La cocaína está inundando Europa. En todos los puertos y puntos fronterizos del Viejo Continente se están incautando grandes alijos que han convertido 2023 en el año con más confiscaciones de la historia.
España es buen ejemplo de ello. El pasado mes de agosto la Policía Nacional incautó el mayor alijo de cocaína de la historia en territorio español. La conocida como 'Operación Nano' desarrollada en el Puerto de Algeciras (Cádiz) permitió captar más de 9,4 toneladas de esta droga. Ese mismo mes, en el puerto de Rotterdam (Países Bajos), el mayor de Europa, también se requisó una cantidad sin precedentes: 8 toneladas.
En lo que llevamos de 2023, solo en España se ha requisado un 70% más de material, con 17 toneladas intervenidas hasta el 31 de octubre frente a las 10 de 2022, según los datos ofrecidos por la Agencia Tributaria. En cuanto a Europa, la cocaína incautada ha crecido un 60,9%, desde las 36,57 toneladas de 2022 hasta las 58,84 en lo que llevamos de año. Esta cantidad se traduce en 4.050 millones de euros en la calle.
Más disponibilidad, menor precio, más pureza
La razón de este fenómeno se encuentra en que la oferta de cocaína está disparada, por lo que sus productores buscan darle salida el género en uno de sus grandes mercados: Europa. Y es que en ala última década el mercado europeo de cocaína ha experimentado un asombroso aumento del 416%, convirtiendo así a Europa en el tercer mercado mundial de consumo de esta sustancia, con un 21% de la demanda total, según señala la Oficina de Drogas y Crímenes de la ONU.
"La disponibilidad de la cocaína ha aumentado y sus niveles de pureza se han disparado, haciéndola un 38% más asequible para los consumidores", explica Anitta Hipper, Portavoz de Asuntos de Interior de la Comisión Europea, a La Información. Según el Observatorio Europeo para las Drogas y las Adicciones (EMCDDA, por sus siglas en inglés), los altos niveles de disponibilidad han hecho que el precio baje casi un 40% y que la pureza alcance un 85%.
La droga se produce principalmente en tres países de Latinoamérica, acaparando Colombia, Perú y Bolivia el 61% de la producción mundial de esta sustancia. Hipper apunta que la fragmentación de los anteriores monopolios del tráfico de cocaína, "basados en organizaciones paramilitares", y su sustitución por "numerosas redes delictivas nuevas" han lanzado a los nuevos narcos al mercado a ocupar el vacío de poder.