El caso de Venezuela es el de un país que, debido a su infinita riqueza, pudo serlo todo pero fracasó por llevar el populismo al poder y abrasar todos los resortes democráticos hasta viciar el sistema por completo. La Venezuela de Hugo Chávez vivió esperanzada los primeros años pero pronto se nubló el, hasta entonces, despejado horizonte del bravo pueblo venezolano. La era de Nicolás Maduro es, simple y llanamente, indescriptible, pues no se atisba un solo acierto en su gestión. Pobreza, desigualdad, represión y poder omnímodo del otrora presidente, ahora tirano.
España es el país europeo que más vínculos puede tener con Venezuela, así como con gran parte de América del Sur, algo que se entiende con tremenda facilidad si atendemos a la historia compartida. La visita de Juan Guaidó a Madrid fue un acto de tremenda fortaleza para el presidente encargado, que encontró en la Puerta del Sol de la capital la diáspora venezolana más numerosa y entregada de toda su gira internacional. Tan solo una piedra en el zapato, la negativa de Pedro Sánchez a recibir a Guaidó en La Moncloa, como sí hicieron otros líderes internacionales, desde Donald Trump a Emmanuel Macron. A cambio, pudo entrevistarse en Casa América con la Jefa de la Diplomacia española, la recién nombrada Ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, algo que, para algunos, supo a poco. La oposición salió en tromba a criticar al presidente porque entienden que este giro en lo que respecta a Venezuela viene impuesto por su socio de Gobierno, Unidas Podemos.
Lo realmente importante de todo esto es la postura que han tomado todos los partidos españoles respecto a la dramática situación que se vive en Venezuela, pues lejos de mostrar preocupación y aportar, en la medida de sus posibilidades, soluciones, tan solo pretenden embarrar la política nacional con un tema de política exterior.
Venezuela, en el centro de la política española
¿Por qué el debate político español de los últimos días gira en torno a Venezuela? Si bien es cierto que José Luis Ábalos, ministro de Transportes y Movilidad, debería haber dimitido o sido cesado de inmediato, no solo por reunirse con la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, sino por mentir al pueblo español, no es menos cierto que la oposición está utilizando a Venezuela para beneficio propio, lo que ya nos indica lo poco que realmente preocupa y lo mucho que rentabiliza -o al menos eso intentan-.
Rodríguez, al igual que otros dirigentes del régimen de Maduro, tiene prohibido el tránsito por territorio perteneciente a la Unión Europea según las sanciones aprobadas en 2017 por la misma, algo que, salvo que se cursara comunicación expresa del gobierno español a las autoridades comunitarias, no se respetó con su aterrizaje en Madrid. Esto es lo realmente grave, todo lo demás responde a intereses partidistas que poco o nada de valor tienen para este análisis.
Lo anteriormente explicado no es óbice para reconocer que la estrategia de la oposición es desproporcionada y, en algunos momentos, hasta ridícula; pues Venezuela no es la principal preocupación de los españoles y, ni de lejos, es el principal problema patrio. Que en la última Sesión de Control al Gobierno celebrada en el Congreso de los Diputados no se preguntase sobre los datos del paro o la ralentización del crecimiento económico, pero sí sobre Venezuela ya nos da pistas del brutal error que está cometiendo la oposición.
Pedro Sánchez reconoció hace poco más de un año a Guaidó como presidente encargado de Venezuela, pero el otro día se desdijo y cambió su versión, ahora es líder opositor. Error de manual de un presidente que debe muchos favores a socios con intereses muy particulares, pero en ningún caso se creó un problema nacional por este cambio de postura. ¿Por qué los partidos de derecha han concentrado todas sus fuerzas en este tema? Porque han creído encontrar un filón para ganar votos pero, como siempre que se sobreactúa, puede volverse en contra.
El papel de España en la situación de Venezuela
Que Venezuela necesita abandonar la espiral de pobreza y tiranía en la que se encuentra inmersa es una evidencia. Que para ello necesitará el apoyo internacional lo sabemos todos. Que la solución no está en buscar el enfrentamiento radical ya se ha comprobado en otros países que sufrieron las mismas dolencias. Que España, en tanto y cuanto país miembro de la Unión Eupea, puede abanderar la defensa de la reinstauración del orden constitucional, la democracia y el respeto a los Derechos Humanos nadie lo va a discutir. Pero cuidado con la ceguera que provoca erigirse en protección y guía absoluta, porque puede salir caro.
Sánchez se equivoca al poner distancia de los países más desarrollados y libres del globo, pero la oposición debe dejar ya la sobreactuación y la explotación hasta la extenuación de un tema tan delicado y complejo, porque si la solución fuese tan fácil, ya se habría tomado. En esto, como en todo, la política española debe ir al rincón de pensar durante unos minutos y, después, reflexionar de forma serena para levantar el pie del acelerador, pues no es este un tema que solucione con velocidad sino con fondo.