Como niños con zapatos nuevos el primer día de colegio, la troupe de Mariano Rajoy toma posesión del cargo. De nuevo, como colegiales el primer día de clase, también estrenan literalmente cartera tras un cara a cara con el Borbón y una retahíla de autógrafos al pie de frío acero de un crucifijo que capitanea la mesa del juramento.
A base de intentona de investidura tras intentona, el ciudadano de a pie se está haciendo todo un experto en el tedioso protocolo parlamentario. Pero si el griterío se ha apoderado de las gradas del Congreso en los debates parlamentarios, la solemnidad silenciosa, sólo quebrada por el chasquido de los flashes de las cámaras, es lo que impera en las juras de los ministros, también bastante ceremoniosas.
A Dios rezando: los populares no prescinden de la Biblia
La secuencia del juramento mezcla en la misma sala lo más granado de la militancia popular, junto a Felipe de Borbón, a Dios -con la consiguiente polémica- y la Constitución. En esta ocasión acudimos a la primera jura de ministros ante Felipe de Borbón, y el hijo de Juan Carlos ha introducido algunos cambios profundos en el proceso. Mientras Juan Carlos I fue rey de España, independientemente del sentir y signo del que jurase cargo, la Biblia y la cruz formaba parte en la partida; Felipe permite elegir al que jura si quiere presencia o no de simbología religiosa, aunque en esta ocasión, con la democracia católica en el puesto protagonista, no hemos visto en la práctica alteración alguna en ese sentido.
Hablaba hace no mucho acerca de las corridas de toros en Cataluña, y señalaba con poca piedad al ejecutivo catalán por las medias tintas de eliminar las corridas de toros y mantener, a la vez, otros festejos taurinos. La medida de Felipe, pese a que destila el olor del progreso, peca de impostado al caer también el pecado de las medias tintas. ¿Qué necesidad hay de jurar Biblia en mano en país autodenominado "aconfesional"? Dejando a un lado el debate laico, bajo la mirada puramente pragmática, jurar sobre la Biblia en un país cada vez más heterogéneo es una manera bastante efectiva de abrir una primera brecha con el ciudadano de a pie. Así, la medida de Felipe VI ha dado buenos titulares, sin duda, titulares que la monarquía española necesitaba desde hace años, pero tras el par de líneas de titular la noticia es hueca en contenido.
En la disposición de elementos sobre la mesa, que esto en el protocolo es algo que los expertos estudian con tino, el rey Felipe también trata de apartar de la posición de privilegio la simbología religiosa, llevando la cruz a un lado de la mesa; pero ver a una retahíla de ministros jurar apoyados sobre la Constitución y la Biblia su cargo, proyecta una imagen que difícilmente representa lo que España hoy es.
¿A quién nos queremos parecer?
La intervención religiosa en el acto no es, ni mucho menos, algo exclusivo de la política española. Seguramente el caso más paradigmático sea el estadounidense, un país intrínsecamente heterogéneo con un presidente (quién sabe si pronto Donald Trump), que alude a la ayuda y la bendición de Dios una y otra vez durante la toma de su cargo.
El polo opuesto lo encontramos en Francia, donde no hay referencia religiosa alguna, o Grecia, donde Tsiripas por primera vez dejó a un lado la participación del arzobispo de Atenas, que tradicionalmente bendecía el proceso.
La ausencia de Letizia, ¿qué quiere decir esto?
La reina no ha estado presente en el acto de toma de posesión del cargo de Mariano Rajoy, ni se encontraba hoy en la misma ceremonia celebrada para los ministros. La reina consorte no está obligada a encontrarse en estos actos, ya que, según el artículo 58 de la Constitución, "no podrá asumir funciones constitucionales excepto lo dispuesto para la Regencia". La reina Sofía, en todos sus años como acompañante de Juan Carlos, ha estado presente en todas las tomas de posesión celebradas en el Estado, pero también hablábamos de un modelo monárquico diferente al propuesto por su hijo.
Los monarcas más puristas se llevarán las manos a la cabeza por esta ausencia. Las malas lenguas dicen que la reina Letizia es más partidaria de los partidos socialdemócratas, afín a Pedro Sánchez, y que la ausencia tanto hoy, como el el lunes, es por su desacuerdo. Pero la neutralidad política que debe imperar en la corona no permitiría esto.
Nosotros nos fijamos en un detalle. A la reina no se le permite realizar funciones propias del rey, ya tiene sus propias funciones complementarias, pero está bien visto que acompañe a su marido a los actos a hacer acto de presencia. Quizá lo de estar haciendo de lámpara no le resulte de agrado y prefiera dedicarse a otros menesteres destinados para ella. No obstante, no conocemos de dónde proviene tal decisión, así que sólo podemos hacer estas conjeturas.
Dato curioso: si el consorte fuera un hombre, como podría ocurrir cuando Leonor sea reina y si no asume un papel como Elsa, de 'Frozen', sin marido, él no sería ascendido a rey consorte, sólo príncipe. Hay quien dice (como el ABC) que esto es discriminación a los hombres, sin embargo, se trata de una de las consecuencias de que recayera un exceso de poder en los hombres, ya que al seguir la línea de sucesión masculina, era fácil que el reino quedara en manos de familia ajena si no se tenía hijos varones. La reina Isabel II nombró, voluntariamente, rey consorte a su esposo. Y en el futuro, habiéndose cambiado ese artículo de la Constitución española, tal peligro ya no existiría.
El juramento, y la tentación de romperlo entre tramas de corrupción
El protocolo de juramento es realmente simple. El BOE de 707/1979 determina el diálogo que se ha de establecer aplicable a todo cargo público: "Juro (o prometo) por mi conciencia y honor cumplir fielmente las obligaciones del cargo de ministro con lealtad al rey y guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado". Un juramento que las páginas de actualidad de los diarios españoles muestran cada día que nuestra clase política envuelta en casos de corrupción no se toma con mucho aplomo, crucifijo mediante o no.
Concluído este proceso frente a las principales autoridades del país, y con la foto de rigor, el Gobierno queda oficialmente formado.