Uno de los procesos más tediosos y a la vez más importantes para una persona trans es el cambio de nombre. Sin embargo, actualmente el Estado español no facilita el proceso como debería. Desde mi perspectiva, la de una persona trans, contaré de primera mano la experiencia con un proceso burocrático respaldado por un país que todavía me discrimina.
A nivel estatal, en España la legislación ampara al colectivo transexual. Sin embargo, casi doce años desde la aprobación de la ley 3/2007, todavía quedan muchos agujeros por tapar. Desde hace ya algún tiempo se viene pidiendo una nueva legislación que modernice la primera con nuevos matices: despatologizar la transexualidad, amparar a los menores o dejar de requerir un tratamiento hormonal para acceder al cambio de nombre, entre otros aspectos.
Si no te hormonas, no hay cambio de nombre
Mi periplo hacia el cambio de nombre comenzó por el comienzo del tratamiento hormonal. En mi Canarias natal, el proceso de psiquiatra (te tienen que diagnosticar literalmente 'disforia de género'), psicólogo y endocrino me llevó unos diez meses. Según la ley actual, la persona que desee acceder a la modificación de datos por motivos de identidad de género deberá haber pasado al menos dos años en tratamiento hormonal. Algo incongruente en dos vertientes: se está obligando a una persona a hormonarse (no todas las personas trans quieren) para existir legalmente y, en segunda instancia, se ignora que en dos años las hormonas, sobretodo en el caso de los hombres, 'androginizan' la apariencia de manera notoria y rápida, lo que entra en conflicto con el nombre femenino del DNI en poco tiempo.
Yo, llevando un año y cinco meses en hormonas, tengo unas facciones, una voz grave e incluso algo de vello facial que crean incongruencia con la foto y nombre 'femeninos' que aparecen en mi Documento Nacional de Identidad. En más de una ocasión he tenido problemas, desde entrar a discotecas o comprar alcohol a mis 21 años, hasta viajar y realizar trámites administrativos, a parte del peso de no identificarte con una identidad que es la oficial pero que no es la verdadera.
Cambio en la Sanidad Pública y la tarjeta de transporte
El cambio de nombre en el Servicio Canario de Salud ha sido quizá uno de los más fáciles y el primero que solicité hace ya unos dos años. Es posible cambiarlo simplemente aportando el informe psiquiátrico que 'diagnostica' tu transexualidad en tu administración de la Seguridad Social más cercana. No hay ningún requisito sino el del informe y, por lo menos en mi caso, me hicieron entrega de la tarjeta sanitaria nueva en el momento.
En cuanto a la tarjeta de transporte público del Consorcio de Transportes de Madrid, el proceso es igualmente fácil. Lo único que se requiere es acudir a una de las Oficinas de gestión de la Tarjeta de Transporte Público y solicitar que se cambien tus datos. En mi caso, me presenté en primer lugar en la oficina de Getafe Central, en la que me denegaron el cambio porque alegaban que sin el DNI, no podían hacerlo, fruto de la ignorancia de muchos trabajadores sobre estos casos. Ya que conocía mis derechos, acudí a la Oficina de Atocha en la que me hicieron entrega de la tarjeta nueva de inmediato y comunicaron a la primera oficina su error.
Universidad
Mi segundo paso fue hacer el cambio efectivo en la universidad. Según recoge la ley 2/2016 de la Comunidad de Madrid, las instituciones educativas deberán realizar los cambios pertinentes en su registro interno para evitar situaciones de discriminación por razones de identidad de género, por lo que el cambio de nombre a efectos internos, sin haberlo realizado en el Registro Civil, es posible. En la Universidad Carlos III de Madrid me puse en contacto con la Unidad de Igualdad, la cual requiere que rellenes un formulario solicitando el cambio a tu nuevo nombre.
Tardaron la friolera de un año en hacer el cambio efectivo, pues mi solicitud fue la primera que recibieron y más tarde crearía una especie de jurisprudencia dentro de la universidad. En cuanto a la tardanza, en primer lugar alegaban que la plataforma que recoge el sistema online no permitía hacer cambios de datos sin abonar una cantidad económica y resuelto esto, hubo que esperar a la aprobación del rector. Tras un año enviando correos a los profesores pidiendo que por favor me cambiaran en las listas (a lo que ninguno se negó), llegó el esperado cambio.
Cambio en el Registro gracias a una instrucción publicada recientemente en el BOE
El pasado mes de junio, tras conocer casos de personas que habían conseguido cambiar su nombre sin haber pasado todavía por los dos años de hormonación, decidí hacerlo yo también. A principios del mes de junio acudí a los juzgados de mi municipio de empadronamiento con cita previa para solicitar el cambio de nombre. Para ello, aporté todas las pruebas posibles para demostrar que utilizo mi nombre en mi vida cotidiana y en los ámbitos administrativosen en los que se me ha autorizado: los informes de psiquiatra y endocrino, tarjeta sanitaria, carné de estudiante, informes y análisis del endocrino, así como de otros médicos e incluso una recogida de firmas en la que las personas que me conocen, 'dan fe' de que me identifican con mi nombre.
Finalmente, tras cinco meses de espera, recibí una llamada a principios de este mes de noviembre en la que se me comunicaba que la resolución judicial de mi solicitud había llegado y, según me comunicó el funcionario, estaba casi seguro de que era positiva. Tras acudir a los Juzgados para recogerla, me hicieron entrega de la sentencia y de inmediato se pone en marcha la rectificación en la partida de nacimiento, lo que tarda entre quince y veinte días. En el auto quedaba patente que la decisión del juez había sido motivada en consonancia a la instrucción publicada por el BOE el pasado octubre que 'recomienda' atender las solicitudes de cambio aunque no se reúnan los requisitos de la ley 3/2007. Con la partida de nacimiento correcta, ya podré modificar mis datos en el DNI y ya no habrá ningún problema para cambiar el nombre en los demás documentos: permiso de conducir, cuenta bancaria, título de bachillerato, etc.
Como podréis comprobar, este proceso me ha llevado más de dos años, en los que me he tenido que enfrentar a la ignorancia por parte de la sociedad, trabas, largos procesos burocráticos y a la propia ley que se supone que me ampara. Lo impotante es que el camino se va dibujando y haciendo cada vez más ancho, para que las generaciones venideras puedan existir con su verdadera identidad. Los días en los que las personas trans tengamos que pelear para que la legalidad nos ampare, espero, están contados. El próximo paso se encuentra en la renovación de una ley que aunque en su tiempo supuso un grandísimo avance, actualmente ha quedado obsoleta.