Todo el mundo ha oído hablar en alguna ocasión del 'squirting'. Se trata de una técnica sexual que está de moda entre las mujeres (y también entre muchos hombres, que buscan practicarla para promover su propia satisfacción sexual). Al parecer, el 'squirting' es ese momento en el que una mujer, al correrse, expulsa una gran cantidad de líquido; prácticamente como si se hubiera orinado. Sin embargo, solo se trata de una especie de líquido totalmente incoloro e inoloro.
Tal y como explica Valérie Tasso, la palabra 'squirting' comenzó a utilizarse, seriamente, a partir de la década de 1990. Hasta entonces, no había sido más que una especie de mito. En algunos casos se habían comentado casos similares, pero siempre habían llegando a la conclusión de que se trataba de orina. Fue precisamente la industria del porno quien comenzó a mostrarlo como algo real. Las protagonistas fueron denominadas con el sobrenombre de 'rain women' y la curiosidad del público comenzó a surgir.
Las 'rain women' eran mujeres que, llegando al clímax sexual, expulasaban chorros de líquido que al público le parecían totalmente asombrosos. Esto provocó diversas teorías: hubo quien pensó que no era más que un truco de la industria pornográfica, y que se trataba de orina.
Por otro lado, algunas personas comenzaron a llegar a la conclusión de que sus parejas podrían alcanzar ese estado a través de una estimulación sexual adecuada. El hecho de que el 'squirting' se provocara mediante la penetración y no mediante la estimulación del clítoris (la forma más sencilla de conseguir el orgasmo) se consideró sospechoso desde un primer momento. Y es que se pensaba que esto podía funcionar únicamente para remarcar que en el sexo siempre debe haber penetración, cuando nada más lejos de la realidad.
La polémica en torno al squirting
Fue ahí cuando comenzó realmente la polémica sobre el 'squirting', y sobre todo lo que planteaba. Y es que, como bien explica la sexóloga Valérie Tasso, "también resultaba sospechoso que ahora las mujeres imitáramos la respuesta eyaculatoria del varón". "O bien las mujeres habíamos empezado a mutar por efecto de algún cosmético, o bien quedaba en evidencia que, si bien éramos ya capaces de clonar un ser vivo, de la sexualidad femenina y de la anatomía de su gozo no sabíamos un puñetero carajo", ha señalado, sabiendo precisamente en todo momento hacia donde debían apuntar todas las teorías.
Las mujeres, sin embargo, no han mutado. Se ha demostrado científicamente que hay una especie de próstata femenina que podría funcionar de forma independiente, y que podría llegar a emitir esta especie de eyaculación. No todas las mujeres podrían hacerlo con la misma facilidad, pero sí podrían hacerlo todas en menor o mayor medida. El hecho de que esto se haya descubierto tan tarde apunta, sin lugar a dudas, a que la sexualidad de la mujer, aún a día de hoy, sigue siendo una gran desconocida.
Es sorprente que sepamos tanto sobre cómo los hombres alcanzan el placer sexual, y que haya tanta incógnita sobre cómo las mujeres disfrutan el mismo acto. Como explica Tasso, estos intentos de conocer la técnica del squirting "dejan sin resolver, sin reivindicar y sin indignar lo suficiente esa demostración palpable, mutiladora, represiva y atroz de la eficacia de la ocultación de la sexualidad femenina y la poca importancia que, para la humanidad, ha tenido el saber qué, cómo y por qué siente una mujer".
Otra forma de machismo
El quid de la cuestión es, básicamente, que los deseos y los placeres de las mujeres han vuelto a quedar en un segundo plano. La sexualidad femenina se ha reprimido desde tiempos inmemoriales, se ha tratado como si fuera propia del demonio, como si fuera algo de lo que las mujeres deben avergonzarse.
Buena prueba de ello es que, aún en pleno siglo XXI, continuamos criticando a las mujeres que declaran abiertamente sentir el mismo deseo sexual que los hombres. Se sigue manteniendo el estereotipo de la mujer sumisa, discreta y, sobre todo, silenciosa respecto al sexo. Que una mujer disfrute está casi mal visto, porque el sexo debe ir enfocado a la satisfacción del hombre.
De ahí que se entienda por acto sexual únicamente la penetración, y que este siempre deba acabar cuando el hombre llega al clímax. Si el hombre se ha corrido, da exactamente igual que la mujer lo haya hecho o no. No sucede en todas las relaciones, pero es algo más común de lo que pensamos y que nos afecta a todas nosotras.
Reprimir la sexualidad femenina es otra forma de machismo, una forma de coartar los deseos sexuales (y, con ellos, parte de la naturaleza) de una mujer. Y deberíamos reflexionar al respecto, sin lugar a dudas.