Conocer, entender, comprender y abrazar el feminismo supone toda una revolución en tu vida. Te libera de limitaciones, de culpas, de obligaciones, y por eso muchas veces te empodera, te hace dueña de tí misma. Además, es un constante aprender, sobre todo si sales de tu epicentro y descubres sus diferentes corrientes, otros contextos, culturas, etc, por ello tiendes a desarrollar la sorodidad, a querer convertirte en un apoyo a mujeres incluso totalmente diferentes a ti.
Pero, como todo, el feminismo no es uno. Pero ya no es que sea diverso, sino que a veces las diferentes corrientes no se encuentran. Parecen incompatibles e irreconciliables. Ha habido diferentes debates a lo largo de la historia de las luchas de las mujeres, pero hoy en día tenemos una clara: el trabajo sexual, un gran punto de desencuentro entre los feminismos y las feministas. Este año llegaba en nuestro país a su pico más alto con la publicación de un vídeo de internet llamado "Hola Putero", que lanzaba un sinfín de mensajes contra la prostitución e hizo que, o los feminismos prosex hablaran más alto, o al menos que yo lo oyera con mayor intensidad. Yo misma redacté la noticia para esta web, y no estaba segura de qué pensar, así que fui lo más aséptica posible. Así que empecé a ver qué decían las prostitutas sobre él, ya que eran las protagonistas aunque se fingiera que no. La duda era: ¿Y qué hacer como feministas ante este debate? ¿Mantenernos en la postura clásica partidaria de abolir la prostitución porque genera una ilusión de que las mujeres somos fácilmente sexualizadas, aunque no seamos putas? ¿Reivindicamos más puteras? ¿Nos sentamos a escuchar qué necesitan de verdad las prostitutas y qué pasa cuando criminalizamos su oficio? ¿Ponemos penas a su trabajo sin pensar en las consecuencias para ellas?
Para decir prostitución sí, prostitución no, o prostitución cómo, prefiero que vayáis a escucharlas a ellas. Yo quiero compartir las razones por las que pararse un tiempo a reflexionar sobre este tema y romper esquemas y prejuicios. Esto es todo lo que aprendo día a día como feminista a partir de ello.
1 El feminismo no se acaba cuando tomas conciencia de él: siempre hay que explorar más
Cuando conoces el feminismo, reconoces la existencia del patriarcado y aprendes a explicar muchos fenómenos sociales a partir de esta perspectiva, te das cuenta de que has dado un gran paso adelante. No hay vuelta atrás. Lees, compartes experiencias con otras mujeres, conoces la historia del movimiento y con qué emergencias cuenta actualmente, y todo te encaja perfectamente. Incluso llega un momento en que ves que todo lo que aprendes o sobre lo que reflexionas es una ampliación o extensión de cuestiones que ya conocías, y todo lo que tienes que hacer a partir de ahora era explicar e intentar mejorar la realidad. Sin embargo, como bien sabemos, el feminismo no es un área concreta de la vida, ni de la sociedad, ni siquiera del conocimiento. Lo abarca todo, y por ello mismo, el camino por recorrer y aprender es vasto y amplio.
Descubrí, así, que en realidad mis conocimientos de feminismo estaban muy limitados. En mi caso, concretamente, daba igual cuánto más aprendiera sobre feminismo. No fue hasta que conocí el trabajo sexual y a las mujeres feministas dentro de este ámbito que parecía tan "vejatorio" para el resto, que no se derrumbó por completo todo mi mundo. Había encontrado todo un reto mucho más atractivo: reafirmar mi feminismo deconstruyéndolo. Y deconstruirme también a mí misma como sujeto, pero sin renunciar a todo lo que ya había aprendido.
2 A usar más la autocrítica
Me he dado cuenta de que uno de los problemas que tenemos las personas no es lo que opinemos, o que sea diferente, sino que no hacemos autocrítica, osea, no nos "bajamos de la burra". No quiere decir eso que podamos ir por la vida sin tener unas bases ideológicas que nos ayuden a actuar con coherencia y siguiendo unos principios: no se puede abordar el tema de la sexualidad o el género sin ideología, incluso una aparente ausencia de ideología es política. Pero tampoco debemos ser tan estáticos ni ortodoxos, porque entonces los movimientos sociales no avanzarían.
Cuestionar el feminismo no es rechazar sus objetivos, reivindicaciones, ni dar la espalda a todo lo que han conseguido otras mujeres, y mucho menos ponernos en lado de personas machistas que sólo quieren debilitarlo. Pero sí se puede ver qué enfoques, luchas o colectivos faltan en él, por qué, y también reflexionar sobre en qué podemos mejorar y avanzar. Por supuesto, hacerlo a base de discusiones acaloradas y linchamientos, no.
3 A tomar el papel de aliada: respetar y no pensar por los demás
Uno de los cambios más importantes con respecto a conocer un nuevo enfoque feminista, que aprendí a través de empezar a leer y escuchar a las trabajadoras sexuales, es que notaba la facilidad con la que podría empezar a hablar de ellas. Osea, por ellas. ¡Qué difícil me parece adoptar el papel de aliada! Es muy fácil caer en el paternalismo o la invisibilización. De paso, empecé a comprender a mis compañeros aliados hombres feministas, y a pensar mejor qué esperar de ellos, que no es más que el que hagan ellos mismos esa misma deconstrucción.
Así que este artículo no pretende contar con otras palabras lo que las trabajadoras sexuales llevan diciendo desde siempre, sino tender una mano para invitar a otras personas a escucharlas, tanto a personas individuales, como a colectivos (Hetaira, Aprosex, Putas Feministas), o libros, divulgación, etc.
4 A diferenciar entre hombres y masculinidades
Parece difícil de diferenciar, ya que nos socializamos en un modelo de masculinidad y feminidad concreto. Pero, al igual que no todas caemos en ese ideal de feminidad, los hombres tampoco todos en el de masculinidad, y me ha empezado a parecer importante usar más el término de deconstruir masculinidades patriarcales para que todos y todas tengamos claro dónde radica el problema. No por ello defiendo los argumentos 'lloricas' sobre "qué difícil es ser hombre hoy en día", y me da mucha rabia que utilicen los feminismos más controvertidos para atacar al movimiento en general. Sí creo que la sociedad tiene guardados muchos privilegios a las personas hombres porque se espera de ellos una conducta. Pero me gusta la idea de que con sólo hablar en términos de masculinidades normativas, esté reforzando a los hombres que las cuestionan y rechazan, y atacando a las personalidades más "machunas".
¿Que qué tiene que ver esto con el feminismo prosex? Que lo he aprendido tomando el papel de aliada y acercándome más a las teorías queer, algo que no puedes evitar cuando impregnas de sexualidad tus inquietudes intelectuales. De aquí iríamos al segundo debate, el del binarismo, qué es ser hombre y qué es ser mujer, como sujeto político o como cuerpo, y a la teoría del género como anterior al sexo de Judith Butler. Estaríamos en las mismas, el camino sería preguntarse: ¿por qué hay discrepancias y qué tengo que aprender yo de ellas?
5 A reflexionar sobre el papel del sexo y la sexualidad en nuestras vidas
No considero que el sexo tenga una sola forma de concebirse, que sea en el ámbito privado, personal, apasionado y amoroso. Creo que le damos demasiada centralidad al sexo en nuestras vidas, y que encima sólo a un tipo concreto de manera de vivirlo: heterosexual, monógamo, amoroso, privado; cuanto más, mejor para ellos; y en ellas mejor no pasarse para que no hablen mal. Cualquier planteamiento alejado de esa normatividad, es rechazado.
Ha sido gracias a las nuevas corrientes feministas dentro de la pornografía y el trabajo sexual el que cambiara mi concepción de la sexualidad para volverla más abierta, pero no por ello más nuclear en nuestras vidas. No creo en un mundo donde todos vivamos el sexo de la misma manera, pero sí en uno donde quepan muchas más opciones (ninguna de ellas implica abusos sexuales o abusos de poder): ¿Sexo por placer? ¿Sexo con amor? ¿Sexo sin amor? ¿Sexo como trabajo? ¿Sexo como experimentación? ¿Sexo como juego? ¿Sexo como intercambio? ¿Sexo como una experiencia meramente sensorial? ¿Sexo monógamo? ¿Sexo en grupo? ¿Sexo poliamoroso? ¿Sexo como espectáculo? ¿Sexo con desconocidos? ¿Sexo sólo con conocidos? ¿Sexo con dolor porque así lo deseo? ¿Sexo solo conmigo mismo? ¿Sexo en grupo? ¿Sexo en fiestas? ¿Asexualidad? Y también debemos preguntarnos todas: ¿Cómo se relaciona y se ve influenciado esto con nuestro contexto cultural, y en una cultura alternativa cómo querríamos que fuera?
6 Que el porno no es lo malo, sino lo que hacemos con él
Conocer el trabajo de Erika Lust y su equipo, así como de otras personas relevantes en las corrientes más artísticas del porno, te ayuda a entender esta idea. No criminalizo el llamado porno mainstream, que me aburre bastante a menos que me ofrezca a personas un poco interesantes. Lo rechazaba, pero también empecé a escuchar a la gente que trabajaba en él, como la actriz española Lucía Fernández. Comentaba en una entrevista que fue el porno lo que la hizo tomar conciencia del feminismo, y que es una fan del porno más 'hardcore', sin que ello la haga sentirse menos feminista. Simplemente, es un reflejo de los valores sociales, así que si queremos cambiarlo, debemos cambiar nuestros intereses.
Lo mismo ocurre con el demonizado BDSM. Amarna Miller fue criticada por mostrar frente a una cámara prácticas "violentas" cuando ella mismo comentó que fue en las que más disfrutó. Creo que entender el BDSM es clave para aprender la diferenciación que hay entre la vida sexual y la vida no-sexual, en el sentido que es una ficción, un juego de roles, un tipo de experimentación de sensaciones y experiencias que no esconden nada relacionado con nuestra personalidad. El BDSM está enormemente pactado y consensuado, me parece mucho más respetuoso en su concepción que el tipo de sexo en el que nos socializamos, que reproduce las conductas machistas según las cuales en él manda la masculinidad patriarcal.
Lo que hacemos mal con el sexo es convertir la ficción en realidad porque es un tema tabú que sólo podemos conocer a solas con los recursos que existen: el porno. Hay porno para aprender, el de Erika Lust es un ejemplo, pero en el capitalismo esa industria no tiene tal responsabilidad social, porque sería como decir a McDonals o al restaurante vegano de la esquina que nos enseñen ellos a comer.
7 ¿Prostitución o no? Más bien: precariedad o no
Sí, ya solo pensar en vivir la experiencia de ser prostituta me hacía sentir como si pensara en tirarme de un paracaídas. Mi idea del sexo era una cosa íntima y delicada, bastante incómoda en general. Ahora ya no lo es tanto, pero la clave es: ¿por qué tengo que asumir que todo el mundo lo vive como yo?
Encontré en la prostitución feminista la organización de mujeres para luchar contra el machismo (sobre el tema de machismo y prostitución, acúdase a consultar lo que dicen estos colectivos y a leer libros sobre el tema) y por sus derechos laborales. Encontré una actividad sindicalista, solidaria y asociacionista. Lo que en tiempos de crisis parece que cuesta encontrar. Y yo, como persona no solo concienciada, sino investigadora de la precariedad laboral, no puedo más que apoyar el reconocimiento de un trabajo y la lucha por los derechos laborales. He visto a los sindicatos más comprometidos y anticapitalistas defender la readmisión de trabajadores de bancos caníbales, a ver por qué ahora no vamos a apoyar los demás las condiciones laborales dignaspara las prostitutas y todas las peticiones que ellas y ellos hagan porque saben lo que necesitan. ¿Que no todas las prostitutas son iguales? ¿Que sólo hablan las privilegiadas? Eso también se dice de muchos colectivos obreros.
8 Que el sexo es política
El feminismo más prosex no es el "radical" que llaman, pero sí es muy rupturista, así que también tiene una intención radical porque va hasta las raíces más morales de la sociedad. Y nunca me había parado a pensar en el cambio de los planos morales: lo que está bien y lo que está mal, y dónde se coloca la sexualidad en este punto. La sexualidad, alcanza su valor político y social en corrientes como el pensamiento de Judith Butler y la concepción del género, o la forma en que Foucault habla de las relaciones de poder. Es un mundo tremendamente fascinante que no se puede quedar sólo en el plano íntimo del placer y el desplacer.
Podemos observar cómo en nuestros discursos politizamos el sexo. Desde los feminismos de corte más marxista (aunque cuándo dejó Marx de influenciar la vida moderna), se entiende como neoliberal y capitalista el trabajo sexual y también el poliamor. Y es que no se puede separar nada de la ideología, ni siquiera la sexualidad. La reflexión sería sobre qué tipos de relaciones e intercambios querríamos hacer en una sociedad diferente, o cuáles se hacen en otras no capitalistas. Mientras tanto, permitamos a las personas de nuestro contexto actual vivir en dignidad.
9 A usar el debate para avanzar: feminicemos la lucha
Siempre pienso que, al final, como todas somos feministas, prefiero no criticar personalmente a otras personas y optar por comparar ideas para ver de dónde venimos y a dónde podemos llegar. El debate es necesario, y me remito a Hegel: no se puede avanzar si no hay una idea que se contraponga a la establecida, porque de ellas sacaremos un concepto o una idea mucho más completa. Pero debatir no es hacer enemistades. Démonos la oportunidad de sentarnos a aprender mutuamente, no podemos expulsar directamente del feminismo las partes que menos entendamos. No asumamos que la manera de vivir de unas nos afecta negativamente al género entendido como mujer. Que el conflicto sea con nosotras mismas , a través de los conocimientos y posturas de los demás. Todo lo que tenemos construido como sociedad no es eterno ni divino, así que no debemos caer en la comodidad de ser estáticos.
Consideremos que feminizar la lucha no es convertirla en una lucha masculina protagonizada por mujeres, sino aplicar los valores no normativos al conflicto. La lucha de poder viene de la tradición patriarcal, por ello no debemos pelear o imponer, sino aprender mutuamente.
Sugerencias
Para comenzar a inmiscuirse en estos mundos de un feminismo que no conocías, surgiero acudir a ver el porno de Erika Lust (algunas películas incluyen charlas sobre feminismo) y lecturas como 'Teoría King Kong' de Virginie Despentes, o 'Liberad el feminismo' de Morgane Merteuil. También seguir a los colectivos por la defensa de derechos sexuales de las prostitutas que cité más arriba.