Nos encontramos ya en la segunda mitad de la segunda década del siglo XXI y, aunque nos parezca mentira, los 90 son ya algo vintage. En 2016 la generación nacida en 1998 será mayor de edad, y eso significa que los que nacimos antes tenemos una década que perpetuar en la memoria colectiva.
Por ello, tras recordar los juguetes de los 90 con los que nos divertimos en nuestra infancia, hoy ponemos la vista en los adultos. ¿Cuáles era los sueños de toda familia española noventera, esos con los que crecimos como si fueran la última meta del horizonte? ¿Qué cosas nos ilusionaban en los 90 hasta el punto de removernos toda la noche bajo nuestra manta de flores (ay, cuándo 'el nórdico' era un señor de Roncesvalles...) y hoy son cosas que nos parecen muy accesibles o, sencillamente, una chorrada? ¿Cuál era el 'sueño americano' en la España de los 90?
1 El chalet adosado
En los 90 el anhelo principal era ser rico y llevar una vida de rico, empezando por tener una mansión como las de los famosos. A falta de mansión, el chalet adosado era el sucedáneo ideal. Todo el mundo quería escapar del barrio y tener un chalet adosado, que era más grande, tenía escaleras y, además, no era una casa de campo, porque en los 90 el silencio y la paz interior aún no eran mainstream y había que tener vecinos alrededor. No hacía falta mudarse definitivamente, también podía ser una casa para el fin de semana. Porque sí, en los 90 la gente soñaba con tener una casa solo para los fines de semana. Eran pequeños anhelos que uno veía en los participantes de 'La ruleta de la fortuna' o los concursos telefónicos de 'Sabor a ti'.
2 La parejita
Cuando una pareja (heterosexual y casada, obviamente) tenía un niño y una niña, podía considerar su vida un completo éxito. Dos era la medida ideal, porque "un hijo único no, que luego te sale tonto de estar solo" y más tampoco, "que son mucho gasto". Un niño y una niña era perfecto, porque así el niño cumpliría con su papel de hombre (como veremos después) y, la niña, con el de mujer. Además, así cuando empezasen a salir podían ir juntos de fiesta y el hermano protegería a la hermana, que dónde va a ir sola una chica joven.
Si no se daba la dicha de tener al niño y a la niña, la parejita seguía siendo una buena idea porque oye, si al hacerte viejo te pasase algo, cuatro manos siempre serían más que dos. Como si estuviésemos en la China popular, vaya.
3 Viajar al Caribe
El Caribe en los 90 era una Meca paradisíaca que todo el mundo deseaba pisar, el regalo estrella de los concursos de la tele. Tal era el fenómeno caribeño que hasta Halcón Viajes centró toda una campaña en el personaje de Curro, que se había escapado a las playas de centroamérica. Mientras soñaban con ir al Caribe, nuestros padres tenían que contentarse con alquilar un apartamento en Gandía quince días de verano... Poco después descubrirían que lo mismo que hacían ahí es lo que hubiesen hecho de estar al otro lado del charco.
4 Que te tocase la Lotería
Vale, podréis decir que este es un sueño que todavía tiene la gente... pero en los 90 que te tocase una lotería te apañaba la vida de verdad, y no como ahora. Como todo era más barato, con los 30 millones de pesetas con los que te agraciaba el Gordo te podías comprar una, dos y tres casas, si querías: un piso de 75 metros cuadrados en 1990 costaba unos 7 millones de pesetas y, un coche, en torno a 1,5 millones de pesetas. Y, encima, el décimo era más barato, unos 15 euros.
5 El chalet de la playa
El chalet de la playa era una especie de derivado directo del chalet adosado y el viaje al Caribe. Aunque tener a la parejita era objetivo primordial, si encima se tenía el chalet en la playa uno ya podía considerarse un tipo afortunado, aunque eso implicase ir todos los veranos un mes entero al mismo sitio, año tras año, cual día de la marmota. ¿Quién necesita más? ¿Viajar? ¿Turismo? ¡Mamandurrias!
El chalet adosado tenía una tercera versión, que era el chalet de la sierra. Y una digievolución, que era el apartamento en Marina D'Or, donde todo era posible. Medio Madrid veraneaba en la Ciudad de Vacaciones de Oropesa, así que te tocaba aguantar a los mismos vecinos que el resto del año, pero en otro sitio.
6 Tener un hijo futbolista
Como decíamos antes, en los 90 lo ideal era tener a la parejita, un niño y una niña, para que cada uno cumpliese con su papel de hombre y de mujer. Así que si el niño decidía que quería ser futbolista, un padre no podía estar más contento. "¡Imagínate, Chelo, poder ir a todos los partidos al Bernabéu, con nuestro palco fijo!" y frases similares alentaban el sueño de grandes y pequeños, que todo lo veían posible. Raúl, el del Real Madrid, era uno de esos grandes exponentes que los progenitores inculcaban a sus hijos.
7 El chino de los domingos
Cualquier familia noventera que se preciase celebraba sus domingos comiendo en el chino del barrio. Y lo hacía como si fuese una experiencia en sí misma, como un lejano viaje a la lejana Asia. Era un símbolo de modernidad, señal de identidad de un matrimonio aventurero. En los 90, además, los chinos tienen nombres muy castizos como 'el chino Juan', sin duda porque tenían que ganarse la confianza de los comensales y enfrentarse a leyendas urbanas de la talla de "no hay chinos viejos en las calles porque los sirven en los restaurantes", "los chinos comen gatitos vivos" o "un amigo mío se encontró una tenia solitaria en el plato cuando comía en el chino" (eso lo oí yo con mis propios oídos de niño noventero, y no se me olvida). El chino del barrio aunaba a familias enteras cada domingo y se ganó un rol casi institucional.
8 Salir en la tele
Hoy en día, cuando sales con la cámara a la calle, la gente se tapa, se gira o te increpa "¡que luego mi cara sale por ahí!". Sin embargo, en los 90 la gente se pirraba por verse en la tele. Los graciosos haciendo señas detrás de la reportera de turno eran una constante y, si se cruzaban con un cámara de televisión, enseguida se acercaban con un "¿esto para dónde es? ¿Y cuándo sale?". Si veías que estaban grabando algo en la calle lo contabas a todo el que te encontrabas y lo recordabas para los restos con gran entusiasmo, pero si encima te veías en la tele... tenías ese VHS guardado entre paños. Hoy, el que quiera que su cara se haga conocida, se hace un selfie y lo sube a Twitter.
9 El descapotable
El descapotable, preferiblemente rojo, era otro de esos bienes que aspiraba a tener todo hombre noventero. En su juventud no pudo tenerlo por falta de dinero; en su adultez, porque no le cabían los hijos (la parejita, recordad); y, cuando finalmente nuestros padres se han hecho mayores, han tenido que abandonar su sueño porque se han dado cuenta de que a su edad y con un coche descapotable parecerían el dueño de la mansión Playboy.
10 La moto
La moto era el equivalente adolescente al descapotable rojo. En los 90, a los chavales que peor iban en el colegio se les prometía que, si aprobaban todo, les regalarían una moto. Los padres, muy listos, sabían que ese desembolso nunca llegarían a hacerlo. Hoy en día, y para evitar alguna que otra encrucijada en la que el niño se motivaba y acababa aprobando todo por divina providencia pero aun así no conseguía su moto, a los chavales les prometen videoconsolas que, salvo que haya pelea entre hermanos (parejita o no, estos son otros tiempos), no les va a acabar abriendo la cabeza.
11 Ver a un famoso
En una época en la que no había Internet, Twitter, Facebook ni Instagram y las cadenas de televisión era mucho menos numerosas, los famosos no estaban tan expuestos al público y permanecían en su esfera de glamour. Por eso, encontrártelos en su día a día, yendo a por el pan o bajando a pasear al perro, era todo un acontecimiento. De hecho, la gente que viajaba a Madrid esperaba encontrarse a alguno en Atocha (el hecho de que los pillasen siempre a la salida del AVE daba la sensación de que vivían en el jardín botánico de la estación) o por el centro. Similar a cuando salías por la tele, era algo que no olvidabas nunca.
12 Que Ana Obregón se duchase en '¿Qué Apostamos?'
Todo el mundo quería que se duchase, pero las llamadas de teléfono la salvaban milagrosamente cada semana. Los días en los 90 pasaban lentos esperando que Ana Obregón sufriese un remojón en las duchas de '¿Qué Apostamos?', para goce y disfrute del maestro Leiva. Siempre me declaré fan de esos micrófonos envueltos en papel transparente de cocina. ¡Tecnología puntera en el ente público, claro que sí!
13 Descubrir el misterio de la niebla de 'Lluvia de Estrellas'
Reconoceréis que la dichosa niebla de 'Lluvia de Estrellas' ocupó más de un tema de sobremesa en las casas españolas de los 90. "¡Pero cómo lo hacen!", nos preguntábamos muchos, inocentes de nosotros. Uno no se podía dar por satisfecho en la década noventera si no descubría el secreto de la niebla mágica transformista.