Liliana Segre nació el 10 de septiembre de 1930 en Milán, ciudad en la que vivió hasta que con tan solo 13 años fue deportada al campo de concentración de Auschwitz junto a muchos de sus familiares. Ella formó parte de los 776 niños italianos menores de 14 años que fueron a parar al conocido campo. De ellos, solo sobrevivieron 25 entre los cuales se encontraba ella.
Ahora, casi 75 años después del final de la Segunda Guerra Mundial, Segre —nombrada Senadora Vitalicia por el Presidente de la República Italiana Sergio Mattarella por "sus altos méritos en el campo social"— se vuelve a enfrentar cada día al acoso racista. Las más de 200 amenazas e insultos que el Observatorio Antisemita ha calculado que recibe diariamente a través de las redes han provocado que la senadora se haya visto obligada a ir acompañada de una de dos carabineros en todas sus salidas públicas.
Aunque Segre no ha querido pronunciarse tras esta polémica medida, su hijo ha declarado sentirse "más tranquilo" ya que, además, la presión sobre la senadora era aún mayordesde que hace unas semanas propusiese crear una comisión parlamentaria para combatir el odio, el racismo y el antisemitismo.
La Cámara Alta italiana aprobó esta moción con 151 votos a favor, pero lo hizo con la abstención de los tres partidos de la derecha italiana: La Liga, Forza Italia y Fratelli d'Italia. El líder ultraderechista de la Liga, Matteo Salvini, rechazó esta moción argumentando que introducía límites a la libertad de expresión y añadió: "Es una comisión soviética, debéis releer '1984' de George Orwell. Es adecuado condenar la violencia que no volverá, pero no amordazar al pueblo".
Esta actitud de la derecha recibió críticas como la del presidente de la República, Sergio Mattarella, y la del Vaticano, dado que rompe con el consenso social que ha rodeado este asunto en la política italiana tras la Segunda Guerra Mundial.
No es un caso aislado
Y es que las asociaciones y los ataques abiertamente fascistas están a la orden del día en Italia. Encabezado por los colectivos de CasaPound y Forza Nuova, el nuevo fascismo italiano enarbola "sin complejos", como dirían algunos partidos de nuestro país, la bandera de este movimiento racista y populista. El de Segre no es el único caso ya que en los últimos tiempos se está viviendo un repunte de ataques racistas y de extrema derecha en ese país. De hecho, en un sondeo reciente del Instituto Eumetra para Mediaset el 73 % de los encuestados consideraron que Italia se está convirtiendo en un país racista mientras que otra encuesta del instituto Ixè para la Rai el 69 % de los preguntados aseguraron que el antisemitismo se estaba extendiendo.
Por ejemplo, tan solo un día antes de que se conociesen las nuevas medidas de seguridad de la senadora, fue incendiada, por segunda vez en menos de 6 meses, la librería-cafetería La Pecora Elettrica en un barrio de la periferia de Roma, referencia para los sectores antifascistas de la capital. Las llamas calcinaron de nuevo el local, justo la noche antes de su reapertura tras el primer incendio, que tuvo lugar el pasado 25 de abril —el mismo día en el que celebra el aniversario de la liberación del nazismo—. También en la capital, este verano cuatro jóvenes recibieron una paliza por parte de una decena de ultras, solo por el hecho de llevar una camiseta de una asociación que proyecta películas gratuitamente en algunas de las plazas de la ciudad. "Llevas la camiseta del Cinema America, eres antifascista, quítatela rápido y te vas rápido de aquí", recriminaron a uno de los jóvenes.
No solo en Roma tienen lugar este tipo de ataques. A principios de noviembre el futbolista Mario Balotelli recibió todo tipo de insultos racistas durante un partido en Verona, motivo por el que el jugador siciliano amenazó con abandonar el campo.
Liliana Segre es la cuarta mujer nombrada Senadora Vitalicia en Italia. Recibió este reconocimiento el pasado 19 de enero de 2018, coincidiendo con el 80º aniversario de las Leyes Raciales Italianas, por haber dedicado gran parte de su vida a visitar escuelas para contar los horrores que vivió.
Fue a partir de 1990 cuando decidió romper su silencio y comenzó a ofrecer conferencias y asambleas para contar su historia a los más jóvenes y dar voz a todos los millones de personas que no sobrevivieron a la Shoá. Asimismo, durante los últimos años, sus testimonios también han formado parte de documentales y libros en los que se relatan estos oscuros años de la historia mundial.