Ramzán Kadýrov. Su nombre ha saltado a la palestra recientemente por orquestar todo un genocidio contra la comunidad LGTBI en el que no han faltado asesinatos, palizas y la solución final: recluir a todo el sospechoso en un campo de concentración del que no tienen garantizado salir con vida.
Kadýrov tiene a Chechenia como una finca y a su población sometida como si fuesen esclavos. Su actuación recuerda, en cierta manera, a la realizada en la década de 1990 por Radovan Karadzic en Bosnia, responsable de más de 10.000 muertes durante la masacre de Srebrenica y ante la inacción de la Comunidad Internacional. Cuando su régimen cayó, todos actuaron contra él y todos lamentaron no haber actuado con anterioridad.
Sin embargo, aquella lección no ha servido para que nadie aprenda, y en Chechenia la historia se repite. Kadýrov cuenta con el apoyo de Putin, que le colocó en el cargo con el fin de reprimir los anhelos separatistas de la exrepública soviética. Y lo ha conseguido a base de someter a su población a puño de hierro. Sus tentáculos e influencia llegan directamente a Moscú, donde el dictador ha recibido la medalla al Héroe de la Federación Rusa.
Como todo totalitarismo que se precie, Kadýrov cuenta con todo un ejército, el kadýrovstsy, dedicado en exclusiva a reprimir a su población en vez de proteger a sus compatriotas. El cuerpo cuenta con más de 3.000 hombres y no es de extrañar que tenga tanta relevancia: Kadýrov ha sido objeto de más de diez intentos de asesinato.
A pesar de ello, el presidente se jacta de ganar siempre las elecciones "a la búlgara": en las últimas cosechó un "nada sospechoso" 99,48% de los apoyos de sus ciudadanos.
Kadýrov, amante del lujo no ha dudado en pasearse por las calles de Grozni, la capital chechena, a bordo de los mejores deportivos del mercado, a pesar de que su población aún sufre las consecuencias de haber sido campo de batalla en dos ocasiones recientes. Este padre de doce hijos celebró en 2011 su 35 cumpleaños en una gigantesca fiesta en la que no faltaron personalidades de la talla de Hillary Swank, Jean-Claude Van Damme, Vanessa Mae o el músico Seal. La ceremonia se retransmitió por la cadena pública y fue todo un derroche de dinero que nadie comprende de dónde provino: "nos lo da Alá", fue su única respuesta.
Kadýrov se ha caracterizado constantemente por sus salidas de tono. En marzo de 2008 no dudó en considerar que siete mujeres asesinadas a manos de sus maridos habían sido víctimas porque merecían la muerte. Después de esta afirmación, aprovechó para anunciar que estaba buscando una segunda esposa, pero que no encontraba a ninguna que fuera lo suficientemente bella para él.
El mandatario checheno tampoco ha dudado en ordenar, supuestamente, el asesinato de líderes opositores como Natalia Estemirova o Anna Politkovskaya, que había reclamado derechos para la población chechena y que pagaron con su vida este gesto. Las circunstancias en que murieron y el autor de tal asesinato aún no se han esclarecido.
Mientras tanto, el genocidido contra los homosexuales continúa. Algunos hombres están siendo secuestrados por coches oficiales sin matrícula y llevados a campos de concentración del que a veces vuelven y otras no. Allí son torturados con sesiones de electroshock diarias o golpes con palos, mientras que incautan el teléfono de los detenidos para localizar a más homosexuales. El objetivo es claro: que no sobreviva ninguno.
En ocasiones, los detenidos son devueltos a sus familias. Lo que puede parecer un rayo de esperanza, pronto se nubla: los crímenes de honor son una constante en el califato checheno, y en muchas ocasiones los familiares reclaman a los presos para asesinarlos ellos mismos. En Chechenia, tener un familiar homosexual es una lacra para todos los que mantengan lazos sanguíneos con él, una idea que las autoridades se han encargado de potenciar.
Por todo ello, no es de extrañar que muchos homosexuales terminen viendo en Moscú todo un paraíso de libertad, pese a que la capital rusa viola de manera flagrante los derechos del colectivo LGTBI.
Kadýrov afirmó, con motivo del atentado de la maratón de Boston de 2013 en el que murieron tres personas, entre las que había un niño de ocho años, que Estados Unidos era la "raíz del mal".
Mientras tanto, España se mantiene en silencio sobre todo lo que allí ocurre y el resto de países se han limitado a realizar una tímida condena de los hechos. Chechenia, en pleno Cáucaso, se aleja del centro en el que Occidente pondría su foco.