Como casi toda celebración que se precie, San Valentín es una fiesta pagana que tiene sus orígenes en rituales que poco tienen que ver con el catolicismo o (como muchos piensan) un invento de las grandes marcas. Hay diversas teorías que giran en torno a la festividad de este religioso hablan de sexo, matrimonios clandestinos y hasta de sadismo.
Todas ellas giran en torno a los lupercales, es decir, fiestas en las que los hombres más jóvenes se iniciaban en el sexo. Su origen, según cuenta el investigador francés Jean-Noël Alexandre Robert, se encuentra en la Antigua Roma: "Se trataba de una de las ceremonias más arcaicas, ya que numerosos especialistas coinciden en decir que se remontaba a los tiempos del caos, mucho antes de la fundación de Roma, en la que sin duda se hacían sacrificios humanos". El nombre que recibe se debe a que la fiesta comenzaba en la misma cueva, la Lupercal, en la que se cree que una loba amamantó a los fundadores del Imperio, Rómulo y Remo.
Un sacerdote daba comienzo a la fiesta del sexo sacrificando a un cordero en honor al dios de la naturaleza. Con ese cuchillo empleado, untaba la cara de los dos chicos que hacían la ceremonia de manera inmediata. Tras esto, los jóvenes salían de la gruta ataviados con un taparrabos fabricado con la piel del animal muerto e iniciaban una carrera a través de las calles de Roma, que consistía en correr mientras gritaban obscenidades y en dar con un látigo a las mujeres. Pero sólo a las mujeres que se encontraban en edad fértil, ya que se supone que azotarlas con un látigo haría que los dioses les trajesen un hijo, mientras que los hombres que recibían los latigazos creían que les proporcionaría buena suerte e iban a ser purificados.
Además hay otros autores como Pierre Jacomet o Jon Juaristi que aseguran que los lupercales eran ritos de iniciación al sexo: "Estaban destinadas a alejar el miedo a la sexualidad, el temor de ser incapaz, el terror a no poder cumplir con el ritual de fertilidad que es la cópula y a perder la calidad de ciudadano del mundo", dice Jacomet. Por su parte, Juaristi afirma que después de la ceremonia se realizaban "ritos orgiásticos como la prostitución de las pastoras".
No hay aún consenso en torno a esta teoría sobre el origen de San Valentín, pero lo que sí se sabe a ciencia cierta es que la Iglesia Católica honraba a este santo cada 14 de febrero con el fin de ocultar los lupercales. "La fiesta fue instaurada en el año 498 por el papa Gelasio I, probablemente en un intento de eliminar la efeméride pagana de las Lupercales, que se celebraban el 15 de febrero. Un festejo relacionado con el amor y la reproducción", afirma el historiador Jesús Hernández.
Ejecutado por oficiar matrimonios prohibidos
Otra de las versiones que pasan de boca en boca es que el sacerdote Valentín desobedeció las órdenes del emperador romano Claudio II, que prohibió a los soldados contraer matrimonio porque decía que los casados peleaban peor en un momento en el que no podían perder más guerras. Valentín se saltó la norma y consiguió una legión de personas que lo apoyaron.
Sin embargo, las teorías sobre el origen de esta festividad son múltiples. Por ejemplo, la consejería de Educación de Reino Unido e Irlanda del Norte asegura que Valentín era una persona cristiana que vivió en el siglo III durante el Imperio Romano y que a pesar de que estaba prohibido practicar esta religión, hizo caso omiso y siguió firme en su fe.
Por esto mismo fue arrestado y, una vez en prisión, cumplió con los deseos de un guardia que pidió ayuda para instruir a su hija en los valores del cristianismo. Dicho y hecho. Pero hubo algo inesperado: la niña recuperó la vista en cuanto se convirtió al cristianismo. Días antes de la ejecución de Valentín se supone que este envió una carta a la pequeña en la que le pedía que "mantuviera la fe" y al día siguiente, un 14 de febrero, le asesinaron.
Además, también según la documentación, los restos del hombre se encuentran en la Basílica de San Valentín en la ciudad italiana de Terni, en donde cada 14 de febrero las parejas acuden para casarse y celebrar que el santo existió.