Es posible que muchos no sean conscientes de ello, pero se trata de una de las mujeres más influyentes de este planeta. Se llama Shonda Rhimes y su profesión es entretenerte. Por su cabeza pasan multitud de historias cada minuto del día, historias que se dedica a contar a través de los míticos personajes de los que puede presumir ser creadora. Personajes que traspasan nuestra pequeña pantalla y que, incluso, han llegado a hacer historia.
Shonda Rhimes no es solo una mujer negra estadounidense. Es mucho más que eso, pero inevitablemente son dos características que construyen un perfil difícil de defender en una sociedad gobernada por y para hombres blancos. Uno no puede negar que vivimos en un momento sensible de nuestra historia, en el que las oportunidades parecen brotar con más facilidad, pero al mismo tiempo esconden un oscuro precio que Rhimes no parece estar dispuesta a pagar.
La guionista y productora estadounidense se ha ganado su trono en la industria de la televisión americana a base de esfuerzo, trabajo y dedicación. Y con la intención clara de demostrar que su talento merece la pena, a pesar de que no se lo hayan puesto nada fácil. Shonda Rhimes acumula casi millón y medio de seguidores en las redes sociales, pero de ella dicen que es la humildad personificada. Quizá sea su autenticidad la que provoque la admiración de millones de personas que disfrutan con sus series.
Su equipo confiesa que saca lo mejor de ellos. No debe de ser difícil, Shondaland es la productora que alberga todo ese talento junto en su estudio hollywoodiense, de la que la productora admite haber fundado con la intención de dar mayor proyección a su equipo. Y es que es muy posible que el éxito de sus productos sea consecuencia de su buen hacer capitaneando el barco que la ha hecho millonaria.
Un barco que atraca cada noche de jueves en la cadena estadounidense ABC. Lo llaman el Shondaland Day, un día a la semana en el que emiten el pase de los nuevos capítulos de sus ficciones: 'Scandal', 'Anatomía de Grey', 'Cómo defender a un asesino' y 'The Catch'. El nombre de estas series es una demostración más de la intachable trayectoria de la guionista, que acumula reconocimiento y éxito a partes iguales. Se habla, incluso, de que la parrilla estadounidense de los jueves podría completarla otras dos ficciones más de su autoría que ya estaría preparando.
Pero, quizá, sería más honesto ahondar más en otros aspectos de su triunfo. Porque no es casualidad que todo producto que toca Shonda se convierta en oro. Si sus creaciones traspasan las fronteras tiene que ver con su incansable intención de traspasar el alma de sus espectadores a través del alma de sus personajes. Puesto que la guionista no dedica su tiempo a construir personajes superfluos y nimios, sino más bien todo lo contrario.
Detrás de cada uno de ellos hay una clara intención de decir o, mejor dicho, de contar algo. Identidad propia, carácter, fuerza, personalidad, carisma y decisión son solo algunas de las características coincidentes entre sus pequeñas hijitas de la televisión. Porque su punto fuerte son los personajes femeninos: Meredith Grey u Olivia Pope son dos ejemplos de ello.
Shonda habla de personajes "tridimensionales", con aspectos reconocibles con los que pueden sentirse identificados millones de espectadores, que conectan con un público honesto, moderno y, sobre todo, con criterio. Esa es una de las claves de su éxito: no se conforma con enganchar a un público fácil, sino que va más allá. Su pretensión pasa por atrapar al espectador y generar en su estómago esa pulsión que transmiten sus personajes.
Ni qué decir tiene la importancia de mostrar en horario de máxima audiencia en el tercer país más habitado del mundo una radiografía del mundo real, que a veces desearíamos que fuese irreal. Por supuesto, las series de Shonda Rhimes acumulan tintes literarios y componentes emocionales que se alejan, como en toda obra de arte, de nuestra realidad, pero quizá sus ficciones han hecho más por eliminar las barreras raciales que cualquier política antirracista.
Dice Shonda que ella no es antropóloga, que vive en el mundo real. Un mundo donde las mujeres y, en general, las personas negras trabajan duro para ser respetadas, para sentirse parte de una sociedad cada vez más dividida. Y eso es lo que intenta reflejar en sus obras: la comunidad negra estadounidense y, ya que estamos, las del resto del mundo, que así se sienten acompañadas en su camino hacia la liberación de los prejuicios y la ignorancia que reina todavía en muchas partes del mundo, empezando por el país en el que nació Shonda y que ahora es gobernado por Donald Trump.
Probablemente, si leyera este artículo se enfadaría al comprobar que se sigue hablando de ella como ejemplo de fuerza, de coraje, de instinto en un mundo de francotiradores que aprietan el gatillo por la espalda. Pero, al mismo tiempo, valoraría lo necesario que resulta escribir, todavía a día de hoy, sobre esto. "Lo que más me enorgullece es que he dado pie a esta conversación, pero me sentiré mucho mejor el día que no hablemos más de ello", le confesaba recientemente a una periodista de El País. Y es que, gracias a personas como Shonda Rhimes, algún día este texto no tendrá sentido.