La manifestación en Colón es tan legítima como la presidencia de Pedro Sánchez. Eso nadie lo duda. Me refiero a lo primero, claro, lo segundo todavía se pone en duda con el fin de ganarse un puñado de votos. La delegación del Gobierno ha cifrado la asistencia en 45.000 personas, una cifra moderada que difícilmente satisfaga a los convocantes, pues, sin ir más lejos, y con datos recopilados por Newtral y facilitados por el mismo organismo público, la manifestación del Orgullo LGTB de 2018 reunió a 700.000 ciudadanos.
"¡Por una España unida. ¡Elecciones ya!", la manifestación se utilizó para pedir la unidad de España, pero también para caldear las calles de cara a las elecciones europeas, autonómicas y municipales que se celebrarán en mayo. Esta no ha sido una manifestación espontánea de la sociedad civil, en absoluto, ha sido una manifestación organizada por las cúpulas de los partidos políticos de la oposición.
El germen de esta manifestación fue la propuesta del relator, algo que demandó Torra y aceptó, sin empacho, Pedro Sánchez, el cual no supo calibrar con precisión la respuesta política de la oposición, pero tampoco la durísima reacción interna del PSOE, que ha ido in crescendo hasta conseguir ralentizar algo que, en propias palabras del barón socialista extremeño, Guillermo Fernández Vara, "las cosas que son difíciles de explicar son aún más difíciles de entender. Sobre todo si no se escucha". Y es que los barones socialistas saben que los ciudadanos de la España rural nunca entenderán las concesiones a los nacionalistas catalanes, algo que los hace levitar al pensar que en tres meses tendrán que volver a pasar por las urnas, pudiendo perder las atalayas del poder desde las que intentan nadar y guardar la ropa.
Más y mejor español
Pero lo más importante de esta manifestación es la profunda irresponsabilidad del Gobierno y de la oposición por preferir la confrontación al diálogo, se han volado todos los puentes existentes y ahora estamos inmersos en una carrera de velocidad para ver quien consigue ser más y mejor español; como si para ser buen español tuviésemos que llevar una bandera en la muñeca, poner otra en el balcón e inundar nuestras redes de la rojigualda, algunos se han arrogado el derecho a expender carnés de buen o mal español, haciendo exactamente lo mismo que hace el PNV y Bildu en Euskadi, catalogando a los vascos entre "nacionales" o "ciudadanos", o lo que hacen los independentistas catalanes, dividiendo al pueblo de Cataluña entre los catalanes de raza que portan el lazo amarillo y el resto. El nacionalismo, catalán, vasco, español o británico, nunca podrá ser signo de modernidad, porque asienta sus bases en la exclusión, cataloga a los ciudadanos entre los auténticos y los advenedizos. Pronto colocarán la estrella de David para que no haya duda alguna. Esto no es una exageración, la Historia nos lo ha demostrado en demasiadas ocasiones.
Estrategia equivocada
¿Por qué esta manifestación es irresponsable? Prender la mecha del descontento social, la crispación entre compatriotas e incendiar las calles nunca fue una jugada política inteligente, pues, como todos sabemos, al principio no escapa del control de los mastodónticos aparatos políticos, pero pronto juega a la contra y ya nadie es capaz de controlarlo, fagocitando también a los partidos que un día prendieron la mecha, pues los abnegados ciudadanos ya tienen un dogma de fe, y cualquier cosa que se aparte lo más mínimo de este, será una traición para ellos. Sírvanos de ejemplo el nacionalismo catalán, incapaz de controlar a los ciudadanos que con cerrazón mental duermen, sueñan, respiran y viven para conseguir la tan ansiada independencia por la vía unilateral.
En España, los partidos políticos, a derecha e izquierda, suelen recurrir a las calles para reclamar su vuelta al poder, Partido Popular y Partido Socialista lo han hecho en innumerables ocasiones, pero existía la esperanza de encontrar en los nuevos partidos una forma diferente de hacer política, algo que se ha desvanecido porque VOX aprieta y también ahoga; todavía hay margen para demostrar que el centro político no recurre a estratagemas impropias de partidos serios, sino que tiene un proyecto serio, moderado e inclusivo de país, y son capaces de demostrarlo en unas elecciones que serán convocadas por el Presidente del Gobierno cuando éste, dentro de los márgenes legales establecidos, lo crea oportuno.
Gobierno y oposición se alejan de forma sideral de lo que pedimos la mayoría de españoles, y por lo tanto vascos, catalanes, extremeños, andaluces, gallegos, etc., que es moderación, diálogo y responsabilidad. La Constitución está para ser respetada por todos, y el proceso constitucional que alumbró nuestra Carta Magna ha de servir de ejemplo a los actuales líderes políticos. La inmensa mayoría de españoles tenemos un terrible sentimiento de orfandad política, que tan solo podrá ser cubierto cuando los políticos piensen en hacer más país y menos partidos.
Muchos no hemos ido y no compartimos, aunque siempre respetamos, la manifestación de este domingo porque no queremos barricadas que sustituyan a las urnas, no queremos deslealtad institucional, ni proclamas huecas, ni concesiones al insaciable nacionalismo catalán, lo que queremos es entendimiento, respeto y moderación política, a fin de enorgullecernos de nuestro país, con o sin banderas en el balcón, porque la gente, -su gente-, importe más que los votos, -sus votos-, que salvan la vida a algunos, pero olvidan mejorar la vida y respetar los derechos y libertades, de la tan aclamada, politizada e injustamente utilizada sociedad civil.