La ajustada aritmética parlamentaria está suponiendo todo un quebradero de cabeza para Pedro Sánchez. Atendiendo a los resultados de la primera sesión de investidura, el primer gobierno de coalición del último periodo democrático logró un total de 166 síes, frente a 165 noes y 18 abstenciones.
La situación se prevé mejor en esta segunda sesión de investidura, donde se comparecerá la diputada de Unidas Podemos Aina Vidal, que estuvo ausente por una enfermedad. Sin embargo, la diferencia se sitúa en solo dos votos y el presidente necesita que la cifra de votos afirmativos supere a la de los negativos.
Ante esta votación tan ajustada, la alarma ha empezado a activarse dentro de las filas socialistas. A nadie se le pasa por alto el cambio de criterio que han experimentado el Partido Regionalista de Cantabria y la líder de Coalición Canaria, Ana Oramas, aunque en este caso por decisión propia: su nefasta relación con Podemos, a cuenta de unas primarias que se afrontan en su partido donde la comunidad venezolana residente en Canarias tiene mucho que decir, han pesado en un cambio de criterio no exento de polémica.
A todo ello se suman los intentos descarados de la portavoz de Ciudadanos, Inés Arrimadas, alentando a los diputados del PSOE a incumplir el apoyo al Gobierno con el objetivo de tumbar la investidura. Especialmente, a los miembros de las formaciones más díscolas con la hoja de ruta de Pedro Sánchez: Castilla-La Mancha, Andalucía y Extremadura.
En el caso de que dos diputados se ausentasen del pleno, la situación sería especialmente grave. Ya se vivió en la Asamblea de Madrid en el año 2003, cuando la ausencia de los diputados Tamayo y Sáez permitió elegir a la popular Concepción Dancausa como presidenta de la Cámara y, posteriormente, forzar una repetición de elecciones que dejó a Esperanza Aguirre con mayoría absoluta.
Si esta situación pillara por sorpresa, el presidente tan solo tendría dos opciones: o dejar caer su investidura, lo que abocaría con mayor fuerza a terceras elecciones, o negociar la cesión de un número indeterminado de diputados de ERC para que abandonasen la abstención y votaran afirmativo. Esto salvaría los muebles, pero sin duda encarecería el apoyo de los republicanos de cara a futuros acuerdos parlamentarios.
Obligados a dormir en Madrid y una legislatura complicada
El PSOE teme que el tráfico que se registra en Madrid pueda llevar a que algún diputado llegue tarde al hemiciclo para votar al candidato. Esa es la versión oficial con la que los socialistas están justificando la obligación para sus diputados de dormir en Madrid (la mayoría viene de fuera) el día previo a la votación.
Todos los diputados del partido que residen fuera de la región han reservado una habitación de hotel y han dado buena cuenta al partido sobre la citada reserva, como publica el diario El País.
Sin embargo, a nadie se le pasa por alto que todos los diputado socialistas van a dormir en compañía, precisamente en unas jornadas en las que la presión sobre ellos es especialmente alta (han llegado a recibir incluso correos en sus cuentas personales con todo tipo de improperios).
El objetivo es claro: que las presiones que se están recibiendo estos días no permitan reabrir las viejas heridas soterradas desde las primarias y truncar el Gobierno de coalición que evitaría terceras elecciones.
Sin duda, con el estigma de fallar en esta convocatoria, VOX en alza, el PP con un discurso moderado y Ciudadanos en fase de desaparición; la derecha tendría muchas más papeletas para conquistar La Moncloa. Y eso no se pasa por alto en ningún partido de la izquierda.
El papel parlamentario de Podemos y el Consejo de Ministros
Los quebraderos de cabeza que mantiene el PSOE con el Congreso de los Diputados no se reducen a la sesión de investidura. En Ferraz también se tiene en cuenta que la agenda del Consejo de Ministros va a llevar a incompatibilidades de agenda que, nuevamente, vuelven a poner en cuestión la fortaleza parlamentaria del Gobierno.
Las intenciones de Pedro Sánchez, como ya hizo tras la moción de censura (donde gobernó con solo 89 escaños), pasan por forzar a la renuncia de los diputados que accederán al Consejo de Ministros.
Con ello, Sánchez conseguiría diferenciar el Gobierno del Congreso y garantizarse siempre la máxima representación posible cuando un ministro, por ejemplo, se encuentra fuera de España en un viaje oficial.
Esta medida, que no gusta a los ministrables, sin embargo no se quiere adoptar en Podemos. El motivo: prácticamente todos los miembros del partido que van destinados al Ejecutivo forman parte de la cúpula del partido, por lo que se teme que el grupo parlamentario pudiera quedar descabezado de cara a los debates parlamentarios.
Por ello, la formación morada no se plantea esta posibilidad por el momento, pero cuesta comprobar cómo conjugarán la labor ejecutiva con la legislativa. Y, en este sentido, cabe la posibilidad de que el Gobierno pueda verse abocado a escenificar su debilidad en futuras sesiones.