La necesidad de administrar nuevas dosis de la vacuna contra el coronavirus ha generado un debate en el ámbito científico. Si bien es cierto que la tercera ha aumentado exponencialmente la inmunidad frente a la enfermedad grave y la mortalidad, también se reiteran las dudas sobre el temor a sobrenatural el sistema inmune con el mismo antígeno, así como desatender a los países con menor tasa de vacunación. Así lo han expuesto, de manera similar, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés).
Por todo ello, algunos expertos, como Marcos López Hoyos, presidente de la Sociedad Española de Inmunología (SEI) o Eduardo López-Collazo, director científico del Instituto de Investigación del Hospital Universitario de La Paz, reclaman seguir un criterio científico a la hora de vacunar: medir la inmunidad celular, generada por los linfocitos T, antes de administrar los sueros indiscriminadamente.
Lo cierto es que la variante ómicron ha mostrado mayor capacidad de escapar a la neutralización de la vacuna, pero no tanto a la acción de los linfocitos T. Es decir, esta segunda barrera permite combatir eficazmente las consecuencias del virus, a pesar de que hayamos contraído la infección.
Hasta hace poco, resultaba complicado y costoso medir esta inmunización, por lo que solo podía realizarse en laboratorios especializados. Sin embargo, ha surgido una nueva herramienta que puede cambiarlo todo y medir quién necesita, en realidad, las dosis de refuerzo.
Un test cutáneo
La clave se encuentra en el desarrollo de un test cutáneo que detecta, con un simple pinchazo superficial, si necesitamos una nueva dosis de la vacuna. Se trata de una herramienta desarrollada por Yvelise Barrios, inmunología del Hospital de Canarias.
Este análisis permite identificar los linfocitos T específicos para la proteína Spike en una persona vacunada o que haya contraído el coronavirus. Además, se trata de un test fácil de interpretar y puede ayudar a responder incógnitas sobre la duración de la inmunidad en las personas vacunadas.
Para ello, se introduce con un pinchazo en la piel un trozo de la proteína Spike del virus. En el caso de que el individuo se haya expuesto previamente a la Covid o a esta proteína mediante la vacunación, se producirá una reacción inflamatoria, con una rojez en la piel. Se puede medir, a través de esta reacción, el grado de inmunidad de los pacientes.
La prueba tiene una alta fiabilidad y se basa en el mismo principio que el test elaborado para la tuberculosis, pero adaptado en este caso para la infección contraída por coronavirus. El Hospital no cuenta con la infraestructura para desarrollar el producto comercialmente, pero una empresa canadiense, Biovaxy, se ha involucrado y promete su popularización durante los próximos meses. El precio de la prueba se sitúa entre 20 y 30 euros.
El objetivo de este tipo de test es claro: intentar racionalizar las pautas de vacunación de refuerzo a la hora de individualizar los casos y garantizar un mayor suministro a nivel global de los sueros. Cabe recordar que algunos territorios, como el continente africano, todavía mantienen a un 85% de la población sin ningún tipo de dosis.