La llegada de Miguel Díaz-Canel al gobierno cubano supone el fin de la dinastía Castro en La Habana: el país caribeño ha estado gobernado durante los últimos 59 años por un presidente con el mismo apellido. Primero por Fidel, el líder de la revolución que derrocó al dictador Fulgencio Batista y, posteriormente, relevado por su hermano Raúl.
La legislación de la Asamblea Nacional del Poder Popular, una suerte de Congreso de los Diputados, únicamente permite que los altos cargos no superen dos mandatos de cinco años cada uno. Una medida que aprobó el propio Raúl a su llegada al poder junto con el inicio de tímidas reformas en el único país regido por un sistema socialista en toda América.
Como consecuencia de ello, Raúl no podía permanecer en el poder: se alzó con el bastón de mando en el año 2008 y ahora cumple una década. El fin de la dinastía Castro supone un cambio de caras pero... ¿qué supone para los habitantes de la isla?
Relevo generacional
Con 57 años, Díaz-Canel es un viejo miembro del Partido. Inició su carrera en la Unión de Juventudes Comunistas de Cuba, la organización juvenil del Partido Comunista. Allí ascendió rápidamente en la pirámide institucional del partido, precisamente en la peor época: en 1990 y en pleno derrumbe del Bloque del Este.
Su carisma y sus ciertas dotes de oratoria le encumbran en 1994 hacia la secretaría provincial en Villa Clara, una suerte de alcaldía. Allí pudo labrarse un perfil joven, con una vestimenta rockera, capaz de conectar con los sectores más jóvenes (no hay que olvidar que Canel ha nacido tras la revolución).
"Uno lo veía por cualquier lado en la ciudad, era joven y estaba pendiente de todo. A las mujeres les encantaba", relata Alfredo Suárez, un jubilado de 65 años, en declaraciones a Univisión con motivo de la investidura del futuro presidente.
Relaciones con la oposición, modernidad y obediencia al partido
Díaz-Canel ofrece, a priori, un perfil especialmente moderado. De él, destacan su recorrido por todo el hospital de Villa Clara tras los problemas que creó la falta de energía y petróleo. El político comunista recorrió todas las instalaciones para pedir disculpas por todo lo sucedido, y no tuvo reparo en conversar con Guillermo Fariñas, el disidente hospitalizado en plena huelga de hambre.
En su etapa de Villa Clara, Díaz-Canel apostó por apoyar proyectos culturales. Entre ellos, un festival de rock, impensable en otras épocas por su representación del enemigo norteamericano. También destacan su presencia en varios espectáculos de travestis, en un momento en el que la comunidad LGTBI no se encontraba especialmente aceptada en la isla.
A pesar de esta imagen, Díaz Canel siempre ha obedecido a los cuadros del partido y ha actuado en función de los mandos del Comité, antes que movido por su propia iniciativa política. Su obediencia ante la cúpula del Partido Comunista ha definido gran parte de su etapa política.
La impronta de Raúl Castro
La llegada de Raúl Castro permitió comenzar un relevo generacional en el que aumentaría el protagonismo de aquellas personas que han nacido, crecido y formado bajo los valores del gobierno de Fidel.
El sucesor de Fidel dio un golpe sobre la mesa en su llegada, limitó mandatos y expulsó a parte de la vieja guardia comunista. Fruto de aquellos cambios, el gobierno inició tímidas reformas hacia el modelo chino, es decir, un gobierno comunista con un sistema capitalista.
En esta época, Canel consigue ostentar el cargo de ministro de Educación entre 2009 y 2012. Tras ello, el 24 de febrero de 2013, se alza como primer vicepresidente del Consejo de Estado y de Ministros de Cuba.
Apertura, continuismo y cambio de modelo económico
Díaz-Canel hereda una Cuba en profundo proceso de transformación. La llegada de empresas extranjeras es constante. La última: Cortefiel, que tiene previsto abrir diversas tiendas en la isla.
Los propios cubanos también han comenzado a llevar la iniciativa, gracias a que el gobierno ya permite la iniciativa privada o la creación de comercios al margen de la Administración. No obstante, el antiguo modelo de concesiones continúa hacia adelante.
Díaz-Canel proviene de una formación militar propia de los grandes afines al partido, pero no viste con uniforme. Utiliza tablets, escucha rock y no rechaza a la comunidad LGTBI. Algunos hablan de continuismo, sobre todo, por su perfil obediente. Pero, no obstante, la continuidad de las reformas en una Cuba con un modelo económico aislado, puede suponer el camino hacia el cambio de régimen. Por ahora, al menos, parece que nadie apuesta por esta vía.