A pesar de que el amor ha sido el tema principal de infinidad de obras musicales, teatrales y audiovisuales a lo largo de la historia, ahora los científicos ponen fecha de caducidad al amor. Esta se encuentra en los cuatro años.
Según los expertos, esto se debe a la selección natural. De esta forma, el amor se ha convertido en una conducta de supervivencia para el ser humano, convirtiéndose en un mecanismo químico diseñado para iniciar una relación y mantener ese vínculo durante por lo menos los cuatro primeros años de vida del hijo, cruciales en su desarrollo y durante los que el ser humano es completamente dependiente de sus padres.
Según José Antonio Hinojosa, profesor de Psicología Experimental y Procesos Cognitivos en la Universidad Complutense de Madrid, "Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que hay distintos tipos de amor". Esto es así porque existen diferencias entre el amor que se tiene hacia unos padres o hacia amigos, por ejemplo. Y es que en estos tipos de amor no se aplica la regla de los cuatro años, ya que no son iguales al amor romántico.
Motivos evolutivos y de supervivencia
Hinojosa afirma que "la biología encontró una utilidad en este concepto del amor romántico para el mantenimiento de la especie, para tener crías y cuidarlas". la antropóloga biológica Helen Fisher, que ha estudiado el amor romántico desde un punto de vista científico desde hace 30 años, sostiene: "Amamos porque, hace millones de años, nuestros antepasados necesitaban este flujo cerebral, estos impulsos y sentimientos para dirigir su cortejo, apareamiento, reproducción y paternidad. El impulso del amor está profundamente imbricado en el cerebro humano. Por lo tanto, el amor es una necesidad fisiológica, un instinto animal y también el resultado de un flujo químico en el cerebro".
Según el estudio de Fisher, "el amor romántico (caracterizado por al menos dos etapas emocionales, la atracción y el apego) es universal y cultural. La neurofisiología humana de estas emociones evolucionó en nuestros primeros antepasados homínidos hace unos cuatro millones de años como un mecanismo químico diseñado para iniciar una relación y mantener el vínculo de pareja durante la infancia de un único hijo altricial (indefenso), en un periodo de unos cuatro años".
La autora declara que "la monogamia responde a ventajas adaptativas a lo largo de la evolución humana, por lo que la selección natural la ha favorecido y aún es visible en patrones de matrimonio, divorcio y nuevo matrimonio, así como en el reflujo característico de la relación romántica humana".
Una cuestión hormonal
En el tema del amor entran en juego dos factores fundamentales: la oxitocina y vasopresina, dos hormonas que se encargan de generar una sensación placentera y gratificante al liberarse durante la fase inicial del enamoramiento. Son producidas por el hipotálamo y liberadas por la glándula pituitaria, y afectan sobre todo al sistema de recompensa dopaminérgico del cerebro.
Según Antonio Hinojosa, "Con el tiempo, también se da una disminución en la secreción de estas hormonas, así, el enganche va bajando". Sin embargo, no todo tiene por qué llegar a un fin. Y esto es así gracias al triángulo del amor: atracción física, intimidad y compromiso.
Siguiendo al autor, "al principio, el componente sexual es clave para que surja la chispa y seguirá siendo muy importante los primeros años, pero poco a poco se va incrementando el peso de la intimidad y el compromiso de establecer metas comunes". Esto no quiere decir que el deseo y la pasión desaparezcan, sino que "los otros componentes empiezan a interactuar". Esto quiere decir que habrá parejas en las que se aplique esta regla de los cuatro años, y otras en las que su vínculo se alargue hasta ser una de esas parejas de "abuelitos" que caminan de la mano por el parque, según analiza el experto.
