"No sé cómo podéis ver eso". Cuando hace unas semanas una de mis amigas decía esto en un grupo de WhatsApp mientras el resto comentábamos con una pasión absoluta el estreno de la tercera temporada de 'La isla de las tentaciones' recordé otras ocasiones en las que había escuchado esa frase. Creo que la primera vez que la oí fue en boca de mi padre. No sé si fue viendo 'Supervivientes', 'Gran Hermano' o cualquier tarde tonta viendo 'Sálvame'. Mi padre y mi amiga no son más que otro ejemplo de esa gente que critica fervientemente la mal llamada "telebasura".
Este término, que ya huele a cerrado, surgió en Estados Unidos en la década de los 80 y a nuestro país llegaría diez años después con el arranque de las cadenas privadas. Tomó más fuerza ya entrado el siglo XXI con el estreno de 'Gran Hermano' y los programas satélite que surgirían a raíz del reality más famoso del mundo. El contenido que ofrecen esos programas forma parte de nuestro día a día sin cámaras y quizá por eso lo disfrutamos tanto. Todos hemos escuchado una discusión del vecino a través de la pared del salón, hemos comentado la infidelidad de un conocido en la terraza de un bar y nos hemos reído con la manera de hablar de algún compañero de trabajo.
Lo que parece que aún no hemos conseguido es acabar con esa superioridad moral o intelectual de aquellos que lo critican. Porque lo hacen desde su visión, siempre cargada de prejuicios, de que ese tipo de programas nos hacen peores personas, nos atontan y nos sitúan en un escalafón social inferior. Yo, personalmente, esto lo he vivido en grupos de WhatsApp, en el salón de mi casa, pero también en conversaciones con profesionales de la televisión. Esa forma de hablar de este tipo de televisión como por encima del hombro está en todas partes.
Como en todas partes estaba la conversación sobre lo que había pasado la noche anterior en 'Crónicas Marcianas' cuando se emitía el programa de Xavier Sardà en Telecinco. Programa que nadie reconocía ver pero del que todo el mundo estaba al tanto. Y es que, por lo que sea, esa gente que niega y critica ver programas de entretenimiento puro y duro, que al final es lo que son, debe tener la tele puesta siempre en un canal que no computa en audiencias. Porque mientras ellos, los que rechazan la "telebasura", se preguntan cómo podemos ver ese contenido, los programas culturales de La 2 se hunden en audiencias.
No hay que restar valor ni a una cosa, ni a la otra. La audiencia no lo es todo (aunque para las cadenas sí lo sea, de alguna forma hay que pagar esos programas). Lo que hay que hacer es entender el tipo de programa que estamos viendo. Porque nos puede apetecer analizar la actualidad con Mamen Mendizábal desde 'Más vale tarde' o vibrar con las entrevistas de Ana Pastor en 'El objetivo', pero otras nos apetece relajarnos y disfrutar de, ¿por qué no decirlo?, la miseria ajena desde el entretenimiento que nos propone 'La isla de las tentaciones'. Sin ir más lejos, el pasado fin de semana disfruté viendo a Belén Esteban contestando a "la Jose", la artista antes conocida como María José Campanario, en 'Sábado Deluxe' y, al día siguiente, sufrí con cada testimonio que Gonzo nos acercaba en el 'Salvados' dedicado al racismo.
Del mismo modo, a veces nos apetece estar en casa, tiradas en el sofá con un chándal de mala muerte escuchando la discografía de Chenoa, y otras optamos por ponernos nuestras mejores galas para ir a una cita con alguien que hemos conocido en Tinder para causar buena impresión. Quizá, en esa cita, ocultemos durante algunos minutos nuestros gustos televisivos, porque esa sociedad de la superioridad moral lleva años diciéndonos que ver 'Sálvame' está mal. Lo bueno es que no vemos solo 'Sálvame' y podremos hablar de las últimas elecciones de Estados Unidos porque también hemos estado pegados al minuto a minuto de Ferreras en su especial de laSexta. Pero seguramente acabaremos soltando el irónico "uff, qué pena" de Ylenia cuando concluyamos que Donald Trump ha perdido las elecciones.
Que yo vea un programa u otro no me hace mejor ni peor. Que me sepa casi de memoria los ganadores de todas las ediciones de 'Supervivientes' no quita que también acuda a otros programas más culturales o serios para informarme y aprender. Y es que estos eran algunos de los objetivos de la televisión en su origen, informar y enseñar. Pero con el tiempo se ha demostrado que la que en algún momento llamaron "la caja tonta" tiene un inmenso poder para entretener. Y teniendo en cuenta que el ser humano, teóricamente, es un ser complejo, tiene la capacidad para ver con la misma pasión todo el tipo de contenido que se ofrece a día de hoy en televisión, que no es poco. Disfrutemos de ello.