Saber si estás o no estás embarazada es muy sencillo: vas a la farmacia, compras una prueba de embarazo y si de manera efectiva y rápida sale positivo, con un margen de error mínimo y aunque el que lo confirme al 100% sea un médico... es positivo.
El secreto del test de embarazo está en la orina, específicamente en su composición química. La orina de la mujer embarazada contiene una hormona que se llama gonadotropina coriónioca humana (hCG), una hormona que solo se encuentra en las mujeres gestantes. La hCG, que es una glicoproteína, la segrega la placenta.
Los diferentes métodos a lo largo de la historia han ido evolucionando hasta el que existe hoy en día. Y es que, a pesar de que en algunos aspectos parecemos anclados en la Prehistoria, hay algunos avances, gracias especialmente a la ciencia y la tecnología, que han facilitado nuestras vidas. Hace miles de años, los tests de embarazo (a parte de ser menos fiables) eran rudimentarios, caseros y extraños, utilizando animales o comida para averiguarlo.
El método de las ranas
En la década de los 60, se hizo muy conocido el test de la rana realizado en las propias clínicas. Consistía en recoger la orina de la mujer e inyectársela a la rana bajo la piel. Si la mujer estaba embarazada, la hormona del embarazo, gonadotropina coriónica, estimulaba la ovulación de la rana y en unas 14 horas, comenzaba a desovar.
El porcentaje de acierto era de 95%. Ahora bien, tan solo daba un resultado positivo si la mujer llevaba varias semanas gestando. Respecto a los aspectos negativos de este método, está el hecho de que las ranas quedaban 'inutilizadas' durante, al menos, seis semanas después de hacer un diagnóstico.
En otros casos, se inyectaba orina de una mujer en machos de sapos argentinos (Rhinella aeranurm). Cuando la mujer estaba embarazada, se producía la maduración y expulsión de sus espermatozoides. Lo único que tenía que hacer el médico o farmacéutico era esperar dos o tres horas y examinar la orina del sapo al microscopio, buscando las escurridizas y esquivas células masculinas.
La cebolla dentro de la vagina
Respecto a la cebolla hay dos hipótesis. Por un lado, en la antigua Grecia, lo que hacía era introducir una cebolla en la vagina de la mujer a lo largo de una noche. Si a la mañana siguiente la hortaliza conservaba su sabor significaba que la mujer estaba embarazada. Y, por otro lado, los griegos, que realizaban el test de la cebolla basándose en la teoría de Hipócrates, sugirieron que si una mujer que sospechaba que podría estar embarazada podía insertarse una cebolla u otro vegetal fuertemente oloroso en su vagina durante la noche.
Si su aliento olía a cebolla a la mañana siguiente, no estaba embarazada. Esto se basaba en la idea de que su vientre estaba abierto, y llevando el olor de cebolla hasta su boca como un túnel de viento. Si estaba embarazada, entonces el útero estaría cerrado, así que no hay túnel de viento.
El trigo y la cebada
Los galenos egipcios pedían a la mujer que orinase sobre dos recipientes, uno que contenía semillas de cebada y otras de trigo. Después de unos días se observaba ambas semillas para haber si se había producido algo a resaltar: si no había germinado ninguna semilla indicaba que la mujer no estaba embarazada; si había germinado la cebada, la mujer estaba embarazada y albergaba a un bebe varón, por último si lo que había germinado era el trigo indicaba que el bebé sería de sexo femenino. En cambio, se desconoce qué ocurría si tanto la semilla de la cebada como la del trigo germinaban. ¿Gemelos?¿Mellizos?