Tres nuevos policías estadounidenses han sido asesinados y otros tres han resultado heridos este domingo en Baton Rouge, la capital de Luisiana, por un tiroteo ejecutado por un ciudadano anónimo y dos posibles cómplices. El autor ha sido identificado como Gavin Long, de 29 años, un marine afroamericano retirado que había sido visto caminando con un fusil antes de abrir fuego en un centro comercial contra los agentes. Long fue abatido por disparos de otros oficiales, mientras que poco después se detenía a otra pareja sospechosa de haber participado en el ataque.
Este nuevo tiroteo se enmarca en un clima de acritud en el que la sociedad estadounidense, que tradicionalmente ha venerado el ejercicio de las autoridades, se está rebelando contra la policía. Para entender la creciente tensión policial de los últimos días hay que remontarse al pasado 5 de julio, cuando Alton Sterling, un ciudadano afroamericano, era asesinado por varios agentes blancos en una maniobra aparentemente controlada. Ocurría en Baton Rouge, el mismo lugar del último tiroteo. Los disparos eran captados por las cámaras de los testigos y el vídeo corría como la pólvora por Internet pocos minutos después, acompañados de comentarios que cuestionaban la decisión de la policía y la relacionaba con la violencia racial.
Un día después, otro afroamericano, Philando Castile, en otra situación aparentemente controlada era asesinado con disparos por la policía de Minnesota, y de nuevo un vídeo se viralizaba mostrando lo ocurrido. Los ciudadanos, indignados, organizaron manifestaciones contra la brutalidad policial en diferentes ciudades y la de Dallas acababa con el tiroteo de dos francotiradores, que mataban a cinco agentes.
Gavin Long, el asesino de los últimos policías, era un miembro activo del antisistema New Freedom Group, así como un conocido poadcaster. A raíz del tiroteo de Dallas publicó varios tuits en los que apoyaba a uno de los francotiradores porque "no era blanco, era uno de los nuestros", acompañado del hashtag "mi religión es la justicia". "No puedes hablar (o protestar) con el diablo para que cambie sus acciones, esto nunca ha ocurrido y nunca ocurrirá", escribía en otro tuit en el que proponía la "misma justicia (sangre)" como solución. "La violencia no es LA respuesta (es una respuesta) pero, ¿en qué momento te levantas para que tu gente no se convierta en nativos americanos... extintos?", reflexionaba en uno de los mensajes más recientes.
Lo alarmante es que la radicalizada postura de Gavin Long no es un caso aislado en estos momentos en EEUU. De hecho, uno de los policías víctimas de su ataque, Montrell Jackson, describía en Facebook el mismo día de los ataques de Dallas su preocupación por el clima de tensión que estaba experimentando personalmente:
Juro por Dios que amo esta ciudad pero me pregunto si esta ciudad me ama a mí. Cuando voy con el uniforme recibo miradas desagradables llenas de odio y, cuando me lo quito, muchos me consideran una amenaza. He experimentado muchas cosas en mi corta vida y estos últimos tres días me han puesto a prueba. Cuando la gente que conoces empieza a cuestionar tu integridad, te das cuenta de que no te conocen en absoluto. Mirad mis acciones, hablan alto y claro
La tensión de los ciudadanos estadounidenses con las fuerzas del orden resulta especialmente llamativo y una ruptura con el mensaje americano tradicional, en el que se da una importancia excepcional a las labores de los agentes de policía, los militares, los jueces o los servicios de emergencia en general, los descendientes de la figura del sheriff que tanto hemos visto en las películas que han ayudado a conformar la identidad estadounidense.
Si en cualquier país es preocupante que las calles se movilicen contra las autoridades y estas no consigan que los ciudadanos se sientan identificados y protegidos con ellas, en este caso se habla incluso de una crisis que afecta a la identidad nacional y al mensaje imperante de una sociedad que cada vez se reconoce más diversa. Nadie sabe en qué puede derivar la desconfianza hacia las fuerzas del orden y se temen más revueltas, algo que Obama está tratango de mitigar en su discurso: "Estos son ataques a trabajadores públicos, a las normas de las leyes y a la sociedad civilizada, y tienen que acabar".