Parece que muchas veces nos acostumbramos a convivir con nuestras emociones como algo interno, y no sería malo si no fuese porque no siempre son buenas y en ocasiones pueden ocasionar ciertos problemas. Pero todo empieza dentro de nuestra mente, en la manera en la que pensamos sobre nosotros mismos, en la manera en la que "nos hablamos".
Según las investigaciones de Richard Schwartz y otros especialistas de campo de los llamados Sistemas Familiares Internos, deberíamos contemplar cada emoción como la proyección de una parte de nosotros mismos, y para ello es muy importante saber cómo pensar y observar nuestras emociones.
Como explican en Psychology Today los expertos David Fessell y Joel Klepac, el hecho de "no estar fusionado con ese sentimiento específico, al mismo tiempo que te aporta curiosidad y compasión, abre un mundo de posibilidades".
La clave está en la observación
Según Fessel y Klepac deberíamos comenzar analizando nuestras emociones con la frase "Una parte de mí se siente...". Porque debemos ser conscientes de que nuestros sentimientos no proceden de todo nuestro ser, sino que debemos entender nuestro cerebro como una serie de determinados fragmentos que debemos ser capaces de observar desde fuera de manera individual. La observación es la clave para aprender a dominar nuestras emociones.
El objetivo está en descubrir una emoción en concreto, cosa que no puede hacerse cuando nos percibimos como una unidad indivisible. A partir de ahí, y siempre según estos especialistas, podemos hacernos otras preguntas: ¿Tengo la tentación de deshacerme de esa parte inmediatamente porque lo que me expresa es demasiado desagradable?
Fessell pone como ejemplo la experiencia del propio Keplac para ilustrar el proceso: "Al notar una sensación de incomodidad, una opresión en el pecho y casi una sensación de congelación, sintió curiosidad. ¿Por qué este sentimiento aparece de esta manera? Porque una parte de mí se siente ansiosa por no ser perfecto. No soy simplemente ansiedad: estoy experimentando una parte ansiosa".