La crisis del coronavirus es el germen de la próxima recesión que enfrentará nuestro país. La falta de confianza de los mercados y el efecto de los confinamientos han adelantado la crisis cíclica que se vaticinaba para 2022, además de profundizar en las consecuencias que se pronosticaban.
El consenso en el mundo financiero, por el momento, es pesimista: la crisis económica será más profunda que la de 2008, nos hará más vulnerables por las particularidades que suma la cuestión sanitaria y podría ser especialmente dura en España porque no contamos con el músculo de la pasada recesión.
El escenario de crisis ya se da por descontado, pero falta conocer cómo se van a desarrollar los confinamientos. El Banco de España pronostica que mantener el escenario actual hasta el final de año podría provocar una caída del 13% del PIB, especialmente si no se permite la apertura a bares, restaurantes o la industria del ocio.
Para poner el dato en perspectiva, cabe destacar que esa caída implica multiplicar por tres la debacle experimentada en el año 2009 tras la quiebre de Lehman Brothers.
Sin embargo, todo depende de lo que suceda a partir de ahora. El Banco de España contempla, en este sentido, tres escenarios. El primero, levantar las restricciones inmediatamente después del confinamiento (una caída del PIB del 7%); el segundo, restricciones levantadas por completo en el último trimestre (una caída del PIB del 9%) y el peor, mantener las restricciones a finales de año (una caída del PIB del 13%).
Según pasan los días, crece la posibilidad de que la normalidad completa no regrese hasta el final de este año. De hecho, el Gobierno trabaja en una prórroga de ayudas económicas hasta el mes de diciembre, especialmente en el sector de la hostelería, restauración y ocio.
Esa caída del 13% es drástica y supera a cada uno de los ejercicios que se corresponden con la crisis económica y financiera del 2008. Con ello, la tasa de paro podría ascender por encima del 21%, el nivel más alto desde el año 2015, con más de un millón y medio de trabajadores abocados al desempleo.
El problema no termina con la vuelta a la normalidad, puesto que la situación ha generado un poso de incertidumbre que afecta a la inversión y el consumo. Una de las pruebas se encuentra en las estimaciones del Banco de España en materia de inversión productiva, es decir, los recursos que destina una empresa para incrementar sus recursos de trabajo. La caída se sitúa en una horquilla entre el 33% y más del 57%. Esto indica un período en el que se ajustarán costes al máximo y en el que, también, habrá menos movimiento de dinero. Una pauta de ahorro que también se extenderá a los hogares.
Preocupa también la deuda pública, que se podría disparar hasta el 122% del PIB como consecuencia del aumento del déficit y el hundimiento del PIB. Un escenario que anticipa una posible recuperación lenta y la sombra de un rescate por parte de Europa, máxime cuando Alemania y Holanda han establecido un dique frente a las reivindicaciones del sur.
El período de recuperación depende del verano
La recuperación de la economía ahora depende de un factor importante. Si el Gobierno levanta las restricciones durante el verano, algo que pierde fuerza con el paso de los días, la economía española tendría esperanzas de recuperar los niveles de 2019 el próximo año.
Si finalmente se pasa todo el verano con restricciones, las estimaciones cifran que habrá que esperar hasta el año 2022 para recuperar los niveles del año 2019. Sea como sea, hay algo claro: la economía seguirá muy lejos de las perspectivas que había antes de la pandemia.