Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) se reconocen como un patrón persistente en una alimentación no saludable, que deriva en una angustia emocional, física o social. Afectan a ambos géneros (un hombre por cada cuatro mujeres) y generalmente se desarrollan durante las etapas más tempranas de la vida pero generalmente suelen cronificarse y derivar en episodios recurrentes.
Los trastornos más comunes son la anorexia y la bulimia. Son las patologías de salud mental con más prevalencia en mortalidad y su detección precoz es fundamental para evitar la disminución en la masa ósea de los pacientes, así como otras repercusiones en su salud.
Antes de que un TCA se instaure, hay una serie de señales a las que prestar atención y que pueden ser indicativas de que algo no está yendo como debería. Este tipo de trastornos de la alimentación deben ser diagnosticados por un profesional pero, si experimentados alguna de las siguientes conductas, debemos sospechar.
Uno de estos casos sucede cuando vemos que estamos obsesionándonos demasiado con las cantidades, nos saltamos comidas y cada vez hacemos cantidades demasiado ligeras. Si nos preocupamos excesivamente con las calorías, es momento de sospechar.
Si esto se extiende demasiado tiempo, de manera recurrente y se presentan cambios en el humor, existe un cambio significativo del estado de ánimo, se está perdiendo el control con la comida, vuelve a surgir la sospecha de que algo no va bien.
Y, nuevamente, surge otra sospecha cuando hay cambios en relación con el ejercicio. Si se aumentan los desplazamiento andando a los sitios, con la frecuencia en la que se acude al gimnasio y si se realizan estas visitas con el único motivo de quemar una comida, es motivo de sospechar nuevamente.
Síntomas de los TCA
Los síntomas generalmente se relacionan con una fuerte obsesión con una pérdida de peso, fuerte fatiga, insomnio, mareos o desmayos. Además, se puede experimentar una pigmentación azulada en los dedos de la mano, cabello fino, vello suave, ausencia de menstruación, dolor abdominal, piel seca o amarillenta, intolerancia al frío, ritmo cardíaco irregular, presión arterial baja, deshidratación, hinchazón de los brazos o las piernas o erosión dental.
En cuanto a los síntomas emocionales o conductuales, se incluye una restricción muy estricta de la ingesta de alimentos mediante dietas o ayunos, hacer ejercicio de forma excesiva, darse atracones o provocarse vómitos, preocupación excesiva por alimentos, saltar comidas, negar el hambre o poner excusas para no comer, comer solo una serie de alimentos, adoptar rituales rígidos para las comidas, no comer en público, mentir sobre la cantidad de comida ingerida, sentir miedo a aumentar de peso o medirse el cuerpo, mirarse frecuentemente en el espejo para comprobar defectos, quejarse por estar gordo, cubrirse con capas de ropa, estado de ánimo indiferente, retraimiento social, irritabilidad, insomnio o disminución del interés en relaciones sexuales.
