La cruenta guerra que sacude el norte de Mali estalló en 2012, hace 12 años, y los conflictos se han sucedido dejando por el momento casi 400.000 muertos y 144.000 refugiados.
El conflicto permanece enquistado en este país de África occidental, situado a menos de 2.000 kilómetros de distancia de territorio español, y del que procede gran parte de la población que intenta huir de la guerra. Un país rico en recursos como el oro, uranio o fosfatos, en el que han entrado en escena diversos actores internacionales como Francia o las milicias rusas del Grupo Wagner.
Russia is hosting the "Army 2024" forum. Delegations from #BurkinaFaso????????, #Mali???????? & #Niger???????? are visiting. ????????state media showed meetings of Defence Min. Belousov & Deputy Evkurov with ????????Defence Min. Coulibaly & the ???????? delegation on Aug 14th. One topic: more military cooperation. pic.twitter.com/5tMpj0Lj8S
— Fabian (@fabsenbln) August 16, 2024
A diferencia de otros casos, la población que huye del conflicto militar en Mali se ve obligada a transitar por el desierto y cruzar el mar para lograr un refugio seguro. La conocida como Ruta Canaria es uno de los trayectos más empleados, pero también el más mortífero por sus características. Solo en los cinco primeros meses de 2024 han muerto 4.808 personas intentando cruzar hacia el archipiélago.
La intervención de la comunidad internacional se ha situado constantemente en el debate. Fue especialmente marcado el bombardeo de las fuerzas francesas en 2013 a las fuerzas rebeldes del país, pero poco a poco se ha ido abandonando y la progresiva retirada de la ONU ha intensificado las muertes y una escalada de violencia. Solo entre agosto y septiembre del año pasado fueron asesinadas 650 personas en el norte del país.
Inestabilidad
Los conflictos en Mali tienen como origen su independencia, en 1960, cuando los países internacionales ejercieron la descolonización del territorio africano imponiendo, en muchos casos, fronteras internacionales que no respondían a las realidades de sus territorios.
En Mali se mantiene un enfrentamiento entre el Gobierno oficial de Bamako y las tribus nómadas de los tuaregs, que compone una población de más de un millón de personas y que está diseminada en varios países africanos.
A pesar de que la guerra empezó en 2012, los acuerdos de paz de Argel en 2015 permitieron una calma tensa que no excluyó los enfrentamientos, sin embargo, una escalada de tensión desde 2020 ha intensificado la violencia en el país.
El norte de Mali coincide con una franja de constante inestabilidad, conocida como el Sahel. Este cinturón es clave en la seguridad europea y Francia ha anunciado la retirada de sus tropas en un movimiento polémico que contó con la oposición de Italia. Este lugar está siendo objeto de debate por la creciente influencia que ejercen Rusia o China, con especial incidencia en el Grupo Wagner, que ha tomado el control de bases militares e intensificado la violencia.
La ONU se marchó del país en 2023 siguiendo los reclamos de la junta militar y Wagner envió rápidamente instructores rusos para formar al ejército, al menos, en cuatro cuarteles: Ogossagou, Ver, Goundam y Ménaka. La colaboración entre Rusia y la junta militar se intensificó desde finales de 2021, poco antes de la invasión de Ucrania. Estos movimientos fueron tomados desde los rebeldes como una violación de los acuerdos de paz.
Reclamaciones independentistas
Los rebeldes tuaregs, al igual que los soldados malienses en su órbita, aspiran a la independencia de un territorio que denominan Azawad. Reclaman para ellos un estado propio y se enfrentan por el control de las localidades estratégicas.
Al igual que ocurrió durante la guerra de Siria, las milicias yihadistas también han entrado a operar en el territorio del país aprovechando la inestabilidad y posicionándose en contra del avance hacia el norte de las fuerzas del Gobierno.
El apoyo de Wagner a la junta militar está siendo clave en el conflicto y para arrebatar territorio considerado clave en las posiciones tuareg, que sin embargo ve limitada su acción a robar material en aquellos cuarteles que logra controlar de forma temporal.
Las relaciones entre la junta militar y los rebeldes experimentaron un deterioro dese 2020, aunque las hostilidades se han desarrollado desde 2012. No se han suscrito acuerdos de paz que reconozcan una autonomía real a este territorio y los movimientos yihadistas han aprovechado el descontento y abandono de estos grupos para establecer lazos.
Se trata del Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM), que ha aprovechado toda la inestabilidad para lanzar ofensivas contra civiles y Fuerzas Armadas. Algunos ataques, como el ocurrido contra la población civil en Tombuctú en 2023, o Galo y Ménaka, han provocado un importante número de muertos, que se suma al bloqueo que ejercen para la entrada de alimento y combustible.