El presidente de la Generalitat, Quim Torra, ha comenzado los movimientos para 'tantear' la postura del nuevo presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en torno al desafío catalán. Sánchez, deberá ahora decidir si permite la realización de la consulta que el gobierno autonómico ha exigido durante los últimos siete años.
La pregunta a la que deberían responder los votantes catalanes no dejaría ningún espacio para la duda: "¿Quieres una Cataluña libre, soberana y republicana?". Algo controvertida, ya que no se menciona la palabra independencia y se deja entrever que la región se encuentra sometida al resto del país.
Las relaciones entre ambos interlocutores, sin embargo, se encuentran en un punto intermedio. El peor escenario se protagonizó en Washington, con una pelea con el embajador de España, que dejó a todo el público norteamericano atónito. A pesar de ello, Sánchez ha optado por realizar algunos gestos, como levantar el control de las cuentas de la Generalitat o acercar a los presos catalanes.
En mitad de esta postura de 'una de cal y otra de arena', desde la presidencia de la Generalitat prefieren evitar ambigüedades y lo dejan muy claro: consideran que el resultado del 1-O se encuentra vigente y que tienen la intención de aplicarlo.
La pelea con ERC y el PDeCAT
La postura del president ha enfriado relaciones, materializadas en el apoyo cerrado de Sánchez al embajador Pedro Morenés en aquel desencuentro en la capital estadounidense.
Sin embargo, aquellas fisuras también han incidido en las grietas internas del soberanismo, generadas tras el encarcelamiento de Junqueras y viaje de Puigdemont al extranjero.
Los diputados republicanos en el Congreso, como Joan Tardá, han preferido mantener una postura de diálogo con varios ministros del Gobierno y con la nueva delegada Teresa Cunillera. No renuncian a la vía independentista, aunque cuentan con una visión mucho más moderada que también se extiende en la cúpula del PDeCAT, con Marta Pascal como principal defensora y con serias discrepancias con el actual president.
A todo ello, se suma la fianza del dos millones de euros impuesta por el juez Pablo Llarena. En un informe remitido a la justicia alemana en el caso del expresident y recogido en el sumario en el resto de los encarcelados, se menciona que aquella cuantía pudo ser malversada durante el referéndum del 1-O.
En el caso de que no paguen la mencionada cantidad, todos podrían perder la condición de diputados en el Parlament y, con ello, vivir una salida abrupta de la política que ninguno desea en estos momentos. Además, podría ser la 'puntilla' para que la justicia germana se decida finalmente a extraditar al expresident. Por ello, han llamado a reactivar la caja de solidaridad de ANC y Òmnium, que ya sufragó algunas fianzas, como la de Carme Forcadell en su primer ingreso en prisión.
Sin embargo, los últimos acontecimientos han dejado las cuentas de ambas organizaciones bajo mínimos. Por ello, se plantean iniciar una serie de campañas para recoger nuevos fondos de manera efectiva.
La nueva postura de Sánchez
El Gobierno de Rajoy optó por mantener una posición beligerante frente al independentismo. El caso de Sánchez se antoja distinto. La nueva política del presidente del Gobierno pasa por evitar cualquier polémica, tensión y, sobre todo, confrontación con los partidos soberanistas.
Esto también genera tensiones dentro del PSOE, que ya han hecho llamamientos para volver a la posición implacable del anterior Ejecutivo. Entre ellos, destacan algunos barones como Susana Díaz o el presidente de Aragón, Javier Lambán, que llegó a decir lo sigueinte: "El tal Torra es una vergüenza para España y para Cataluña".
Todos temen que su política pase factura a los socialistas y que la sombra de la influencia de Podemos en el nuevo Gobierno sea uno de los objetivos de ataque a utilizar en las futuras elecciones.
El choque de trenes, sin embargo, parece que continuará. Mientras que Sánchez apuesta por esperar a que el independentismo se 'desinfle' y termine en un diálogo, Puigdemont y el núcleo duro de de Torra (formado por Artadi y Eduard Pujol) apuestan por tensar la situación y llamar a la intervención de Europa. Fue su primera intención durante la investidura del presidente socialista, aunque los llamamientos del PDeCAT terminaron con sus pretensiones y terminaron en un apoyo a la llegada de Sánchez a La Moncloa.