta, para aumentar su megalomanía.
La ciudad, por cierto, ostenta todo tipo de récords Guinness. Entre ellos, contar con mayor número de fuentes en todo el mundo, la noria interior más alta (sin vistas a ninguna parte), el centro de deportes acuáticos más grande, la urbe con mayor densidad de edificios de mármol blanco o el edificio en forma de estrella más alto del mundo. Cabe destacar que los familiares del dictador y sus hombres fuertes copan los puestos directivos de las empresas que terminan recibiendo las obras, en uno de los países situados a la cola en la percepción de la corrupción en el sector público, según el ranking de Transparencia Internacional.
Además, con la excusa de reactivar la economía y el turismo internacional, se llevaron a cabo dos construcciones de gran calado: un aeropuerto internacional en forma de ave que costó 2.000 millones de euros y una villa olímpica de 5.000 millones que solo se utilizó durante dos semanas en 2017 por los Juegos Olímpicos Asiáticos. También una gran villa turística, Awaza, destinada a los viajes de lujo y que también esta completamente vacía a todas horas. El motivo: las grandes restricciones a la hora de viajar al país y la obligación de viajar con un agente del régimen que espía al turista cuando sale del entorno de la capital, recordemos, la ciudad de mármol con calles desiertas.
Penas por llevar el coche sucio, lucir barba, cambiar el nombre a un caballo o comprar tabaco
El régimen también ha oprimido a su población con todo tipo de leyes extravagantes. Por ejemplo, el ballet, la ópera, tener un perro, reproducir música grabada en bodas o llevar dientes de oro estaba penado por ley. En la actualidad, se han levantado algunas, pero se persigue legalmente a todo aquel que luzca barba si tiene menos de 40 años, cambie el nombre de su caballo, circule por Asjabad con el coche sucio o compre un paquete de tabaco.
Las mujeres, además, tienen la obligación de llevar el pelo largo y separado en dos trenzas alrededor de su rostro. En algunas regiones, además, las funcionarias tienen la obligación de usar extensiones en uñas o pestañas. Los coches oscuros ya son legales, pero son muy poco frecuentes ante el temor de la población a un cambio repentino en la ley que pueda llevarles a la cárcel.
Son prohibiciones absurdas, pero que sirven como pretexto para tener controlada a la población, dejar palpable en la calle que el régimen está ahí y, sobre todo, infundir el miedo a que cualquier fallo pueda terminar con una detención arbitraria por parte de las autoridades.
Empresas internacionales
Mientras el régimen dilapida el dinero público en cosas innecesarias y la población no vive en las mejores condiciones, un nutrido grupo de empresas mantiene negocios en este país, surtido por grandes riquezas naturales. Entre ellas, Shell, Rolls Royce, JCB, Petrofac o British Petroleum. Una firma alemana, Rohde & Schwarz, surte al dictador de toda la tecnología necesaria para bloquear páginas web, intervenir comunicaciones y espiar a aquellos que se atrevan a utilizar internet.
La UE, lejos de condenar el régimen, también ha establecido relaciones. De hecho, cuenta con una sede diplomática mediante la cual impulsa las relaciones comerciales, negocios que surten de lucrativos beneficios a los altos cargos del régimen y le permiten mantenerse en el poder. Destaca aquí Reino Unido, que cuenta con un foro permanente de corporación económica con Turkmenistán desde hace años.
La única represalia económica que ha sufrido la dictadura ha sido el veto a la importación de algodón turkmeno. Se adoptó por parte de varios países en represalia a la utilización de trabajadores forzosos para su recolección. Sin embargo, existe igualmente la trampa: muchas empresas textiles turcas compran ese algodón recogido por esclavos y lo revenden, saltándose las restricciones.
Represión, torturas, desapariciones forzadas
Mientras esto sucede, el régimen somete a su población con puño de hierro. Es frecuente que los funcionarios estatales acudan a reclutar forzosamente a ciudadanos para participar en las grandes exhibiciones, donde se realizan coreografías al estilo de las que se ejecutan en Corea del Norte para mayor gloria del tirano. Tener una antena parabólica es ilegal y, a la vez, la única forma de saltarse la televisión del país, donde únicamente se emiten desfiles militares y noticiarios donde se loan las 'hazañas' de los dirigentes. También se realizan redadas en bloques de viviendas para retirar las antenas, encausar a quienes las tengan y exhibirlas en las calles a modo de política 'ejemplarizante'.
Quienes exhiben cualquier tipo de opinión contraria al Gobierno, en un país que premia la delación entre vecinos, también son objeto de persecución. Todo comienza con violentas amenazas, que se traducen en despidos laborales para toda la familia (que queda condenada al ostracismo) y termina con prácticas de tortura, penas de prisión y la desaparición forzada. Hay personas que llevan más de 15 años sin que se conozca su paradero, según denuncia la campaña Prove they are alive. Una de las peores prisiones es Ovadan Depe. Ubicada en pleno desierto, en ella se practican todo tipo de torturas.
Los periodistas también sufren todo tipo de represión. Por ejemplo, hacer una fotografía a una cola en una tienda puede suponer desde 15 días de arresto a penas de cárcel. Hay casos sangrantes, como el de Ogulpasar Muradova, corresponsal de Radio Free Europe, que fue encarcelada por el régimen y terminó muriendo en prisión.
Mientras todo esto sucede, la comunidad internacional mira hacia otro lado. Los recursos económicos del país y su posición geográfica hacen que nadie se interese por derrocar a un régimen que oprime a sus ciudadanos con puño de hierro.