La masonería se ha visto envuelta desde su origen envuelta en una aureola de misterio, secta, herejía o grupo conspirativo. Han sido especialmente los grupos de tendencia extremista quienes han utilizado a los masones como un mantra con el que agitar el miedo a la población, entre ellos, el propio dictador Francisco Franco, quien los incluía como su enemigo público principal.
Los masones, sin embargo, no forman parte de ningún grupo oscuro. Pero al constituirse en un grupo tan cerrado y hermético, se ha generado un halo de misterio en torno a su figura que se ha cubierto con todo tipo de fabulaciones.
Cabe remontarse al origen de los masones. Su nacimiento se encuentra en la Edad Media, concretamente en los gremios y las cofradías medievales. Entre los siglos VII y XI, el florecimiento de la arquitectura religiosa llevó a un auténtico surgimiento de talleres de picapedreros y albañiles, escuelas de arquitectura.
De allí la denominación 'francmasón' o fee-stone-mason (el 'albañil' o 'cantero' que trabaja la piedra de calidad') frente al 'rough-stone-mason (que lo hace en bruto). Esto surge en Inglaterra por primera vez a mediados del siglo XIV.
Los masones acostumbraban a reunirse para celebrar sus ritos y oficios en las logias, que se constituían como pequeñas edificaciones con mesas de trabajo y un suelo de yeso donde se trazaban planos y dibujos. La máxima autoridad de cada logia era ostentada por el maestro albañil.
Los masones no solo conocían los secretos de su profesión, sino que también estaban versados sobre el lenguaje de los símbolos. Daban un significado simbólico a sus herramientas, como la escuadra, el compás y el nivel.
El secretismo y marginación de las logias fue el tono general desde los primeros tiempos. Estos grupos de obreros acostumbraban a separarse del resto y tenían palabras de contraseña y toques para identificarse. Desde su iniciación, como aprendices, los masones juraban no revelar ni los secretos de su oficio ni los conocimientos simbólicos que iban a adquirir. Mientras tanto, las logias se constituían en verdaderas comunidades, incluyendo fondos de solidaridad para los afiliados enfermos o sin trabajo.
La relativa apertura del siglo XVII
Con el final de la construcción de las grandes catedrales, la edad de oro de la masonería terminó. Sin embargo, a partir del siglo XVII fueron incorporándose, primero, personas de otros oficios relacionados con la construcción. Luego, se permitió el ingreso de miembros sin relación con artes constructivas, como médicos, abogados o aristócratas. Fueron los llamados como 'masones aceptados'.
Estos 'masones aceptados' terminaron por acabarse quedando el control de las fraternidades. Esto terminó cuando, en 1717, cuatro logias londinenses fundaron la Gran Logia de Inglaterra y nacido la masonería contemporánea. En este caso, los masones pasarían de levantar catedrales a construcciones de orden ético y moral.
La masonería ahora se presentará como un centro de unión por encima de divisiones políticas o religiosas, con el objetivo de trabajar en lo material y moral, así como por lo espiritual, intelectual y social. Los masones habían pasado del trabajo más manual al intelectual.
La Matritense
Con todo ello, la masonería especulativa llegó a España en el primer tercio del siglo XVIII. España solicitó constituir una logia regular bajo la soberanía de la Gran Logia de Inglaterra. Fue en 1728 cuando se creó en Madrid, en un hotelero de la calle Ancha de San Bernardo. Esta logia fue llamada La Matritense, compuesta por militares extranjeros.
La presencia de logias es escasa en España y generalmente estaban formadas por personas de origen extranjero. El motivo era la prohibición de las actividades masónicas que mantuvieron Felipe V, Fernando VI y Carlos III. Esta prohibición se materializó en los edictos contra las sociedades secretas, en aplicación de la bula del papa Clemente XII, que condenada a la excomunión a los francmasones.
No fue hasta la invasión napoleónica cuando la masonería despertó en España. Los franceses sembraron de logias nuestro país, en general llenas de los 'afrancesados', personas opositoras al régimen absolutista borbónico que se sentían identificadas con los planes importados desde Francia. Así se constituyó una incipiente Gran Logia Nacional de España.
La represión y la bonanza
Con la vuelta de los Borbones y Fernando VII, los masones sufrieron una grave represión. Sus miembros directamente fueron ejecutados, encarcelados o tuvieron que verse obligados a exiliarse. Esto cambió con el Trienio Liberal, cuando nuevamente fueron libres y durante casi tres años ocuparon poder.
La revolución liberal fue derrotada nuevamente por el absolutismo y la represión se cebó otra vez con las logias. Todos aquellos que ejercieran un empleo público debían jurar su no pertenencia a ningún tipo de sociedad secreta.
Con la regente María Cristina, volvió relativa libertad. Y en 1868, se derribó la monarquía con La Gloriosa, llegando el Sexenio Revolucionario, que fueron los años dorados para las logias. Castelar, Pi y Margall o Sagasta eran destacados masones.
Sin embargo, esta época de bonanza también coincidió con guerras internas y el ansia de protagonismo de algunos de sus líderes. Por las divisiones, destacaron el Gran Oriente Español como la obediencia mayoritaria y la Gran Logia Simbólica catalana-balear, que amplió su influencia a toda España y se convirtió en la Gran Logia de España. En la Segunda República, llegó a haber diecisiete ministros españoles que pertenecían a logias.
La persecución de los totalitarismos
El golpe de estado franquista, la Guerra Civil y la dictadura, sin embargo, derivarían en una época muy oscura. Realmente, análoga a toda Europa, ya que tanto el nazismo como el comunismo pusieron a los masones como uno de sus mayuores enemigos.
Los franquistas ejercieron una gran represión contra las logias. Los templos masónicos fueron saqueados y destruidos. Los masones que no huyeron fueron fusilados. Un decreto de 1938 establecía que todos los símbolos e inscripciones de carácter masónico que pudieran herir la sensibilidad de la curia católica debían ser eliminados.
El régimen convirtió la masonería en uno de sus principales enemigos, junto con el comunismo. Era uno de sus contubernios, un discurso ideológico en el que mostraba una unidad de acción, enemigos a batir para sustentar su poder. Y la represión siguió tras la guerra. En 1940 publicó la Ley para la Represión de la masonería, el comunismo y demás sociedades clandestinas, en la que establecía penas de hasta 30 años de cárcel para los altos grados y de doce para los inferiores.
Miles de masones fueron encarcelados y otros tantos encarcelados. Abrieron casi 40.000 expedientes por delito de masonería, cuando los miembros censados por las obediencias en el período republicano no alcanzaban los 6.000.
Época democrática
La vuelta de la democracia a España en 1977 fue el retorno de una época de intento de normalización, con los trámites para legalizar la orden. La desunión entre sus miembros siguió presente, como en el pasado. El Ministerio del Interior legalizó dos obediencias: el Gran Oriente Español y el Gran Oriente Unido.
La última dio origen a la Gran Logia Simbólica de España, a cuya gestación contribuyeron miembros de la Gran Logia de Bélgica. También se sumaron miembros procedentes de la Gran Logia de España descontentos con ella.
Al margen de todo, la masonería en la España actual, a pesar de todo, se ejerce con total libertad, aunque sigue planteando multitud de enigmas para el gran público.