Reino Unido aún está asimilando la muerte de su reina más longeva. Isabel II fallecía a los 96 años el pasado jueves 8 de septiembre después de siete décadas en el trono dejando la corona a su hijo, el rey Carlos III, que tendrá muy difícil gozar de la popularidad que tuvo su madre.
Isabel II ha sido un icono a muchos niveles siendo su imagen uno de los elementos más característicos de la monarquía inglesa. Sus coloridos estilismos, su peinado o su inseparable bolso han marcado época. A estos elementos también hay que sumar sus perros corgi, cuya pasión por estos animales la llevó a tener más de 30 a lo largo de su vida.
A su muerte, muchos se han preguntado quién se hará cargo de Muick y Sandy, los dos canes que han acompañado a la monarca en sus últimos días. Serán los duques de York, el príncipe Andrés y su exesposa, Sarah Ferguson, quienes se harán cargo de estos animales, según ha confirmado un portavoz del tercer hijo de la reina.
Fue el príncipe Andrés quien regaló estos dos perros a su madre. El primero a principios de 2021, durante el confinamiento de la reina en el Castillo de Windsor a causa de la pandemia del coronavirus; y el segundo fue un regalo por su 95 cumpleaños.
Su pasión por los corgis
La pasión de la soberana por los corgis se remonta a la tierna edad de los siete años, cuando convenció a su padre que le comprase uno. Por aquel entonces, Jorge, duque de York, no era siquiera el heredero de la Corona.
Pero no fue hasta la llegada de su perrita Susan, en 1944, cuando Isabel II empezó a criar corgis para sucederlos entre ellos. Esta corgi galés de Pembroke fue el regalo que recibió la por entonces princesa Elizabeth al cumplir 18 años.
Queen Elizabeth—and her corgis!—cover Vanity Fair: https://t.co/iDC9TVvXwm pic.twitter.com/5457nSEqMm
— E! News (@enews) May 31, 2016
A lo largo de sis reinado, todos los perros que tenía la reina fueron descendientes de Susan. La mayoría fueron de raza corgi, pero también tuvo algunos que eran dorgis, una mezcla entre un corgi y un perro salchicha.
Todos sus perros gozaron de un exquisito cuidado, con chefs que preparaban con esmero su menú y hasta con psicólogos caninos que los atendían cuando surgían problemas entre ellos. Incluso tenían su propio calcetín de Navidad donde recibían sus regalos. Y es que para la Isabel II, sus perros eran muy especiales.