La crisis reputacional que terminó con la abdicación del rey Juan Carlos en 2014 comenzó a escribirse dos años antes, el 12 de abril de 2012, a 8.000 kilómetros de España, concretamente en Botsuana. El monarca se encontraba de safari con su amiga entrañable, Corinna Sayn-Wittgenstein, en pleno estallido del caso Urdangarin, algo que colmó la paciencia de los españoles, ahogados en plena época de escasez y recortes sociales.
El rey Juan Carlos parecía completamente ajeno a aquellas peticiones de "apretarse el cinturón" y "haber vivido por encima de nuestras posibilidades" que se lanzaban desde las instituciones, al menos según las declaraciones que lanzaba por entonces, tal y como publica OKDiario "Hago lo que me da la gana porque para eso soy el rey de España", le decía a Corinna.
Un día antes de esas declaraciones, el monarca, había cazado un elefante en el delta del Okavango. Casi cuarenta años de reinado después, el rey Juan Carlos creía mantenerse ajeno a cualquier problema. Pero todo iba a cambiar tras una noche de juerga, en la que iba a tropezar y fracturarse la cadera. La fiesta terminaría con un gran calvario.
Su traslado a España destapó al monarca en un safari de lujo en plena África mientras que los españoles vivían escaseces. Ahora, diez años después, se reconstruye el escándalo que dio pie al final del reinado de Juan Carlos I.
"El rey se nos muere. Sufre una hemorragia interna"
La decisión de adelantar la llegada a España del rey Juan Carlos partió de su 'amiga entrañable' durante cinco años, Corinna Sayn-Wittgenstein, enormemente preocupada por el estado de salud del Jefe del Estado: "El rey se nos muere. Sufre una hemorragia interna", le había trasladado Vicente García-Mochales, jefe de Seguridad del monarca.
Mochales ya le había comentado en el desayuno que el rey se encontraba indispuesto, pero en ningún momento notó en él ninguna expresión de gravedad. Las nuevas impresiones del teniente coronel de la Guardia Civil, sin embargo, elevaban la preocupación hacia otro escenario.
Las palabras "hemorragia interna" despertaron la máxima preocupación, y cambiaron los planes. Corinna se estaba preparando para una excursión en helicóptero con su hijo de diez años, que le había recomendado el rey previamente. "No te preocupes, haced la excursión en helicóptero para tomar fotos. os vemos más tarde", le habría dicho, según publica el periodista Manuel Cerdán. Pero Mochales se presentó en el helipuerto para confesarle que el rey estaba en peligro de muerte.
Una fiesta de riesgo
El peligro había partido de la noche anterior. El rey había montado una fiesta en la que, según el citado medio, se había excedido con la bebida, sobre todo con el vino, y el golpe en la cadera tras pegarse un batacazo, colocaban la salud del Jefe del Estado en una situación crítica.
Se trataba de una fiesta en el campamento del Delta que se alargó hasta altas horas de la madrugada. El rey se habría llevado al safari todo un cargamento de botellas de Vega Sicilia y Alión, unos de sus caldos favoritos producidos por el mismo viticultor de las bodegas de Valbuena y Peñafiel, respectivamente, en la Ribera del Duero.
Corinna sabía menos de la historia, porque en la noche anterior se había retirado a sus dependencias con su hijo a las 9:15 de la noche tras la cena. Juan Carlos y sus amigos, según publica OKDiario, se quedaron hasta altas horas de la madrugada. En ese momento, el citado medio publica que "el Rey estaba bebido total. Se había pasado con el vino".
OkDiario continúa: "El monarca era un poseso en materia de la bebida y la comida. Daba instrucciones para que, en sus viajes, aunque fueran a África, nunca faltara jamón de bellota, tortilla de patata, latas con ventresca de atún y sardinas, entre otros alimentos".
La vuelta a España
El rey Juan Carlos, "aún sufriendo el dolor de su maltrecha cadera, no perdonó unas copas de vino", explica OKDiario. Uno de sus pasajeros del jet le había comentado a Mochales que convenciera al rey para que dejara la bebida por si lo tenían que llevar directamente al quirófano, como finalmente sucedió cuando llegó al aeropuerto de Torrejón, para operarlo de urgencia, pero el jefe de Seguridad no se atrevió.
Corinna lo había intentado antes, pero su expareja le contestó: "Yo soy el rey de España y hago lo que me da la gana". Mochales era la persona más adecuada para pedir al monarca prudencia con la bebida porque pertenece, como teniente coronel de la Guardia Civil, a la Unidad de Seguridad de la Casa de SM el Rey desde el año 2007.
La Guardia Civil da protección a la monarquía española desde 1979. El departamento depende de la Secretaría General de la Casa de su Majestad el Rey y, cuando Juan Carlos abdicó, estaba formado por 300 profesionales de la seguridad del Estado, bajo el mando del general Barrós.
Mochales, que procede de una familia de militares, es un experimentado jefe del instituto armado que se encarga de la seguridad de Su Majestad (SM) desde antes y después de su abdicación en 2014. Es la persona de más confianza de Don Juan Carlos que se encarga de su protección y de la logística de los viajes. En la actualidad, se encuentra en Abu Dabi dirigiendo la seguridad del rey emérito con un equipo de media docena de guardias civiles.
El teniente coronel siempre aparece en un segundo plano en las imágenes públicas del rey Juan Carlos, buscando pasar desapercibido. Está considerado como un profesional serio, eficaz y de total lealtad al monarca. Tal es su grado de fidelidad, que su nombre figura en los documentos de la compañía aérea Air Partner como en fletador de la mayoría de los vuelos en jets que Juan Carlos I utilizó para su uso privado. Esos servicios eran pagados por la Fundación Zagatka de la que era testaferro su primo Álvaro de Orleans.