Un menor de 17 años se encuentra acogido en estado de shock en un centro de menores de Gran Canaria tras sobrevivir a quince días de travesía en el Atlántico, a la deriva, en el que 16 de sus 26 compañeros de patera fueron pereciendo uno tras otro de hambre y sed.
Abián Monstesdeoca, del Servicio Canario de Salud , recuerda que este hecho ocurre precisamente, la misma semana en que se viraliza el vídeo de un joven marroquí con 24.500 seguidores en Instagram que vende como "divertido" grabar una travesía en patera, con caras sonrientes en mitad del mar, como si estuvieran en plena atracción de feria. . Este sanitario, que lidia a diario con el drama que suponen estos casos, denuncia la verdadera realidad de las travesías a la que se enfrentan estos menores que solo claman por recibir una oportunidad en sus vidas.
La historia es dura. Este joven de 17 años sobrevivió en Canariastras lanzar los cuerpos de los compañeros que iba perdiendo en la travesía por la borda. Eran menores de edad como ellos, simplemente jóvenes que buscaban condiciones dignas en las que poder desarrollar un futuro con dignidad mientras se les niega el acceso en las fronteras.
Este tipo de tragedias se repiten con mayor frecuencia en la ruta canaria, en la que miles de jóvenes de origen africano se arriesgan la vida recorriendo cientos de kilómetros de océano abierto en barcas endebles, pero cuyos detalles reales pocas veces trascienden, solo cuando hay supervivientes y cuando tienen ánimo o realmente no se encuentran bajo algún tipo de amenaza a la hora de relatar su situación.
El pediatra del Servicio Canario de Salud (SCS) Abián Montesdeoca se ha hecho cargo de que la historia de este joven no caiga en el olvido. Denuncia la viralidad de la noticia de un influencer que difunde las travesías como si fueran un juego de niños, cuando la realidad es bien diferente. En este caso, se encargaba de realizar las PCR a los menores que desembarcan en el muelle de Arguineguín. Aquel 19 de octubre, un lunes frenético, Salvamento Marítimo trasladó al puerto a 375 personas, procedentes de 18 pateras y cayucos diferentes.
"Nos había enviado un oficio la Policía en su momento, con el listado de menores que habían llegado. Los tenían fichados como que habían llegado a Arguineguín y los habían derivado a un centro. Pero este chico no estaba. Llegué a pensar que quizá tenía redes familiares aquí y a lo mejor se escapó del muelle, cosa difícil, por no decir imposible", ha relatado al diario canario El Día.
Nueve días después, los pediatras recibieron el aviso de que el joven al que buscaban estaba ingresado en un centro de Gran Canaria, así que acudieron a valorarlo. El menor estaba "totalmente abatido física y psicológicamente" por la situación dramática que acababa de vivir.
Una dura historia
El joven explicó que no sabía leer ni escribir porque se puso a trabajar desde que tenía uso de conciencia para ayudar a su familia en su pueblo natal de Marruecos tras la muerte de su padre. Era el único varón en casa y asumió gran parte de las obligaciones.
A principios de octubre, seis de sus primos y él decidieron buscarse una vida digna en Europa ante la evidente falta de oportunidades que estaban lastrando en su localidad natal. Por ello, se organizaron y consiguieron subirse a una patera rumbo a Canarias, que partió con 26 ocupantes de algunos punto de la costa situada entre Cabo Bojador y Dajla.
"Esas pateras no son de mucha gente, y con buen motor, la travesía tarda de dos a tres días, pero ellos se perdieron, se les rompió el GPS y se quedaron a la deriva. Estuvieron quince días en el mar. Se acabó la comida, se acabó el agua", relata Abián Montesdeoca a El Día.
Algunos comenzaron a beber agua de mar, otros iban muriendo por la deshidratación y las condiciones. Sus compañeros lanzaban los cadáveres, pensando que serían los siguientes en caer. El día en que fueron rescatados, en concreto 15 personas, no creían que habían tocado tierra.
Lamentablemente, esto no es una excepción. Cuando llegan, extenuados, les toca el hacinamiento en Arguineguín y en el caso de algunas familias, cortar lazos con sus hijos. Cruz Roja está obligada bajo el pretexto del tráfico de menores. Pasan hasta tres meses, con contacto mediante videoconferencia, hasta que una prueba determina que existen lazos de sangre y se vuelve a mantener el vínculo. Es la verdadera realidad de las travesías. La que no se cuenta. La de los migrantes que llegan a diario a nuestras costas huyendo de la miseria, del hambre, de la guerra, de la más cruda pobreza. Los que se juegan la vida por dignidad.