Durante el estudio de las biografías de Cristina Cifuentes en la Asamblea de Madrid de los últimos 25 años, se observa cómo la actual presidenta destacaba desde 2001 un puesto por encima de todos: el de funcionaria por oposición del Cuerpo Técnico Superior de la Universidad Complutense de Madrid.
Sin embargo, todo parece indicar que ese título cuenta también con un proceso de irregularidades y un turbio camino de contactos y relaciones en la sombra. Para ello, es necesario comentar el pasado de Cristina Cifuentes en la Complutense, y cómo logró alcanzar esa privilegiada posición, a la que podría recurrir en caso de que el máster finiquite su carrera política.
Cifuentes-Villapalos, un dúo ambicioso
En 1980, Cristina Cifuentes se afilia a las NNGG de Alianza Popular, con 16 años. Poco después, entra en la Universidad Complutense, donde comenzará su ascenso meteórico. Allí conoció a Gustavo Villapalos Salas, catedrático de Historia del Derecho y de las Instituciones en la Facultad de Derecho a la que acudía la joven.
Su relación profesor-alumna pronto se tornó en un vínculo más personal. El catedrático, que buscaba aumentar su presencia y liderazgo en la universidad, tenía en Cifuentes a uno de sus más valerosos baluartes. La alumna impulsó entre sus compañeros el apoyo a la candidatura de Villapalos como decano de la Facultad de Derecho en 1984, y como rector, puesto que ocupó de 1987 a 1995.
Cada vez que Villapalos ascendía, Cifuentes lo hacía con él. Primero ingresó en la Junta de Representantes de Alumnos y, una vez nombrado rector el catedrático, colocó a su fiel seguidora como directora de una residencia femenina adscrita a la universidad pública madrileña. Por si fuera poco, en 1990 obtiene el puesto de funcionaria del Grupo B en la escala de Gestión Universitaria, como recoge el BOE del 31 de octubre de 1990.
Al binomio Cifuentes-Villapalos se le queda pequeña la universidad y buscan ampliar su influencia, esta vez en el ámbito político. Villapalos deja el rectorado de la Complutense cuando Alberto Ruiz-Gallardón le designa en 1995 consejero de Educación, Cultura y Deportes de la Comunidad de Madrid, cargo que ostentará hasta 2001. Cifuentes, en ese mismo momento, pasa a ser la portavoz de la misma Consejería regional. La actual presidenta, hasta entonces diputada en la Asamblea de Madrid, logra su primer puesto relevante en la Comunidad. El resto ya es historia.
Funcionaria del Grupo A con amistades de por medio
Cristina Cifuentes, tras estar diez años como funcionaria del Grupo B de la Complutense, opta en 2001 al puesto en la Escala de Técnicos Superiores de Gestión, la más alta, y de la que tanto se enorgullece Cifuentes en sus expedientes. Como no podía ser de otra forma, la que era portavoz de Cultura aprueba las exigentes oposiciones, tribunal mediante.
En el tribunal se encontraban Dionisio Ramos Martínez como suplente del presidente, y Francisco Otero Ferrero como vocal. ¿Por qué nos paramos en estas dos personas? Porque, como consecuencia de sus vínculos con Cifuentes, no podrían participar en el mencionado tribunal, tal y como recoge la legislación.
Dionisio Ramos fue otro de los grandes apoyos de Villapalos en la Complutense. Al igual que ocurrió con Cifuentes, su posición en el centro aumentó de manera progresiva a medida que lo hacía la del catedrático, alcanzando en 1987 el puesto como vicegerente de obras de la UCM.
Sus apoyos a Villapalos, debieron unir a Ramos y a Cifuentes, hasta el punto de que la hoy presidenta firmó como testigo en la boda de Dionisio en 1992. Cuando el rector pasó a la Consejería de Educación, Cultura y Deporte, Ramos entró también en la política, alcanzando la secretaría general técnica en Educación. Años después, fue considerado uno de los cerebros del 'Tamayazo', y está implicado en la Gürtel. También figura en el listado VIP de personas que recibieron convalidaciones falsificadas en la URJC.
La otra persona que firmó como testigo en la boda de Ramos en 1992 es, casualmente, Francisco Otero Ferrero, el vocal en el tribunal de 2001. Las casualidades con este hombre se remontan al BOE de 1990 que comentábamos antes, en el que se hacía oficial el nombramiento de Cifuentes como funcionaria de clase B en la Complutense. ¿Quién consigue también el puesto? Sí, Otero Ferrero.
La amistad entre la política madrileña del PP y Otero Ferrero vuelve a hacerse patente en 2015, cuando, poco después de ser elegida presidenta, le sitúa como gerente del Organismo Autónomo del Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid.
Esta bonita historia de camaradería entre Ramos, Cifuentes y Otero Ferrero tiene un problema en forma de ley. El artículo 28 de la Ley 30/1992 de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, publicada en el BOE del 27 de noviembre de 1992 y modificada en 2015, hace referencia a los procesos de abstención por parte de miembros del tribunal.
El punto 2.c. lo deja claro: "Tener amistad íntima o enemistad manifiesta" con alguna de las personas que se van a evaluar en la oposiciones a administraciones públicas es motivo de abstención. Ni Dionisio Ramos, suplente de presidente en el tribunal, ni Francisco Otero Ferrero, vocal del mismo, se abstuvieron en el nombramiento de Cristina Cifuentes como funcionaria de Grupo A y miembro del Cuerpo Técnico Superior de la Universidad Complutense de Madrid. La irregularidad de 2001 podría ser el refugio de 2018.