Nueva jornada de disturbios en toda Cataluña, especialmente en Barcelona. Está siendo un fin de semana duro, nada ha cambiado en la ciudad condal en vísperas de que se cumpla una semana tras la sentencia del procés. La comunidad autónoma está sumida en la más auténtica debacle, pues las hogueras no cesan una vez cae la noche y los disparos con pelotas de goma en respuesta a la accion de los radicales tampoco. Los agentes se encuentran cada vez más desbordados por la situación y los radicales no quieren abandonar hasta que se les de una solución. Como se ha podido ver desde el lunes 14 de octubre, no les importa alzar su voz usando la violencia, en muchas ocasiones exaltada debido a los efectos del alcohol y el resto de drogas que consumen.
Ni los políticos ni la opinión pública, ni siquiera las palabras de su líderes son capaces de apaciguar las protestas y acabar con una violencia injustificada. Nunca es la respuesta y así lo está intentando hacer ver el Gobierno en funciones de Pedro Sánchez, que ha pedido a Quim Torra en reiteradas ocasiones que condene lo ocurrido de forma directa. No acabamos de créernoslo, la gente sigue en la calle y ahora descubrimos, en parte, lo que agrava las acciones de los más radicales en su violencia más extrema, que en algunas ocasiones, los agentes con incapaces de controlar.
Así lo ha dado a conocer el diario El Español, a través de fuentes policiales que confirman el consumo de "drogas psicoestimulantes" como las metanfetaminas y el MDMA. Las jornadas entre el viernes 18 y el domingo 20 de octubre fueron especialmente tensas. Los independentistas que construyen barricadas, en su mayoría jóvenes, muchos de ellos no alcanzan ni la mayoría de edad, van cubiertos con máscaras, cascos y pasamontañas. Crearon todo tipo de desperfectos en el moviliario urbano de la plaza barcelonesa Urquinaona y sus alrededores, gracias al efecto de euforia, así como la pérdida parcial del dolor físico.
"Parecían hienas encendidas"
El efecto de estas drogas de la misma familia les inhibe de tal manera que lanzar botellas con ácido, adoquines rotos o bolas de plomo proyectadas con CO2 sea algo de lo más natural. La policía atiende a que son un número "considerable" de unos cientos de personas. Realmente lo son, si tenemos en cuenta el medio millón de personas que, de forma pacífica, se manifestaron el viernes por las calles de Barcelona. Los radicales, sin embargo, hacen gala de una hiperactividad casi sobrehumana, donde la pérdida del sentimiento de dolor físico les dibuja como imparables y se atreven con todo. Hasta que les cogen.
Más de 30 personas fueron detenidas por la Policía Nacional y los Mossos d'Esquadra en la noche del viernes. De entrada, el fin de semana no pintaba nada bien y el panorama no era nada prometedor. Fue entonces cuando los agentes se dieron cuenta de que gran parte de los revolucionarios interceptados portaban "numerosas" cargas de las citadas drogas en sus mochilas, riñoneras, bolsos, e incluso en la ropa. "Entendimos por qué siendo tan jóvenes estaban siendo tan sumamente violentos", reflexionaba un agente del dispositivo presente en los disturbios.
Muchos se lamentan de lo que han hecho cuando la euforia y su nivel de adrenalina decrece. "Yo nunca había visto esto en Cataluña. No recuerdo, ni de lejos, una noche igual. Parecían hienas encendidas. Luego, cuando se veían detenidos, algunos rompían a llorar. Se daban cuenta de que esto no era un juego de niños", añade otro agente del orden.
Nada está siendo fortuito durante los ataques de los antisistema contra las autoridades en Barcelona, aunque lo que sí fue totalmente inesperado fue el ataque a un agente, que se debate entre la vida y la muerte desde que un objeto de gran envergadura alcanzara su cráneo. Fue uno de los más de 100 policías que resultaron heridos en la madrugada del viernes al sábado. La fractura que le produjo le oprime las vértebras y los médicos de la UCI están haciendo lo posible por salvarle. En la misma situación se encuentra una chica que formó parte de las protestas a lo largo de la semana, ellos también se encuentran afectados por la represión ejercida por las fuerzas de seguridad que tratan de calmar a los rebeldes. Los efectos de la violencia extrema ejercida por el despliegue de los radicales están dejando verdaderas escenas de terror en la capital catalana. En el tiempo que ha transcurrido tras la sentencia del Supremo por el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017, más 300 agentes han sido objeto de sus arrebatos violentos.