El Primer Ministro de Canadá desde el pasado mes de octubre representa a esa nueva generación de políticos abiertamente socialistas en sociedades hace tiempo institucionalizadas en el capitalismo. El fenómeno, surgido en los países anglosajones, nos es más desconocido por el afán de los medios de comunicación por comparar a la izquierda española con la sudamericana y el afán de los propios partidos por compararse con la socialdemocracia nórdica -extremadamente liberal-, cuando los verdaderos modelos deberían ser Jeremy Corbyn -Reino Unido-, Bernie Sanders -Estados Unidos- y el propio Justin Trudeau de Canadá.
El meteórico ascenso de estas figuras realmente socialistas tiene un denominador común con otros ejemplos más cercanos de grave traición a la izquierda por parte de gobiernos aparentemente socialdemócratas. Syriza, Podemos, Bloco de Esquerda, Front de Gauche... mucha culpa de esta nueva política la tienen los fracasos de Tony Blair, Bill Clinton, Zapatero, Papandréu, Hollande y compañía; y está naciendo en países donde mencionar la palabra 'socialismo' era como mentar a la bicha que debían aborrecer desde la Guerra Fría, de ahí la divertida campaña por las primarias demócratas entre Hillary Clinton y Bernie Sanders, por ejemplo.
Vamos a comprobar ese paralelismo desde el gobierno de uno de los que ha sido más sorprendente y ejemplarizante, Justin Trudeau.
1 Transparencia y regeneracionismo político
Si por algo se caracteriza la línea de gobierno de Justin Trudeau -arrasó con un 40% de los votos- es por el abanderamiento de la transparencia política, hablando de un "gobierno abierto por defecto". Este tipo de política tiene una tradición muy extendida en el Reino Unido por ejemplo y a España ha tratado de llegar de la mano de las alcaldías del cambio, pero se han visto lastradas los últimos meses. La ley de transparencia, no obstante, es un paso adelante que no contenta a ningún partido.
Del mismo modo Trudeau apuesta por las listas abiertas en los comicios y, como novedad importante, por la libertad de voto legislativo para los representantes en la cámara, cosa que en España no aplica ni un solo partido en el espectro ideológico de izquierdas, más preocupado de formar grupos parlamentarios para controlar el voto -el de derechas por supuesto no se contempla-. Un pequeño atisbo de esta libertad de voto en España podríamos empezar a verla en los diputados de En Marea y En Comú Podem si finalmente se cumple el funcionamiento de ese heterogéneo "grupo parlamentario confederal".
Es curioso que Trudeau haya alcanzado este puesto desde el Partido Liberal (los Grits), que lidera desde 2013, el cual tradicionalmente ha sido de centro y el revulsivo de la renovación ha logrado convertirlo en un partido más progresista incluso que los socialdemócratas del NPD.
2 En contra de recortes y austeridad
Al más puro estilo Syriza en campaña, el Primer Ministro canadiense se ha mostrado siempre contrario a la austeridad fiscal extremada, que consiste no en una rebaja del gasto superfluo sino un inherente recorte en los servicios públicos con un pretexto como la crisis de deuda.
Muy similar a las tesis de Podemos, y sobre todo de IU, es la propuesta de Trudeau de bajar los impuestos a la clase media canadiense para subirlos al 1% más rico, que en muchas ocasiones evadían el pago de impuestos en sus países aun siendo los más patriotas de la nación. En Canadá el GST -una especie de IVA federal complementado por impuestos provinciales- está en el 5% y eso no impide hablar de gasto público, siguiendo algunas líneas de inversión como las llevadas a cabo por Obama y la Reserva Federal de EEUU.
3 Derechos sociales y diversidad social
Además de una clara apuesta por preservar el medio ambiente, Justin Trudeau se ha mostrado inflexible en los derechos de las mujeres. "No es el rol de ningún gobierno legislar en lo que una mujer decide hacer con su cuerpo", lo cual se evidencia en su visión laxa de la regulación del aborto. Este es uno de sus principios básicos, junto a la defensa a ultranza del matrimonio igualitario para personas de cualquier sexo.
Ambos aspectos han sido demonizados en España por el PP cuando Zapatero tuvo el coraje de afrontar la renovación social -que por primera vez situaba a España a la vanguardia de la tolerancia y no a rebufo- para luego acabar aceptando por presión social. Cualquier gobierno ya del signo que sea debe defender estas libertades básicas del individuo, más si entendemos que España es el país que más aceptación muestra con la homosexualidad de todo el mundo (un 88% en 2013).
Igualmente su compromiso con la igualdad es tal que su gabinete de gobierno se conforma por 15 mujeres y 15 hombres, muchos menores de 50 años y procedentes de absolutamente todas las provincias del país como muestra de la plurinacionalidad que en el país tiene. Incluso una de las nuevas dirigentes de los departamentos, Maryam Monsef, fue refugiada hace 20 años tras huir de su país natal, Afganistán.
Se ha comentado el controvertido tema de la legalización de la marihuana y las drogas blandas por la oportunidad que traería de acabar con las mafias y el narcotráfico. La sanidad pública estaría capacitada de gestionar este tema gracias a sensibilización social e información. En nuestro país encontramos la réplica en Ciudadanos, que apuesta por una regulación liberal en el sentido de poder sacar provecho desde el gobierno del negocio de las drogas -como se hace con el alcohol y el tabaco- del mismo modo que ocurre en Holanda. Trudeau y partidos de la izquierda española como IU apuestan por una regulación como la de Uruguay y el ejemplo de José Mujica, el primer país en legalizar la marihuana -no despenalizarla-.
4 Antibelicismo y apertura a refugiados
Canadá ha sido uno de los más comprometidos con la crisis de los refugiados por la guerra de Siria. El Primer Ministro ofreció hasta 100 millones de dólares para poder acoger a unos 25.000 refugiados, más de lo que cualquier país de la Unión Europea haya llegado a aceptar a pesar de ser causantes de la guerra de Siria y el alzamiento del Estado Islámico de Irak y Siria. Todo como contrapunto a las trabas que su conservador predecesor, Harper, puso al derecho de asilo, como Rajoy y otros presidentes europeos que ahora están pendientes de hacer cargar a Turquía con todos los refugiados que pretendían acoger -previo millonario pago-. En este aspecto, las alcaldías del cambio sí han estado acertadas pues Barcelona en Comú y Ada Colau organizaron una red de ciudades-refugio. También Mónica Oltra propuso llevar a la Comunidad Valenciana un crucero lleno de refugiados para su acogida.
Además de esto, Justin Trudeau dijo "no" a la guerra con el Daesh, en contra del criterio de Francia, que pretendía seguir con ataques brutales que en realidad iban dirigidos a la población civil. No es nueva la repulsa a los líderes que no quieren invadir países islamistas: si en España se acusa a Podemos de ser ETA; en Reino Unido no colaría la relación de los laboristas con el IRA a estas alturas, de modo que David Cameron acusa a Jeremy Corbyn de ser simpatizante del terrorismo islamista. Corbyn, por su parte, respondió dando libertad de voto legislativo a su grupo.
5 Laicismo, separación de la religión y el Estado
En Canadá no serían factibles patrañas como las anteriores porque el mismo Trudeau se define como católico. Precisamente su catolicismo y su liberalismo hacen tan interesante su figura progresista: considera que "la religión es ajena al servicio público" como parte de la intrínseca definición de lo que es ser liberal. No se le puede acusar de ser estalinista, precisamente. En España, los liberales son sectores de PP y Ciudadanos, muchos de los cuales (opusdeístas) no contemplan el laicismo ni en sus peores pesadillas.
6 Independentismo
En Canadá la región con mayor sentimiento separatista es Quebec, pero el contencioso ha estado mal manejado desde siempre. Se han realizado referéndums en 1980 y 1995 con resultados independentistas del 40% y el 49%, respectivamente.
Ahora, un gobierno del partido independentista de la región de Montreal se ha propuesto seguir el proceso secesionista. Si el Reino Unido supo responder con referéndum en Escocia seguido de más autogobierno, Trudeau, contrario a la secesión, habla abiertamente de ahondar en el federalismo canadiense y de bilingüismo -el hecho diferencial de Quebec es el regionalismo francófono-. Esa apuesta por la diversidad y la tolerancia de quien reconoce la plurinacionalidad -se reconoce a Quebec como nación dentro de Canadá- es la única manera de asegurar la unidad pero no la identidad única.
Parece que su mayoría absoluta le permitirá hacer frente a la situación de desafío. En España se produce un extraño escenario para dar salida al conflicto catalán que PSOE con su federalismo y Podemos con su referéndum deberían combinar porque la solución pasa por ambos casos, no por uno solo. Y, por supuesto, Cataluña seguirá creando independentistas a no ser que se aplique una solución al estilo de Quebec o Escocia y no españolizando a los alumnos catalanes.