La renuncia del expresident de la Generalitat, Carles Puigdemont, a repetir como candidato al Govern, supone todo un vuelco en el desarrollo del procés durante los últimos meses.
En la decisión del líder de JuntsxCAT ha influido especialmente las diferencias en torno a la hoja de ruta con los republicanos y con el propio PDeCAT. La coordinadora general de los demócratas, Marta Pascal, ya reclamó un día antes la necesidad de contar con un Gobierno "dentro de la legalidad".
La soledad de Puigdemont en su mansión de Waterloo le ha dejado en una posición debilitada. Aislado, tan sólo cuenta con el apoyo de los cuatro exconsellers que se fugaron en su compañía (aunque hay dudas de una posible traición de Comín cuando las cámaras grabaron sus mensajes privados). En España, tan solo cuenta con Elsa Artadi como figura destacable, su mano derecha y la persona que cuenta con mayores posibilidades de convertirse en la primera presidenta de la Generalitat.
Recuperar autogobierno
El desbloqueo de la crisis y la formación del nuevo Ejecutivo autonómico permitirá desactivar inmediatamente la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Es una de las máximas reclamaciones de gran parte del arco soberanista, que se han visto fortalecidas tras la advertencia de La Moncloa: la posibilidad de que los niños catalanes puedan elegir si quieren recibir todas sus clases en español.
El president, por tanto, vuelve a dejarse manejar por el miedo a pasar a la historia como una especie de 'traidor' a la causa independentista o como el responsable de la pérdida de autogobierno.
En ERC y gran parte del PDeCAT son conscientes de que mientras que la Generalitat continúe en manos del Gobierno central, las posibilidades de modificar la Administración pueden poner en serio peligro las futuras acciones de gobierno.
Entre ellas, también se incluye una de las joyas de la corona del soberanismo durante todos estos años de procés: TV3. La cadena autonómica ha endurecido su discurso contra el constitucionalismo durante los últimos meses, en virtud de la inacción de La Moncloa. Sin embargo, dentro del Gobierno crecen las voces que piden una intervención inmediata, entre las que destacan la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, actual referente en el PP de Rajoy.
¿Quién será el sucesor?
La batalla actual se centrará en la designación de un sucesor con el que terminar con el bloqueo de la Generalitat. Las formaciones independentistas tienen la obligación de pactar un líder, aunque esta decisión no parece fácil a priori.
Desde la lista de Puigdemont se apuesta por Elsa Artadi, fiel a las políticas del expresident. Sin embargo, Artadi puede verse envuelta en serios problemas judiciales después de que la Guardia Civil la haya situado en la cúpula de la organización del procés.
En ERC prefieren señalar públicamente a Oriol Junqueras como presidenciable, basándose en que fue el número dos del Govern en el momento en el que Moncloa se vio obligada a activar el 155.
Sin embargo, los republicanos son plenamente conscientes de la imposibilidad de adoptar esta vía, puesto que la condición de encarcelado dificultaría la normal acción de Gobierno. En este sentido, se apunta a Marta Rovira, aunque mantiene también una situación judicial delicada similar a la de Artadi (y muchos menos escaños).
A pesar de todo, ERC se encuentra en una posición débil tras haber quedado como tercera fuerza política cuando aspiraban a la victoria en el 21-D. En este caso, parece bastante probable que apoyarán a Artadi, a propuesta de JuntsxCAT y con el beneplácito de la CUP, que no cuenta con ninguna relevancia tras su precipitada pérdida de apoyos.
Por tanto, recordemos, todo apunta a que Elsa Artadi cogerá las riendas de la Generalitat y, posteriormente, se decidirá su continuidad, en función del desarrollo de las investigaciones policiales.
¿Y Puigdemont?
El president ha sido una figura especialmente relevante durante los últimos meses. Sin embargo, ha conseguido generar cierto rechazo entre una Esquerra que ve a su líder encarcelado mientras que su exsocio vive en una mansión de Waterloo. "Junqueras afronta este proceso con dignidad", llegó a espetar Carme Forcadell en toda una declaración con segundas intenciones.
La continuidad de Puigdemont se encuentra seriamente debilitada, aunque nadie podría prohibirle ostentar cargos públicos porque no pesa sobre él ninguna sentencia firme.
Por ello, los planes del Ejecutivo pasarán por concederle una suerte de cargo simbólico con el que encontrar una 'salida digna' a un final que daña seriamente su imagen de cara a la historia, la mayor preocupación del expresident en estos momentos.
Las elecciones europeas de 2019 se acercan y podrían ser la oportunidad perfecta para que Puigdemont se haga con un escaño en Bruselas, en el Parlamento Europeo, con el que continuar ejerciendo la política sin la presión judicial.
En este caso, el problema más evidente es que Puigdemont puede terminar enterrado en una especie de 'cementerio de elefantes', una especie de ostracismo que le condenaría al olvido y, con ello, a la muerte política.
Esto último puede suponer una lenta agonía para Puigdemont en el plano político, aunque aún podría conservar ciertas esperanzas. ¿La prueba? Ahí tienen a Pedro Sánchez.