El reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel por parte de Trump (en detrimento de Tel Aviv) supone encender una mecha en el polvorín de Oriente Próximo cuyas posibles consecuencias pueden ser devastadoras.
En mitad del conflicto con Palestina, la ciudad de Jerusalén surgía como un punto de entendimiento entre las tres grandes religiones que actualmente prevalecen en gran parte del mundo: la cristiana, la musulmana y la judía.
La denominada 'línea verde' declarada en 1949 tras el fin de la guerra árabe-israelí (sin declaración de paz, tan solo armisticio), supuso la división de Jerusalén en dos soberanías: la parte occidental para Israel y la parte oriental, junto con la Ciudad Vieja, para CisJordania.
Sin embargo, las tensiónes entre judíos y musulmanes en la región lleva largos años en activo. Y el momento actual es especialmente complicado, en una auténtica guerra de religiones que ya se está librando en países como Irak, Siria o Yemen; a cuenta de la guerra fría que libran Irán y Arabia Saudí, grandes referentes para los chíies y sunníes respectivamente.
En mitad de estas tensiones, Trump ha decidido cumplir con el argumentario que le llevó a la Casa Blanca y erigirse como un verso suelto, para tomar parte en un conflicto en el que ningún expresidente vio necesario entrar.
En la actualidad, la comunidad internacional no acepta el afán expansionista del gobierno de Tel Aviv, que ha decidido anexionarse la propia ciudad de Jerusalén y las zonas colindantes que pertenecen a CisJordania.
El problema en este sentido es que los palestinos y, por ende, el pueblo musulmán, pueden identificar este gesto como un menosprecio hacia su religión por parte de Occidente. Un movimiento que encaja perfectamente en el argumentario de grupos extremistas como el Daesh.
Los actuales territorios palestinos se separan en dos regiones completamente aisladas entre sí: Cisjordania y la Franja de Gaza. Mientras que la segunda se ha decantado por el islamismo radical como herramienta de lucha contra la ocupación, en Cisjordania ha triunfado un movimiento de corte socialista mucho más moderado.
Este gesto, en la actual coyuntura, puede hacer que los cisjordanos tomen la iniciativa de abrazar los preceptos del radicalismo religioso en pleno retroceso del Estado Islámico en Siria e Irak. La frontera con un enemigo tan acérrimo puede provocar un conflicto especialmente peligroso.
'Violación del derecho internacional'
Sin embargo, la declaración de la capital en Jerusalén, además de provocar tensiones innecesarias, también incumple las sentencias de la ONU, que condenó como violación del derecho internacional la anexión de Jerusalén Este en 1980.
La zona este lleva controlada desde el final de la Guerra de los Seis Días en 1967, aunque se ha producido desde entonces 'de facto' y no de iure'. Los palestinos, que vivían en dicho territorio antes de la ocupación, consideran a la ciudad como la capital de un futuro Estado Palestino independiente.
Sin embargo, la zona se encuentra actualmente colonizada por los israelíes. En total, un 37% son árabes, un 61% judíos y un 1% son cristianos árabes.
A pesar de que el Ejecutivo israelí ha cedido un solar a Estados Unidos por un período de un siglo a razón de un dólar anual, la opción de trasladar la embajada jamás se había realizado. Tanto las administraciones de Clinton, Bush y Obama aludieron a razones de seguridad.
Ahora, el presidente Mahmoud Abbas, ha reclamado ayuda al presidente ruso, Vladimir Putin, y al rey de Jordania Abdullah; para conseguir una vía de diálogo con la Casa Blanca con la que evitar la decisión. Consideran que supone un escollo insalvable para alcanzar la paz.
Oleada de disturbios
La tensión que ha generado el traslado de la Embajada y el reconocimiento de Jerusalén como capital ya está mostrando sus primeros coletazos. El gobierno de Reuven Rivlin ha anunciado el despliegue de refuerzos militares en Cisjordania.
Por su parte, el líder de Hamas ha pedido un alzamiento contra Israel para protestar contra la decisión de Trump. Las movilizaciones podrían tornarse en violentas, una situación que actualmente no interesa a nadie.
Todo ello ha llevado a la Organización para la Liberación de Palestina a llamar a revocar el reconocimiento de Israel y cancelar todos los acuerdos entre ambas zonas. Un movimiento que genera una guerra fría entre ambos y que evidencia la ruptura del frágil equilibrio que ha existido en la zona desde entonces.
Soluciones
En mitad de esta situación, tan solo queda un movimiento de ficha en Washington que ayudaría a templar los ánimos. La decisión partiría porque Trump diese un paso atrás y cambiase la embajada de Jerusalén por la construcción de un Consulado, tal y como ya mantiene la propia UE.
De esta forma, la administración de Estados Unidos contaría con representación en la ciudad, pero sin inmiscuirse en el conflicto de manera explícita. Sin embargo y conociendo la personalidad de Donald Trump, parece que su decisión no cuenta con amplias posibilidades por el momento.